El liderazgo de
De partida, se silenció un aspecto fundamental de dichas violaciones. Aquel que le dio sentido político a “la política de terrorismo de Estado desarrollada sistemáticamente por la dictadura”. Es decir, como lo han señalado Jaime Castillo Velasco y Francisco Estévez, aquel terrorismo tenía una finalidad esencial político-social: “Para destruir de raíz el tejido social y político que había requerido décadas de democratización, era necesario emplear una represión muy violenta que socavara la asertividad y el desarrollo político que habían adquirido los sectores medios y populares de la sociedad chilena. La extrema atomización política, social y cultural que hemos experimentado requería de una socialización represiva de largos años de duración. Había que destruir no sólo las estructuras organizacionales de larga data, sino fundamentalmente el espíritu y la identidad que las animaba”. (Comisión Chilena de Derechos Humanos y Fundación Ideas.- Nunca más en Chile. Síntesis corregida y actualizada del Informe Rettig; Edit. Lom, 1999; p. 9)
Aspecto que, “desde la otra vereda”, ha sido reconocido también por Andrés Allamand, al señalar la conjunción de intereses entre quiénes propiciaban un modelo económico neoliberal y la pretensión de Pinochet de eternizarse en el poder: “El modelo le aportaba (a Pinochet) una propuesta coherente y de paso le brindaba una coartada para el ejercicio prolongado del poder… Una revolución de esa magnitud –eso era lo que era- necesitaba tiempo. Desde el otro lado, Pinochet le aportaba al equipo económico algo quizás aún más valioso: el ejercicio sin restricciones del poder político necesario para materializar las transformaciones. Más de alguna vez en el frío penetrante de Chicago los laboriosos estudiantes que soñaban con cambiar la cara a Chile deben haberse devanado los sesos con una sola pregunta: ¿Ganará alguna vez la presidencia alguien que haga suyo este proyecto? Ahora no tenían ese problema”. (Andrés Allamand.- La travesía del desierto, Edit. Aguilar, 1999; p. 156)
Todo esto fue completamente ocultado por TVN (y los demás canales), restringiéndose a tratar la temática de las violaciones de derechos humanos –con muy escasas excepciones- desde una perspectiva del reportaje de noticias policiales respecto de sentencias puntuales de los tribunales de justicia; y, por cierto, sin contextualizaciones histórico-políticas ni, menos, condenas éticas.
En consonancia con lo anterior, se ignoró en la “televisión concertacionista” la generalidad de la historia más crucial de esa época: La vida en los grandes centros de detención y tortura que proliferaron luego del golpe de Estado; la subsistencia en los campos de concentración que se extendieron hasta 1976; el horror del sistema de botar al mar los cadáveres de personas desaparecidas; el desenterramiento de cadáveres luego del descubrimiento de las fosas de Lonquén (Operación “retiro de televisores”), para hacerlos desaparecer nuevamente; la labor de tantos chilenos que ocultaron a los perseguidos y que ayudaron a asilarlos en embajadas; la notable y permanente defensa de los derechos humanos realizada por
Incluso, cuando con ocasión de los treinta años del golpe se publicitaron un conjunto de imágenes y algunos documentales respecto de aquel, TVN y los demás canales se cuidaron expresamente de efectuar debates que permitieran que el país reflexionara mínimamente sobre aquellos hechos y –menos aún- sobre el conjunto de la dictadura.
Asimismo, la televisión no efectuó ninguna labor informativa y menos de promoción y “acompañamiento” para que las víctimas fueran a inscribirse ante
Pero quizá lo que más llama la atención a este respecto fue la tenaz negativa de TVN durante los veinte años (y mantenida hasta el día de hoy) a abordar su desgraciada contribución a las más graves violaciones de derechos humanos de la dictadura. Recordemos que ella fue un eficaz instrumento de la desinformación gubernamental respecto de las desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y torturas durante los 17 años del régimen. Se sumó también a la permanente campañas de injurias y calumnias contra la oposición que la presentaba como “traidora a la patria”; y particularmente a las denostaciones que pretendieron justificar ante la población las detenciones, exoneraciones y exilios por razones políticas de cientos de miles de personas. Desempeñó un papel clave en la gran mentira de los 119 desaparecidos que se quiso presentar como muertos entre sí en “enfrentamientos” inventados por