Diciembre 3, 2024

China, ese lejano país del que dependemos todos

Si a usted no le interesa el país donde vive la mayor cantidad de personas del planeta, 1.380 millones, del que depende un tercio de todo el crecimiento de la producción mundial, no se ocupe de China y del XIX Congreso del Partido Comunista Chino (PCC).

 

La renta per capita anual tuvo un incremento anual del 7% y que desde el 2008 a la fecha, luego de la crisis mundial siguió creciendo a un promedio del 7.2% anual y desde el 2012 a la fecha los gastos en investigación crecieron un 52% y la solicitud de patentes aumentó un 70% y la pobreza de redujo a la mitad en 5 años, China es el principal cliente de los productos uruguayos y nuestro principal socio comercial…

Hice una pequeña investigación en las redes, en los medios de prensa y la importancia del XIX Congreso del PCC es totalmente, absolutamente desproporcionada a la importancia que tiene en la vida del mundo, de su impacto en la economía y en las relaciones internacionales. Y eso es más visible en los medios de prensa de izquierda. Es el mayor partido político del mundo, con 89 millones de miembros y su congreso está presidido por una enorme hoz y martillo enmarcados en banderas rojas…

La poca importancia en la prensa no es una conspiración, es porque China es totalmente previsible, no hay tensiones ni internas, ni externas y el PCC no juega a ser una diva mundial, sino a seguir firme por su camino, hacia transformar a ese país en el más poderoso de la Tierra en el año 2050.

Incluso su proyecto en ejecución, de modernización y desarrollo de sus fuerzas armadas que se proponen alcanzar el primer lugar en el mundo, con 10 portaviones de última generación para el 100 aniversario de la revolución, es decir en el  años 2049, también en ese plano no es inquietante, al contrario, aunque parezca un absurdo, en este mundo de equilibrios del miedo, es un factor de estabilidad.

Todas las predicciones de un futuro colapso chino, de su “imposible” crecimiento sostenido e impetuoso que rompe demasiados esquemas a diestra y siniestra, se ha desmoronado varias veces.

Xi Jinping, que acumula los cargos de secretario general del PCC, presidente de la República Popular China y de la comisión militar central y que subió al estrado flanqueado de sus dos predecesores, Jiang Zemin y Hu Jintao, transmitió un mensaje de gran confianza y una amplia mirada estratégica a los 2.287 delegados reunidos en el Gran Salón del Pueblo de Pekin.

Xi Jinping, de 64 años de edad es considerado como el dirigente más poderoso de China de los últimos 25 años, como lo fueron Mao Zedong y DengXiaoping y nadie tiene dudas de que será reelegido.

La izquierda en general no le prestamos la atención necesaria, directamente porque no entendemos bien el discurso sobre una “reflexión sobre el socialismo con los colores de China para una nueva era”, no logramos salir de ciertos esquemas y volver realmente a las fuentes del llamado “socialismo científico” de Carlos Marx y hemos quedado atrapados en la visión de que todo pasa por el crecimiento ilimitado y absoluto del Estado en la economía, la producción, la vida social de los países.

La vía china al socialismo, cuyo gran impulsor no fue precisamente Mao sino Deng Xiaoping, no negó todo el pasado revolucionario, pero produjo un cambio radical en las relaciones de producción y de propiedad que, en este Congreso no solo se han reafirmado, sino se consideran la clave para la “nueva era”, aunque con ajustes, basando el crecimiento no solo en las inversiones privadas y públicas, sino en el consumo y en el desarrollo de las infraestructuras no solo nacionales, sino de las rutas que llevan a China.

China profundizará sus reformas económicas y financieras y abrirá más sus mercados a los inversores extranjeros en un intento por pasar de un crecimiento de alta velocidad a uno de alta calidad y sostenibilidad, de acuerdo al informe del secretario general Xi Jinping en la apertura del Congreso.

A nivel social China se proponen sacar 10 millones de chinos de la pobreza todos los años, pero eso no implica que van a disminuir el número de chinos millonarios, que alcanzan la escalofriante cifra de 150 millones de personas, o los 650 millones de personas que viven en hogares con ingresos superiores a los 10.000 dólares mensuales. Esas realidades no encajan en ciertos esquemas. Es notorio que eligieron un camino, una ruta al socialismo totalmente diferente a la rusa, a la que durante 70 años orientó a la Unión Soviética, hasta que todo se derrumbó, allí y, en todos los países con ese modelo, aún con variantes como Yugoslavia y Albania.

