Diciembre 4, 2024

Cantautor de la dignidad: Daniel Viglietti, trovador errante (su última entrevista)

Daniel Viglietti (Montevideo, 1939-2017) es uno de los mayores exponentes del canto popular latinoamericano. Cantante y compositor de reconocidos temas, se ha presentado en los escenarios más importantes del mundo. Desde los años 90 difunde la música y a los intérpretes latinoamericanos a través de sus programas de radio y televisión “Tímpano” y “Párpado” en Uruguay. Durante octubre estuvo brevemente en Chile y dio una entrevista a la revista Punto Final. Su última entrevista, antes de morir este 30 de noviembre.

 

 

En su carrera artística, que cumple sesenta años, ha compartido escenario con músicos y trovadores connotados del continente. También vivió la cárcel y el exilio. En 1972 fue encarcelado en el marco de la represión a los movimientos de Izquierda en su país como antesala al golpe de Estado del 27 de junio de 1973. Gracias a la presión internacional encabezaba por Julio Cortázar, Oscar Niemeyer y Jean Paul Sartre fue liberado y salió al exilio, en Argentina y luego en Francia. A Uruguay pudo regresar solo en septiembre 1984, donde tuvo una recepción masiva.

Viglietti destaca por sus composiciones con contenido social. Entre sus canciones más conocidas están A desalambrar, Canción para mi América, Canción del hombre nuevo, Milonga de andar lejos, entre otras. Durante su exilio mantuvo permanente compromiso con la lucha contra las dictaduras del continente. En Chile estuvo por primera vez en los años 60, coincidiendo en la Peña de los Parra con los integrantes de la Nueva Canción Chilena, entablando con ellos una amistad que se fortaleció con el tiempo. El compromiso social y de solidaridad del cantautor ha sobrepasado todas las pruebas. De paso por Chile, donde dio varios conciertos y fue homenajeado, conversó con PF.

En cada visita a Chile, se suma más público joven. ¿A qué atribuye esta vigencia?

“Creo que hay diferentes periodos históricos que se van sumando. Son ya sesenta años desde que subí a un escenario. Se han sumado muchas etapas, pero hay un elemento en común, que es la necesidad de recibir mensajes que mezclen lo estético con lo ético, con lo ideológico, con una sensibilidad que no esté censurada por toda esta política de los medios de comunicación, que hacen un trabajo tan terrible de desinformación. Hay problemáticas humanas muy directas como son la desigualdad, la injusticia, la impunidad frente a las atrocidades que han sido cometidas en tantas tierras del mundo, pero en particular en América Latina y en nuestros países, Chile y Uruguay. Permanece el latifundio, sobrevive, se realimenta, se redimensiona. El yugo de la banca internacional nos sigue sometiendo, salvo rarísimas excepciones como son los casos de Cuba y del proceso bolivariano, o una experiencia altamente positiva como la de Bolivia con Evo Morales. Todos esos elementos que permanecen hacen que la canción -en el caso mío- tenga un eco y pueda encontrar nuevos oídos”.

¿Le admira que los jóvenes sepan sus canciones?

“A veces en los conciertos menciono la fecha de composición de algunos temas, como por ejemplo Canción para mi América, aquella que a veces se conoce más como Dale tu mano al indioy les digo: ‘Aquí no había nacido nadie’. El público sonríe porque seguro que hay gente que ya había nacido, pero hace mucho tiempo de todo esto. Me gusta que jóvenes vengan a descubrir, a opinar. Uno no puede ser el referente de las audiencias jóvenes que ya tienen sus propios músicos, generacionalmente hablando, pero que nos tienen a nosotros como referentes de otras etapas. Soy eso, una especie de referencia de una etapa que se ha venido viviendo, con aciertos, errores, desajustes, con emociones, con valentía, con miedos, una etapa de hallazgos, de pérdidas… Seguimos buscando lo humano, eso que el Che simbolizaba como el hombre nuevo lo seguimos buscando, aún cuando seamos generacionalmente veteranos”.

CANCION Y POESIA

Sus canciones están relacionados con la poesía. Hizo un espectáculo con Mario Benedetti, ¿cómo fue esa experiencia?

