Febrero 9, 2025

Los septiembres chilenos

El 18 de septiembre de 1810 no es, históricamente, la independencia de Chile: en la mayoría de los países de América española, se formaron cabildos para resguardarle el trono al muy degenerado rey Fernando VII – “el deseado” – y los procesos de independencia nunca han existido, pues se trató de sendas guerras civiles entre fracciones españolas. El historiador chileno Luis Thayer Ojeda, “los latinoamericanos no tenemos nada de nuevo, es decir, somos  solamente  españoles trasladados a otro Continente”.

 

 

Las fiestas del 18 de septiembre en Chile son las más largas y celebradas de América Latina, y pareciera que el único mes importante fuese septiembre; antes, en el invierno, según el fundador de Santiago, Pedro de Valdivia, “el clima de la capital es tan templado que se hace innecesario prender la chimenea”, y en verano  los ricos se desplazan a Cartagena, mientras que los pobres a “manguerearse” y bañarse en la fuente alemana. Los 18 y 19 de septiembre son, prácticamente, iguales: en las horas de mañana, el Te Deum y, en las tardes, la gente acude en masa a las fondas, instaladas hoy en múltiples lugares, y a bailar cueca, cumbia y merengue.

 

El mes de septiembre, históricamente, han ocurrido los acontecimientos más importantes de nuestra historia: en 1910, la celebración del Centenario de la “Independencia”; en 1924, se dio el famoso “ruido de sables”; en 1931, la rebelión de la Escuadra y el bombardeo, por parte de la Fuerza Aérea, en el Puerto de Coquimbo; el 5 de septiembre de 1938, la Matanza del Seguro Obrero; el 4 de septiembre de 1964, día establecido para la elección presidencial, el triunfo de Eduardo Frei Montalva y la Revolución en Libertad; el 4 de septiembre de 1970, el triunfo de Salvador Allende – primer marxista que llega a la presidencia de la república por la vía electoral; el 11 de septiembre de 1973, el bombardeo a La Moneda y la muerte del Presidente Salvador Allende, y el fin de la República de Chile.

 

En 1910 el Presidente Pedro Montt, que había despertado grandes esperanzas de regeneración de la República Parlamentaria, además de ser el rey de los cornudos, sufría de innumerables enfermedades que lo enviarían al cementerio pocos días antes de la celebración del Centenario. La oligarquía, sabemos, es hipócrita, y lo “lloraron” unos días, pero ninguna dama empingorotada estaba dispuesta a suspender las actividades del Centenario por un duelo. En esa época era muy buen negocio y, además, daba mucha importancia a sus familias el alojar en sus palacios a príncipes y demás nobles, así como embajadores plenipotenciarios.

 

Según el escritor Joaquín Edwards Bello, el fallecido Presidente Montt tenía la “yeta” y “era un negro con cara de conductor de carroza mortuoria”. Don Pedro Montt acarreó sobre sus espaldas el asesinato de los obreros en la Matanza de Santa María de Iquique, en 1907.

 

La mala suerte se había apropiado del Chile del Centenario: en mayo de 1910, en la celebración del Centenario de la Independencia de Argentina, había muerto aplastado por un ascensor el joven Armanet, miembro de la delegación gubernamental. Días antes del 18 de septiembre, murió de un resfrío el reemplazante de Pedro Montt, don Elías Fernández Albano, y Chile quedaba, nuevamente, sin Presidente; al no existir en la Constitución el cargo de vicepresidente, le correspondía ese honor al ministro de gobierno más antiguo, o bien, al ministerio más antiguo, por consiguiente, le correspondía asumir a don Luis Izquierdo, quien muy galantemente, a petición de una de las amantes de Emiliano Figueroa, le cedió el lugar a don Emiliano, un “dandi”, que pasaba sus  días con sus noches en el Club de la Unión.

 

El Chile del Centenario tenía un Presidente buenmozo, elegante, distinguido, amado por las damas y muy bueno para los piropos.  Para la parada militar lo acompañaban en la carroza presidencial el Presidente argentino, Elías Figueroa Alcorta – también famoso por su mala suerte -. (La Argentina de 1910 era la de la república oligárquica, el granero del mundo y la séptima potencia del mundo; los dueños del país eran los ganaderos y los militares). Si está interesado en ver la parada militar del 18 de septiembre de  1910 puede encontrarla en Youtube.

          

Los críticos del Centenario, Enrique Mac Iver, con su texto La crisis moral de la república, Julio Valdés Canje, en su libro, Sinceridad, Chile Íntimo, 1910, Nicolás Palacios, en La Raza chilena, Luis Emilio Recabarren, en su discurso en Rengo, Ricos y Pobres, Alberto Edwards, La Fronda aristocrática, anunciaron el derrumbe del Chile plutocrático, pero a los profetas ilustrados  nadie les hizo caso, pues se trataba de celebrar los Cien Años a todo trapo.

(En las próximas columnas, en este septiembre de 2018,  aniversario de la separación de Chile de España, seguiremos con los demás capítulos de los septiembres chilenos).

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

08/09/2018    

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