Diciembre 7, 2024

Haití: ¿Por qué volveremos chez nous?

1. La supercherie blanche de la Dominicaine.

 

 

 

Nosotros, un grupo de haitianos que ahorramos por años en un país donde no existe el ahorro y que viajamos desde Port au Prince a la ciudad vecina de Santo Domingo, para volar desde allí a Santiago de Chile, en busca de un nuevo mundo, fuimos contactados en República Dominicana por una mafia de traficantes de personas.

 

 

 

Son los mismos que trafican con los bebes de la gente más pobre del campo haitiano, y después los transforman en restavec, y que trafican también con los chinos que atraviesan la isla Española para viajar de allí a las Bahamas o a la misma América, incluso como boat people. La mafia dominicana, a través de un kidnapper, un vendedor de pasajes de nacionalidad haitiana, nos ofreció pasaje Santo Domingo a Santiago de Chile, ida y vuelta por si lo exigían; ingreso a Chile; estadía aquí por una semana en hotel, y trámites para trabajar aquí, en el país con mayor desarrollo del continente después de EEUU y Canadá. Todo, por todo el dinero en gourdes y dólares que habíamos guardado en toda la vida. Unos dos mil dólares ó 136 mil gourdes. Todo.

 

 

Actuó como el Baron Cimetiere o como Maman Briggite.

 

 

Y en Chile sí hay más desarrollo económico que en Haití, más incluso que en República Dominicana, más pavimento, más carreteras, más buses, hay metro, celulares (que nos gustan tanto), hay edificios de más de 4 pisos y rascacielos, hay ascensores, hay hospitales para nuestras parturientas, hay vitrinas y grandes mercados, televisiones en todos lados y helados en todos lados, y hot dogs de todos los tipos, pero las posibilidades de trabajar son pocas y de ahorrar para mandar a nuestras familias son casi nulas. Si trabajamos -no todos ni todas podemos hacerlo- el ingreso va a ser de 450 dólares al mes y los gastos de 375 a 400 (casa, kolasión, celular y una que otra cosa). Si estamos boyantes mandamos unos 50 dólares mensuales.

 

 

Total: fue una estafa blanca. Une supercherie. No tenemos dinero ni para pagar ahora el pasaje de vuelta.

 

 

 

2. La solitude, le traitement et un froid de canard. (La soledad, el trato y el frío sin calefacción)

 

 

 

Hay aquí pedazos de comunidades de haitianos. Pedazos. Pero aunque muchos entendemos el castellano o español porque un millón de haitianos vive en República Dominicana, donde se puede incluso llegar a pie a trabajar en el campo algunos meses, no entendemos la forma de pensar de los chilenos, no el habla, lo que dicen con su habla.

 

 

Su amor excesivo por beber y por fumar, su incapacidad para caminar, su vicio por el metro, su avaricia por las lucas, su glotonería por la bebida, por el café, por el té, por el pan. La solitude, así, nos golpea y nos pasa aquí que nos sentimos más solos que allá, más incomprendidos que allá. Llamamos a nuestros loas pero ellos no responden. La soledad se acrecienta porque no podemos traer a notre fanmi. No hay plata para eso. No hay condiciones. No hay papeles de los que exige allá la embajada chilena para que nos den la visa. No hay porque no existen y no habrán.

 

 

En Canadá hay muchos haitianos, pero el frío canadiense no hace mal porque en todas partes hay calefacción. Nadie se muere de frío en Canadá. Aquí sí y hasta chilenos se mueren de frío en las calles. En Haití el frío es poco y soportable. Aquí las piezas que nos arriendan (no podemos dormir en las calles) son caras y sin calefacción. Una familia de haitianos, aquí, se asfixió con el carbón encendido de un bracero, que necesitaron por el frío y que no sabían manejar, porque allá nunca hubo un bracero para calentarse. No queremos pasar otro junio, otro julio, otro agosto aquí, echándose perros encima para tratar de entibiarse.

 

 

Agradecemos el trato que algunos ministerios, como el de Salud, nos han dado en algunos consultorios y algunos hospitales. Hay agua potable allí y hay luz eléctrica. Nos atienden más horas al día. Pero no hay allí horas de oración para que nosotros agradezcamos al Bon Dieu los beneficios de salud que nos da y nos dará. No rezan los chilenos. No cantan al Bon Dieu con nuestros ritmos, que tanto se parecen a los del sur de América, a toda Dominicana y a Brasil. Los chilenos son tan diferentes y lo serán para siempre. Mientras más seamos los haitianos, más nos van a diferenciar. Es lo que ha sucedido hasta ahora. Somos menos que los peruanos, que los bolivianos, que los venezolanos, que los colombianos, pero las chilenas y los chilenos, los niños y las niñas, ven más haitianos por todas partes y tienden a vernos raros. Si nos quedamos seremos raros para siempre. En Canadá hay negros africanos y americanos y haitianos. En EEUU hay negros africanos, norteamericanos y haitianos. En Brasil hay negros brasileños y haitianos. Pero en Chile los negros somos los haitianos. Y en todas partes, menos en Haití, los blancos miran a los negros para abajo.

 

 

En todas partes, menos en Haití, miran a los haitianos para abajo. Y nosotros estamos mirando tete á tete desde 1804. Con la negra cabeza enhiesta.

 

 

En algunas comunas chilenas ofrecen construirnos pequeñas casas o departamentos para nosotros, lo que está muy bien. Nos kais. ¿Y las casas para nuestros espíritus, que las necesitan y las necesitamos?

 

 

Nous retournerons che nous: la mere belle.

 

 

A notre pays, le pays de nos loas, de nos ancetres, de nos spirites.

 

 

Nous sommes en train de sortir pour Haití. Pour le caleur.

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