Las reformas en los dos bloques socialistas tuvieron resultados muy diversos, de un lado Mijaíl Gorbachov y la Perestroika son hoy un lejano recuerdo fracasado mientras que las ideas de Deng Xiaoping son hoy una potente realidad.

Los otros que siguieron esa ruta para salir del atraso, de los vestigios de las guerras y los colonialismos varios y crearon una estructura productiva y social sólida y en crecimiento, fueron los vietnamitas. Otra herejía sepultada en el olvido para la mayoría de la izquierda. Incluyendo la uruguaya.

De los coreanos del norte, de esa vergonzosa dinastía opresiva y en decadencia, que sobrevive en base a un desproporcionado poderío militar que le devora la sangre a su sociedad, ni hablemos.

Cuba, el otro país que ha quedado del antiguo sistema socialista mundial, a tientas, lentamente y tarde se dirige hacia cambios que traten de salvar su economía siempre amenazada por la crisis y la parálisis, y avanza no precisamente por la vía de una mayor estatización.

Solo los miopes pueden considerar que Venezuela tiene algo de socialismo, a menos que la consideremos  el socialismo del siglo XI, de la baja edad media.

Para los comunes mortales, los 1.450 millones de chinos y vietnamitas que habitan, trabajan, estudian, crean, arriesgan, investigan e invierten en su país, su situación, su calidad de vida, su alimentación, sus consumos materiales y culturales, los servicios que reciben y que producen, son infinitamente mejores a los del pasado, aunque el camino recorrido no se compadezca de ciertos dogmas. Muchas veces los dogmas, incluso fracasados hasta el cansancio y el derrumbe, son más fuertes que la realidad.

El XIX Congreso del PCC se realiza en medio de grandes éxitos en los cinco años precedentes, incluso en un tema muy complejo, la actual dirección del Partido Comunista concentró una de sus principales batallas contra la corrupción, destituyendo o encarcelando más de 1.300.000 funcionarios y empresarios. Era una amenaza muy seria a la continuidad del proceso y al papel del PCC en la sociedad china y lo enfrentaron con extrema dureza y a su estilo.

La mejor respuesta, la que tiene un contenido más profundo e histórico a la crisis expresada por la asunción de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos es, la que en estos momentos  está dando China. Sin griteríos ni declamaciones, con apertura y firmeza.

¿Se puede entender todo el proceso chino actual sin considerar su historia, su historia milenaria? No, basta ver el cine chino, lo poco de su literatura que logramos conseguir y, veremos que el PCC juega el papel de unificador de esa enorme cantidad de pueblos diferentes (se reconocen oficialmente 56 grupos étnicos) y darle un horizonte de grandeza y perspectivas a todo el país, el papel que en su momento jugaron las grandes dinastías. También por eso nos cuesta tanto entenderlos.

La historia “occidental y cristiana” que consumimos en estas latitudes y que se presenta como “Historia universal” está fuertemente distorsionada. China era económica y militarmente más poderosa que Europa hace solo 200 años, tuvo desarrollos tecnológicos mucho antes que en occidente, como por ejemplo el uso de la imprenta de tipos móviles y el gran salto hacia adelante que hoy experimenta, tiene sólidos antecedentes en sus miles de años de historia. También en eso tiene diferencias profundas con el imperio zarista.

Una delegación muy reciente de empresarios uruguayos, que visitó diversas provincias, que fue muy bien asistido por la embajada uruguaya en ese país, vino deslumbrada. Fueron llenos de prejuicios y a todos les preguntaban si no extrañaban la libertad, la falta de democracia. Y las respuestas en los más diversos ambientes los desarmaron: una parte fundamental de la sociedad china tiene una visión de la libertad totalmente diversa de la nuestra. A nosotros nos costaría, nos sería imposible adaptarnos a esa visión, pero a ellos le resulta exactamente igual con la nuestra.

La vía china al socialismo no será un ejemplo político que debamos imitar, pero no hay dudas que ha sido el camino transitado por un cuarto de la humanidad para cambiar su vida e influir en el cambio de la vida de una parte mayoritaria de los seres humanos en este planeta. Lo menos que podemos hacer es estar atentos, estudiar esa realidad y tratar de entenderla.

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(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITÁCORA. Uruguay. Coordinador General de IPS entre 1979 y 1984.
 

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