“Cuando comencé, en 1957, había canciones amatorias, canciones paisajistas. Después apareció la problemática social, como Canción para mi América, pero también había una necesidad de hacer música para poetas. Mucho antes de trabajar con poetas en el escenario, hice música para poesía preexistente, de García Lorca, Alberti, Nicolás Guillén, César Vallejo. No por casualidad tengo una hija que se llama Trilce. También de poetas uruguayos, como Idea Vilariño, Washington Benavides, que acabamos de perder, Juan Cunha. Hasta que llega un momento que empiezo a trabajar con el poeta en el escenario, que fue el caso de Juan Capagorry. Después con Eduardo Galeano. En el exilio, él leía textos que estaba por publicar. Yo canciones mías y hacíamos una trenza con eso. Luego vino un trabajo más largo, que es el que hice con Mario Benedetti, que se volvió disco, se volvió a dos voces y se repitió en muchas partes. Nunca vinimos a Chile con Mario, pero bueno, estaba presente en nuestro trabajo, en mis recitales, siempre estaba presente alguna señal de Chile. ¿Imaginas por dónde? Por Violeta Parra”.

Ahora se conmemoran los 100 años de Violeta Parra. ¿Cómo ha sido su influencia en su generación?

“A Violeta la conocí en Chile en 1965, en mi primer viaje y estuve en varias ocasiones con ella, compartí amistad con sus hijos, con Angel, que ahora lo hemos perdido, con Isabel que sigue activa. Para mí fue una experiencia inolvidable porque esa familia me abrió las puertas en Chile. En la peña de los hijos de Violeta, allá en Carmen 340, en un momento dado se produjo un vacío en el elenco porque Patricio Manns estaba haciendo un trabajo en el norte y se ausentaría unos cuantos días. Entonces entré yo y fue una experiencia preciosa. El nacimiento de una amistad con los Parra que valoro mucho. Varias veces los acompañé en conciertos en Uruguay, nos cruzamos en el exilio, en Francia, en Alemania, en Bélgica, cantando en equipo, porque no olvidemos que en la etapa del exilio uno se hacía chileno y ellos se hacían uruguayos, se intercambiaba la sangre latinoamericana”.

En el exilio se hicieron muchos conciertos que reunían a cantautores de todos los países latinoamericanos. ¿Sucede hoy?

“No hay tantos eventos, pero surgen; hay ocasiones en que se produce algo. Vengo de cantar en un festival en Uruguay, el festival de Antel, que es la empresa telefónica nacional del Estado. Hubo grupos de música con genios diversos, por ejemplo los grupos de rock, los grupos de fusión, etc. Fue muy positivo, a veces se producen esas cosas, a veces cuando hago viajes a Venezuela o a Cuba, que todavía mantienen una llama de trabajo colectivo, de espíritu colectivo. Hay ocasiones en que nos mezclamos con otros cantores. En Venezuela, por ejemplo, con Cecilia Todd y también con un grupo de jóvenes músicos muy valiosos, La Cantera. Y en Argentina, también he invitado a algunos músicos a mis conciertos, por ejemplo, a Ramón Ayala una figura legendaria. Y siempre estoy con el trabajo de investigación, con mi trabajo radial. Hago un programa semanal de radio hace décadas. Dónde voy ando con mi grabadorcito haciendo la tarea de investigar un poco a mis colegas, a mis compañeros, haciendo un trabajo diferente al periodístico habitual, porque se trata de un músico que pregunta a otro”.

 

ARTE Y LUCHA SOCIAL

Su creación musical siempre fue en paralelo al desarrollo de los movimientos sociales, vivió los flujos y reflujos de la Izquierda, las dictaduras, etc. ¿Cómo evalúa esos procesos?

