En una Encuesta Nacional 2010, que realizó el Instituto de la Juventud, se informa que de cada diez trabajadores, técnicos y profesionales, seis no tienen un trabajo relacionado con lo que estudiaron.
Al mismo tiempo, según investigación de El Mercurio el costo de las universidades es el más alto del mundo (y en este caso no miente) y, al contrario de lo que sucede en otros países, el 80% es financiado por los propios estudiantes. En consecuencia, la educación superior no sólo es mala sino además un robo; y, por cierto, lo es también la enseñanza básica y media ya que las escuelas municipalizadas y particulares subvencionadas entregan una enseñanza inútil.
Según un ranking de la OCDE (del cual Chile es miembro reciente) ese 80% de aranceles universitarios que paga el alumno en nuestro país es más del doble que en los Estados Unidos, 3 veces el de México, cinco veces más que España, ocho veces, el de Francia y veinte veces más que Dinamarca. Además, en Argentina, Brasil, Alemania y Suecia las universidades públicas son gratuitas. Por tanto, el alto costo de la educación superior, cubierto principalmente por los estudiantes, es expoliador para la familia chilena y de suyo injustificado cuando nuestras universidades de encuentran lejos de las cien mejores del mundo.
El problema es el lucro. Los dueños y directivos de escuelas y universidades privadas se enriquecen con una educación convertida en negocio mientras publicitan las bondades del Opus Dei, los Legionarios de Cristo y cierran las puertas al pensamiento diverso. A su turno, las universidades tradicionales, acogotadas con una política fiscal restrictiva, torpe e indolente, se ven obligadas a financiarse con elevados aranceles, que compiten con las privadas en su agresión al bolsillo de las familias modestas de nuestro país.
Así las cosas, el sistema educacional ha culminado en un desastre, con impacto social ineludible. Los hijos de familias de bajos ingresos reproducen la miseria de sus padres en escuelas municipalizadas inservibles y privadas subvencionadas, que enriquecen a empresarios inescrupulosos.
Por su parte, la multiplicación de universidades privadas, sin carreras técnicas ni planificación educativa, sólo ha servido para engañar con esa mentira del mayor acceso de los jóvenes a la educación superior. Pero, en la práctica, tal acceso resulta inconducente ya que todas las comparaciones internacionales revelan hasta el cansancio la bajísima calidad de nuestras universidades.
La razón está de parte de los jóvenes cuando protestan contra un sistema educacional inservible y corrompido. Lamentablemente, las demandas de la masiva lucha estudiantil del 2006 fueron domesticadas por la farándula y luego anuladas con una comisión de Bachelet que culminó en un evidente gatopardismo. La LOCE convertida en Ley General de Educación (
La mala educación continuará y su división clasista se acentuará. Las mejores escuelas seguirán reservadas para los hijos de las familias ricas de Chile, con los más altos puntajes en
Y, la segmentación social y territorial que caracteriza a estas escuelas seguirá reproduciendo en los jóvenes del barrio alto el clasismo, racismo e individualismo propio de las familias ricas.
Por su parte, los jóvenes pobres provenientes de escuelas inservibles, con sus bajos puntajes en la PSU, seguirán ingresando a universidades de baja calidad, estudiando profesiones sin demanda en el mercado. Crecerá el ejército de profesionales desocupados y en el mejor de los casos llegarán a servir como empleados de los jóvenes de su misma generación que serán ejecutivos de las empresas de sus padres. El futuro de los niños de Chile está marcado por su origen de clase, desde su nacimiento.
El sistema educacional chileno, en vez de integrar a los niños de distintos orígenes sociales, promover la convivencia en comunidad, estimular la promoción social, favorecer un mismo lenguaje y valores, se ha convertido en instrumento de exclusión y ampliación de las desigualdades. Al mismo tiempo, se desconoce que la formación es un activo social y nacional que beneficia no sólo al educando sino al país.
La demanda por una educación decente y sin discriminaciones para todos los niños, hijos de familias ricas y pobres, es justa y necesaria. Está en juego el desarrollo económico del país, insostenible con el sistema actual. Está en juego también la estabilidad del sistema político, con excluidos que acrecientan su desesperanza. Los estudiantes lo han entendido mejor que nadie y por ello exigen el término del lucro, el mejoramiento de la calidad y la eliminación de toda discriminación. Terminar con el robo en la educación es una tarea urgente.
*Economista, Nueva Economía.
28-03-11