Noviembre 7, 2024

Un desierto de lo real: el libro “Ideas para Chile”

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ministra_hardyLa derrota electoral de la Concertación el año 2009,  y meses después la sorprendente  ineficiencia demostrada por el Estado por ella dirigido con ocasión del terremoto de Febrero del 2010,  planteó serias dudas acerca de la habilidad de este conglomerado político para dirigir los destinos del país. La catástrofe sísmica de Febrero y la respuesta estatal a ella dejaron también al descubierto las limitaciones y las deficiencias de las  políticas administrativas, sociales y económicas implementadas por el conglomerado  durante sus 20  años de gobierno.

 

 

 

 

            La inhabilidad e impotencia política de esta coalición se manifiesta también por su insolvencia manifiesta en articular y organizar una oposición dinámica basada en principios alternativos a los del gobierno de derecha que la sucediera en el poder,  y por la  espectacular degradación de la ética política,  pasada y presente,  de algunos de sus  personeros.  Manifestado esto último por ejemplo,  por las enconadas, mendicantes e inciviles disputas públicas por exiguos fondos y dineros foráneos (alemanes,  franceses, españoles)  para financiar sus actividades;  por la recientemente publicitada información que indica  que personeros de sus gobiernos solicitaron la ayuda de  servicios de inteligencia extranjeros para espiar las actividades políticas legales de ciudadanos chilenos,  y por la incapacidad  de llevar a cabo un  diálogo político de buen nivel como lo demostraran las bastas, inciviles y estériles respuestas al libro recientemente  publicado del ex senador C. Altamirano.   

 

            La penuria del destino político de la Concertación  podría atribuirse a problemas pasajeros de organización y al hastío del electorado por la presencia de las mismas caras marchitas en el gobierno del país. Sin embargo una lectura detallada y crítica del rastro de documentos políticos y culturales concebidos a lo largo del tiempo  por sus autodenominados intelectuales,  advertirá  de la  trivialidad e incongruencia de sus postulados;  de la ausencia en ellos de una visión manifiestamente alternativa de país a la de  la dictadura militar, y por último de la inutilidad de ellos como herramientas para encontrar soluciones adecuadas y modernas que  transformen las vetustas estructuras políticas y económicas que zapan la democracia y la justicia social.

 

            El libro, publicado hace ya mas de un año,  “Ideas para Chile. Aportes de la Centroizquierda” (Editorial Lom, 341 pp.),  editado por la Sra. Clarisa Hardy y prologado por la ex presidenta Sra. M. Bachelet, agrega un volumen más a la  vasta librería de textos e  iconografía  presuntuosa y pseudo erudita,  con la cual una vez más los  funcionarios de una parte de la Concertación intentan justificar de manera irreflexiva,  y usando especulaciones que abandonan y abusan de la historia y de la  realidad,  su total abandono de los principios de izquierda.  Esta obra al parecer se ha convertido involuntariamente en el canto del cisne del conglomerado y a pesar de la relevancia que ella adquiriría dado la situación política de él y del país,  ella ha recibido solamente superficiales menciones en la prensa,  sin un análisis critico y adecuado que sus contenidos merecerían. Se demuestra con ello a mi juicio el bajo  e insubstancial horizonte del discurso político en el país.

 

             Sin duda que es imposible en un articulo hacer un análisis exhaustivo de los contenidos del libro, sin embargo  un número importante de los diferentes artículos presentes en él,  comparten algunas  características  generales que si es posible especificar.  Por ejemplo, en varias de ellos  los autores realizan intentos  fallidos por dotar a las políticas económicas y culturales de la Concertación de cierta universalidad en un mundo globalizado; presentándose esta  última característica como un fetiche, al cual la sociedad chilena y su población le deben rendir pleitesía,  sacrificando a ella sus tradiciones, su historia y su bienestar.  A mi modo de ver esta búsqueda  de la universalidad en un mundo globalizado detallada en algunos de los textos de la obra,  trasunta un provincialismo obtuso y ramplón. En ellos se confunden toscamente la correspondencia  de las propuestas políticas de la Concertación con otras similares llevadas a cabo en otros países y la aprobación condescendiente de ellas por políticos e instituciones foráneas, con la efectividad de ellas para solucionar los problemas del país. 

            La universalidad consiste en analizar críticamente la realidad chilena y su problemática,  usando plenamente las herramientas dadas por la cultura global y no en la aceptación bochornosa,  ciega y dogmática   de prescripciones y recetas administradas por partes interesadas y que son de dudosa validez y utilidad para el país. En su búsqueda de lo universal algunos ilustrados concertacionistas ignoran en sus textos la historia y la tradición nacional,  en la cual los chilenos con proyección mundial han sido aquellos que usando elementos del acervo cultural universal,  lo han aplicado en su trabajo y obra al estudio del entorno nacional como sucedió entre muchos con el Abate Molina, Andrés Bello, Gabriela Mistral,  y por supuesto el presidente Allende.