“En primer lugar, diría que nada de lo que ocurrió en los ‘años de plomo’ de América Latina fue inútil. Fue un sacrificio enorme de una generación, pero nada fue inútil y no hay de qué arrepentirse. Se cometieron errores, se tuvieron muchos aciertos en las luchas, sufrimos una derrota histórica de esa etapa. A pesar de eso, creo que la resultante fue la aparición de gobiernos progresistas, lo que explica, por ejemplo, que en Uruguay hubo luchadores sociales demonizados, que al salir de las cárceles fueron reconocidos como seres llenos de humanidad, de riqueza intelectual, humana, solidaria. Uno se transformó en un médico famoso, instalando un centro de investigación científica en Uruguay, el doctor Henry Engler que fue uno de los rehenes de la dictadura y, bueno por cierto, el caso muy evidente de Pepe Mujica, que llegó a ser presidente. Eso demuestra aquella siembra que hubo, de luchas, de valentía, de búsqueda de una sociedad más igualitaria, de que se terminaran los privilegios, y que tuvo que ser en un momento dado una lucha directa”.

Es importante la relación musical con los jóvenes…

“Vale la pena también para los veteranos aprender de los jóvenes y en materia musical creo que eso influye, porque ha habido músicos jóvenes en la resistencia uruguaya, por ejemplo, en la etapa de canciones como A redoblar. Es mentira que solo los veteranos enseñan a los jóvenes. Los jóvenes también enseñan a los veteranos. Entonces, lo que estoy hablando de música es extrapolable también a los políticos. Son experiencias que hay que ir estudiando, viendo qué frutos dan. En el plano musical, por ejemplo, es muy difícil cuando en un país ha habido una Violeta Parra: el desafío es muy alto”.

Sucede mucho con artistas que luego marcan una época…

“Nadie es Violeta en su tierra. Con todo respeto por los chilenos que la aman. Pasa en todos lados, tampoco le fue fácil a Chico Buarque en Brasil, que es otra de mis referencias. Si tuviera que decir quiénes me han acompañado en mi vida, bueno, un maestro: Atahualpa Yupanqui. Violeta también nos influyó. Y desde otras áreas el cine. Soy un cinéfilo, me influyó mucho el cine, el neorealismo italiano”.

¿Con los nuevos músicos chilenos, ha tenido contacto?

“He conocido a algunos y quiero conocer a otros. Nunca es fácil por los tiempos. He escuchado con interés a Pancho Villa, muy inquieto creativamente y solidario. He escuchado, pero sin haberlo cruzado, a Manuel García. También oí a alguien que es muy original, Mauricio Redolés. Apuesto mucho a Angel hijo, a Javiera, a Tita. Conocí a Roberto Parra, el tío Roberto, fantástico con sus cuecas choras. Conocí a Margot Loyola, un valor muy importante”.

 

DERECHOS HUMANOS

Sus canciones y las de otros trovadores han sido emblemas en la defensa de los derechos humanos en Latinoamérica. En ese sentido aún existe una herida abierta en el continente. ¿Cómo ve esa situación?

“La pregunta que me haces toca un tema central, si me preguntan si pertenezco a un partido o a una corriente política, contesto que pertenezco a toda la fuerza, la energía, la maravilla de lealtad con la memoria de familiares de los caídos en la lucha. Apoyo a esa corriente de madres, hijos, abuelas, que me parecen a veces una suerte de gobiernos éticos de nuestros países.

Creo que los responsables de violaciones a los derechos humanos, tienen que pasar por la justicia. Nadie habla de venganza, pero tienen que pasar por la justicia. En Argentina comenzó en el periodo de Kirchner. Fue importante. Como uruguayo no me meto en la política argentina, pero me parece fundamental esa política de DD.HH. que se hizo. En Uruguay ha sido un poco más lento. Son los familiares los que mantienen la llama viva, siempre trato de apoyarlos: otros músicos también lo hacen. Hay gente solidaria, escritores, pintores, cineastas, que apoyamos luchar contra la impunidad. Para que la historia no se repita, hay que demostrar que no es impune que un individuo haya hecho las atrocidades que conocemos. Creo que hay que seguir trabajando, hay que seguir remando, aún a contracorriente, sobre todo en estos tiempos en que surgen personajes como Trump y análogos, que aparecen junto a brotes xenófobos y fascistas”.

 

ALEJANDRO LAVQUEN

 

Publicado en“Punto Final”, edición Nº 886, 27 de octubre 2017.

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