No sé qué tipo de póker acostumbra jugar usted (si es que juega alguno), pero hace muchos años yo participaba en unas “timbas” con mis amigos del barrio en la cuales, generalmente, botábamos nuestro escaso dinero jugando un póker clásico. La casa manda… se abre con un mínimo de dos pares… si nadie tiene al menos ese juego, se baraja el mazo de cartas y se reparte de nuevo, pero en cada vuelta hay que poner una cantidad de dinero hasta que finalmente alguien tenga las cartas necesarias para “abrir”. Ese póker era el que yo amaba.
Había que tener cara dura, rostro de madera, ojos sin vida, muecas inexistentes, y ser dueño de nervios de acero para no denotar ante el resto de los pokeristas que uno tenía buen juego, algo así como un full o una escala, prolegómenos ambos del triunfo. Pero, allí comenzaba entonces la verdadera acción, pues bastaba que uno de los contendores –que había estado en silencio durante largo rato- comenzara a subir las apuestas a niveles insospechados para que mis alegrías internas se transformaran en dudas oscuras, vacilaciones y temores, los que a la postre me llevaban a decir las tristes palabras: “mucho dinero, no puedo arriesgar tanto, no voy”…. lanzando las cartas (boca abajo) al centro de la mesa y dando de inmediato por perdidas todas mis ‘posturas’ en dinero.
Después, avanzada la noche de juerga, me enteraría que ese contendor no tenía mejor juego que yo, pero había “blufeado” subiendo escandalosamente las apuestas para hacerme desistir y abandonar la partida… y mi plata.
En fin, el largo ejemplo del viejo juego del póker puede ser aplicado también en el ámbito de las encuestas de opinión, específicamente de opinión política, donde seguramente algunos poderosos caballeros están ‘bluféandonos’ en beneficio directo de determinada candidatura presidencial. Generalmente las encuestas –la mayoría de ellas- aciertan en la línea gruesa y equivocan en detalles… pero, ¡cuidado!, esos detalles son los que conforman la solidez de la línea gruesa, y resultan fáciles de alterar en beneficio de una ideología, persona o empresa, sin que ello modifique o altere a su vez la línea gruesa.
Un somero ejemplo de lo dicho lo encontramos en el asertivo comentario de un cibernauta chileno, don Jorge Campos S., quien en su cuenta de twitter escribió: “La gente opina que cierto candidato tiene la peor evaluación positiva y a la vez tenga la mayor intención de voto. Sólo CEP puede” (sic). ¿Se dan cuenta, amigos lectores, he ahí una velada forma de manejar en beneficio de una ideología o de una persona los susodichos ‘detalles’. Esto me hace recordar la frase dicha por Winston Churchill hace más de 70 años, pues al parecer esa podría ser una de las razones de peso para rechazar los datos estadísticos de las mentadas encuestas de opinión: “Sólo me fío de las estadísticas que he manipulado”.
En el caso de Chile la desconfianza en las encuestas va más allá de una posible manipulación maestra de los detalles, pues tal vez ella no sería necesaria ya que las tres empresas principales -que se dedican a recabar datos de opinión pública- están no sólo en manos de empresarios que son reconocidos derechistas sino, además, ex colaboradores de Sebastián Piñera durante el gobierno que este encabezó entre los años 2010 y 2014.
Vea usted lo siguiente. ADIMARK es presidida por el señor Roberto Méndez, quien se desempeñó varios años como asesor y consejero de Sebastián Piñera. Esta amistad (o quizá, dependencia) llevó a Méndez a no publicar el estudio de esa empresa en la primera semana del mes de febrero del 2017 (como lo hacía siempre, fuera cual fuera el mes) posponiendo la publicación para semanas más tarde, aduciendo que “el atraso tiene que ver con el mes, ya que febrero es un mes complejo, pues hay mucha gente en vacaciones, tiene tres días menos y eso nos retrasó el trabajo de campo”. Importante es señalar que en ese momento Piñera mostraba feble resultado en las encuestas en general y era sin duda uno de sus peores meses. La ayuda de Adimark fue desembozada y cínica.
Eso ocurre en ADIMARK, y si hundimos un dedo en la estructura de otra empresa, CADEM, nos topamos con situaciones también cuestionables, las que obligan a dudar seriamente en las publicaciones que esa empresa realiza semana a semana. Para dar un primer paso en esta crítica, basta saber que el jefe (¿o propietario?) de CADEM es el cientista político Roberto Izikson, hombre que milita en la UDI y que el año 2010 fue designado, por Sebastián Piñera, a cargo de la Secretaría General de Gobierno, mientras –otro ‘pituto’ más- oficiaba también como asesor del ministro del interior, Rodrigo Hinzpeter, en investigación de opinión en materias de políticas públicas asociadas a la delincuencia.
¿Puede ser confiable una encuesta política, cuando va de candidato el ex jefe del dueño de esa empresa, y además la metodología usada es ‘trucha’ (según opinó Carlos Hunneus , director ejecutivo de del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC)? Es una soga con demasiados nudos… no sirve siquiera para lacear incautos.
¿Y el CEP, dirá usted? El Centro de Estudios Públicos está financiado –y en gran medida dirigido-por los dueños de Chile, y la encuesta de opinión pública es absolutamente dependiente de lo que digan esos dueños. ¿Quiénes son ellos? Tome nota. Eliodoro Matte Larraín (presidente de CMPC); Jean Paul Luksic (mega empresario minero), Wol von Appen (director de SQM y conocido donante y financista de la Fundación Pinochet), Luis Enrique Yarur (presidente del BCI y Salcobrand), Salvador Said (presidente del directorio de Cruz Blanca, BBVA, Parque Arauco S.A.), Juan Andrés Camus (presidente de la Biolsa de Comercio).
Este directorio es quien manda y decide en materias de encuestas, asunto que ellos desconocen profesional y técnicamente ya que pertenecen a otro ámbito de la economía y la producción, pero son quienes determinan las preguntas a realizar, lo que se comprueba al observar que en las encuestas de CEP nunca hay preguntas referentes a violaciones de los derechos humanos, brecha económica y desigualdad del sistema, etcétera.
Quien preside o dirige técnicamente el CEP es el señor Harald Beyer, ex ministro de educación en el gobierno de Sebastián Piñera, y la verdad es que ya parece cosa de locos, pero en Chile ocurren estas inverosímiles cuestiones. Mire usted, el CEP es dirigido por ese ex ministro de estado que fue destituido por el Congreso por faltar a la ley incumpliéndola… y ahí está ahora, diciéndonos en jerga estadística quién es el que merece nuestro sufragio porque va a la cabeza en una tabla de posiciones que el mismo destituido amaña en beneficio propio, y de sus patrones. Definitivamente, la encuesta CEP es sólo una encuesta hecha por los empresarios, tan ‘válida y confiable’ como podría ser una encuesta de opinión pública hecha en Pionyang por Kim Jong-Un.
Bueno pues, con estos caballeros de Adimark, Cadem y Cep tiene usted que jugar póker de encuestas en asuntos políticos. ¿Cree poder derrotarlos? Son maestros en el bluff y apuestan manos muy fuertes en cada juego, tanto que a veces resulta difícil competirles. No se deje atrapar por maromas de jugadores adictos, no crea en las caras pétreas de esos adversarios. Siempre que aparezca una de esas encuestas recuerde quiénes (y para qué) la dirigen; manténgase firme y espere la “batalla final”, que es la que usted debe ganar. En esa última instancia, la de las elecciones, se sabrá por fin cuántos pares son tres moscas.