 

            En el  contexto, de esta búsqueda mutilada de una nueva universalidad o internacionalismo,  que deviene en un  localismo chato,  sin salida y que sirve de escudero bochornoso de lo foráneo,  vienen a la memoria los juicios de Don Armando Uribe (Premio Nacional de Literatura, 2004).  Quien explicara hace poco,  que las políticas dañinas  para las mayorías  que la Concertación ejecutara de espaldas  al contexto nacional,  se explicarían parcialmente porque una parte importante de sus dirigentes carecen de una identificación total con la cultura y la historia chilena. Identificándose ellos, como primera o segunda generación de inmigrantes, mas con los países que sus ancestros hubieron de abandonar,  que con el país que les diera las oportunidades de surgir y de progresar, “despreciando con esto lo popular y lo nacional”.   

 

            La característica de trabajar de espaldas a la realidad produce en la obra,  algunos textos y juicios que comparten rasgos más propios  del pensamiento mágico y primitivo, que del juicio racional y basado en hechos,  que debiera esperarse de intelectuales izquierdistas del Siglo XXI,  con ambiciones de dirigir los destinos del país. Por ejemplo, en uno de los ensayos en que se saluda de manera laudatoria,  como debiera ser,  la elección de una mujer como presidente de Chile, su texto pretende darle a este hecho características revolucionarias y de partero de un nuevo ciclo histórico de progreso para la mayoría de las mujeres del país. Haciendo el análisis abstracción del hecho claro que durante el cuadrenio  en el cual la Nación fuera presidida por una mujer,  los progresos sociales y económicos de la generalidad de las mujeres trabajadoras  fueron mínimos, y tal vez inexistentes; como lo demostraría el aumento de la pobreza en ese periodo; pobreza que habitualmente castiga a las mujeres de manera desproporcionada y excesiva. 

 

            Dicho de otra forma, y contradiciendo la simple tesis del ensayo discutido, la sola imagen políticamente infecunda y  simbólica de una mujer presidente, fue totalmente ineficaz en paliar las duras condiciones económicas y sociales en que viven las mayoría de las mujeres en el país, incluyendo entre otras, las temporeras de la fruta, las trabajadoras de la industria del salmón y las mujeres de los pueblos originarios.  Es decir el intento en el texto para  establecer una relación causal entre la elección de una mujer presidente y el mejoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de las mujeres en el país, se convierte en un pensamiento mágico por  carecer esta  putativa relación causal de sustento en la realidad. Además, como dice el critico y filosofo irlandés profesor Terence (Terry) Eagleton (Oxford, U. de Manchester, U. de Notre Dame), “una posición feminista que manifiesta una cruel insensibilidad de clase media al aislarse del destino adverso de la gran mayoría de las mujeres…,  es escandalosa,  y debe ser denunciada y combatida por mujeres y hombres de izquierda” 

 

            En los textos en los cuales se discute como estimular la innovación, aquella manoseada entelequia o conjuro,  que abarcaría la creatividad y la novedad tanto en los campos tecnológicos, científicos como también en los políticos,  económicos  y sociales,  los autores  hacen también en sus textos abstracción de la realidad de manera ofuscada, miope  y pertinaz.  Aquí cabe preguntarles a los autores que innovación tecnológica puede producirse en un país como Chile en que el sistema educacional que atiende al 90% de los chilenos es excluyente, de pésima calidad e ineficiente. O que innovación  tecnológica habría de  esperarse  de un país en el cual la mayor parte de la economía aun se mueve gracias al esfuerzo físico de una mal pagada mano de obra,  inexcusablemente lesionada en sus intereses más elementales,  como el de la organización sindical.  

 

            Se podrá elucubrar acerca  de la innovación de manera interminable en artículos y reuniones,  y se podrán obtener sinecuras para discutirla, pero esta será un espejismo hasta que no se invierta en educación pública de una manera adecuada para que esta actividad recobre su respetabilidad destruida por la dictadura. Como también  para mejorar su calidad y para democratizar su acceso, haciéndola independiente del nivel socioeconómico. Tampoco ayudan a la innovación las políticas concertacionistas que han dejado en manos foráneas la explotación y las utilidades de la minería, la explotación de los bosques  y de los mares chilenos. Para aumentar las ganancias de manera irracional esta actividad económica es llevada a cabo con tecnologías primitivas,  que además de atentar contra la innovación atentan contra la salud de los trabajadores y de la población, además de ser acompañada de un deterioro ambiental, que en más de una situación es absoluto e irreparable.  

 

            Una rápida lectura de la historia indica que las señeras innovaciones generadas en la medicina, la física y la química en la Alemania de fines del XIX  y en la matemáticas, en la física y la tecnología aeroespacial en la antigua Unión Soviética en la primera mitad del Siglo XX,  fueron en parte el resultado de la democratización de una educación de buen nivel y de los procesos políticos,  que resultaron en la expansión de ella, sin restricciones a todos los niveles de la población.  Similarmente, la preeminencia alcanzada por EE. UU. en las ciencias biomédicas y otras,  después de la Segunda Guerra Mundial, y que aun persiste hoy día,  fue el resultado claro de las políticas democratizantes  de la administraciones Roosevelt y Truman,  que expandieron la educación de buen nivel  a todos los estratos sociales, independizando el acceso a ella del nivel socio económico.

 

            Es trágico evidenciar como en estos textos se pretende usar a la innovación de una manera demagógica, sin atacar seriamente  las barreras que impiden su desarrollo, como ocurre con la municipalización y la mercantilización de la educación en el país.  En este proceso los autores de estos textos parece que festiva e irresponsablemente esperaran que el carretón moviera al caballo o que cual magos esperaran que las incantaciones  de sus vacíos textos generaran  innovación en Chile sacándola de un sombrero como conejos y flores. Lo funesto  es que con esta posición se propende también al mito de que una organización social como Chile puede progresar seriamente,  usando solamente el 10% o menos de su talento de manera productiva. Y que la selección  natural de este talento puede hacerse efectiva  reduciendo de manera drástica la variedad que se selecciona. En contra de los principios básicos de la Teoría de la Evolución,  y como consecuencia de un cuello de botella selectivo creado por un  mecanismo contra natura  como es el nivel socio económico.

 

            En parte como resultado de las limitaciones descritas y otras, los textos del libro carecen de lo que se podría llamar una sensibilidad y premura de izquierda que ha sido relativamente bien definida recientemente por el  profesor Terry Eagleton ya mencionado. Según el profesor Eagleton esta sensibilidad se caracterizaría por la presencia de un convencimiento de “que de la mayoría de la gente que ha vivido y vive en el mundo lo hace en condiciones de vida y de trabajo permanentemente miserables  y alienadas  y que esta es una situación que inaplazable e imperativamente debería  ser mejorada y aliviada”. La ausencia  de esta sensibilidad y premura se aprecia por ejemplo en el texto de Don E. Tironi, en el cual se nos asegura con una contumaz  y bufonesca desfachatez,  y citando a Marx como un amuleto,  que lo que hay que hacer en Chile para  mejorar la situación económica y social de la mayoría es lo que la Concertación fracaso en hacer en sus 20 años de gobierno.

 

            Esta misma falta de humanidad de izquierda se advierte en el texto del profesor de Globalización Don E.  Ottone cuando se nos asegura triunfalmente que el salario anual promedio en  Chile es de 14.000 dólares y que el número de educandos en el sistema educacional ha aumentado; sin mencionar solapada y ladinamente el  porcentaje de la población que recibe ese salario anual o sin un análisis de la calidad de la  educación que reciben estos educandos.  Esta falta de sensibilidad divorciada de la realidad, y de los principios de izquierda,  se aprecia también en  este ultimo texto cuando se nos asegura en un éxtasis casi místico de que los 20 años de gobierno concertacionista han sido los mejores años en la historia del país. Estos  textos  parecen transparentar cierta quimera totalitaria,  además de una incapacidad  empática para  distinguir entre el destino personal y aquel de la gran mayoría de los habitantes del  país;  en resumen una manifestación mezquina y criolla de las  anacrónicas divisas “L’etat c’est moi” y “Apres moi le deluge”.

 

            Al final de la lectura de algunos de los artículos de esta obra uno entiende mejor porque la Concertación perdió la última elección presidencial y se ha convertido en un conglomerado aparentemente sin rumbo político,  ya que como lo demuestra repetidamente el análisis de este libro la mayor parte de su quehacer intelectual y político se ha desligado totalmente de las necesidades de la gran masa de la población chilena. Y de esta manera asistimos al  triste espectáculo de que una vez más las renovadas  banderas políticas de las llamadas caras nuevas de la Concertación, y las cuales pretenden revivir su fuste político, se circunscriben prudentemente a problemas como las uniones civiles del mismo sexo y la legalización del aborto. Problemas que sin lugar a dudas deben ser urgentemente solucionados en una sociedad moderna, pero que cuya solución en general deja incólume el desmedido y nefasto desequilibrio que existe en el país respecto de la detentación del poder político y económico y el resultado funesto de este desequilibrio,  como son los desarrollos que afectan negativamente la vida diaria de las personas en aspectos tan vitales como la educación, la salud, la previsión social, el transporte, los servicios,  los derechos humanos y el medio ambiente.

 

            En resumen,  estos textos parecieran indicar que algunos hombres y mujeres de la  Concertación han internalizado de forma memorable en su quehacer intelectual y político la pretensión del  fiscal italiano que el  año 1929 persiguiera y encarcelara a   Antonio Gramsci  con el objetivo de detener por lo menos por 20 años, afortunadamente de manera infructuosa,  el original trabajo de su cerebro. Una proyectada alianza política entre las fuerzas de izquierda y las de la Concertación, sin un cambio importante en las  negativas condiciones y dinámicas internas de esta, demostradas por una parte importante de los textos de este y otros libros,  pareciera tener un menguado destino político para la izquierda;  dado su peligrosidad en desvirtuar, diluir y falsificar su vigentes e históricos principios.  Parafraseando al filósofo francés Alain Badiou podríamos terminar diciendo  que en Chile los principios de izquierda fueron derrotados honrosamente el año 1973,  y por segunda vez  y de una manera indigna, durante los 20 años de gobiernos de la Concertación

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