W. Wilson y F.D. Roosevelt ganaron sendas elecciones gracias al aislacionismo, al comienzo de la primera y segunda guerra mundial, respectivamente. Los estadounidenses no querían dar la sangre de sus ciudadanos en la carnicería europea, sin embargo, ambos Presidentes entraron en la guerra dando el triunfo a Inglaterra y Francia. Wilson no logró que su país participara en la Liga de las Naciones, pues el egoísmo nacional era muy superior al idealismo del Presidente de entonces.
El nacionalismo, parodiando a Lenin, “es una enfermedad infantil” de los pueblos, y el chauvinismo excita la xenofobia y el bajo sentimiento del destino manifiesto que los yanquis se atribuyen a sí mismos.
Donald Trump, igual que los demás magnates convertidos en Presidentes por el arribismo y la insensatez de las capas medias, viven y siente que sus respectivos países son igual a sus empresas, con empleados incluidos, y deben ser gobernados como tales. Para Trump, el resto de los países son también industrias, razón por la cual admira al “zar” Vladimir Putin, pues le encantan los patrones autoritarios y que nunca pierden.
Uno de los tantos psiquiatras que se han dedicado a estudiar e investigar la personalidad psicopática de Trump sostiene, con razón, que es un niño que se asusta cuando ve el peligro de que otros infantes le roben las canicas. Es el miedo a un eventual juicio político, o bien, que el Congreso le retire la sal y el agua el que lo tiene fuera de sí.
En política exterior, apoyado por el Pentágono, se toma las licencias de lanzar poderosas bombas en Siria y Afganistán y de definir amigos y enemigos – entre los primeros, Arabia Saudita e Israel, en cierto grado, Rusia; entre los enemigos, China e Irán principalmente -.
Cada va quedando más claro que Trump ganó las elecciones presidenciales gracias a la intervención directa de Putin. Para los imperialistas debe ser una vergüenza que sus elecciones sean dirigidas y manipuladas por los rusos. Los yanquis han tenido Presidentes idiotas, y un pillo de siete suelas, Richard Nixon, pero nadie comparable al actual Mandatario.
Trump se apoyó en el voto del norteamericano inculto, habitante de los pequeños pueblos, además, víctimas de la modernidad. Las promesas del candidato correspondían a los prejuicios de este tipo de electores – personajes tan bien pintados por la literatura de los años 50 -, fundamentalmente la xenofobia, el chauvinismo y el desprecio a los Tratados de Libre Comercio y, sobre todo, al hecho de su país estuviera dominado por una familia de negros. Para estos trogloditas, esta era la última oportunidad de elegir un blanco, además millonario y empresario exitoso. Al norteamericano idiota le encantaban los modales bruscos, autoritarios y machistas de su candidato.
Donald Trump ha intentado cumplir su programa de gobierno, pero no siempre en forma exitosa: trató de expulsar a millones de inmigrantes, pero los Tribunales, en uso de sus atribuciones, impidieron estos extrañamientos en masa; en otro ámbito, pidió dinero al Congreso para ampliar el muro, que ya habían iniciado sus predecesores, pero le negaron el presupuesto para dicha obra. En cuanto a los TLC, aún no se atrevido a reformular el NAFTA. Con respecto a la OTAN, en vez de criticarla, como lo hizo durante su campaña, terminó alabándola, salvo el grosero cobro a sus colegas del pago de las cuotas.
La etapa siguiente consistía en cumplir con sus votantes de los Estados donde se desarrolla la industria automotriz – General Motors, Ford…- y seguir favoreciendo el uso del carbón y de los demás combustibles fósiles. El viernes, 2 de junio anunció que Estados Unidos dejaría de participar en los Acuerdos de París, con respecto al calentamiento global y al efecto invernadero; para que este país ultime los detalles exigidos por pacto para abandonar el Acuerdo de París, se hace necesario un período más largo que el mandato de Trump.
Todos los gobernantes de los países del mundo reaccionaron en contra de esta decisión del Presidente norteamericano, incluso, hubo poderosas manifestaciones en Nueva York, Washington y California en contra del Presidente, que a este desatino sumó la intervención rusa en las pasadas elecciones del mes de noviembre.
Ángela Merkel y Emmanuel Macron han asumido el liderazgo de Europa y tienen claro, como lo dice la Canciller alemana, que no pueden contar para nada con Estados Unidos. Macron, tomando aires gaulianos, retrocó a Trump con una inteligente y oportuna frase, “hagamos el planeta grande otra vez”, en vez de la frase de Trump “hagamos a América grande otra vez”.
El aislacionismo de Trump ha permitido a China tomar el liderazgo en la lucha contra el calentamiento global, dejando a Estados Unidos junto a Nicaragua y Siria – países que no han firmado el Acuerdo -.
Los objetivos de dicho Acuerdo son bastante moderados: se trata de detener el calentamiento en apenas 2 grados centígrados. Los efectos del calentamiento global no se pueden minimizar, pues unas décadas más, el Continente Ártico no tendrá ni hielo, ni nieve. En el sur de Chile la pluviosidad se ha reducido, en un lapso de 50 años, a la mitad; en los Campos de Hielo Norte y Sur han desaparecido varios glaciares, y el diámetro del Glaciar San Rafael se reduce día a día.
Nuestros insensatos y herodianos gobiernos se dan el lujo de regalar el agua a privados, cuando hay pueblos enteros que carecen de este vital elemento.
Costa Rica, durante dos meses, se dio el lujo usar solamente fuentes de energía limpia y no convencional; en Chile, gracias a la gestión del ministro de Energía, Máximo Pacheco, estamos llegando al 20% de energías limpias, y está claro que, en el Norte Grande es posible instalar paneles fotovoltaicos en el desierto, con lo cual la minería no requeriría otras fuentes de energía contaminante; la energía mareomotriz, la eólica y la geotérmica, constituyen otra posibilidad que, por ahora, resulta un poco más onerosa, pero no menos factible.
Alemania y España están empleando energías limpias, con naturalezas mucho menos favorables y la Argentina; Holanda, en un plazo de diez años va a tener todo su parque automotriz con autos movidos con energía eléctrica. Se calcula que en medio siglo desaparezcan los autos a gasolina.
Con respecto a Chile, si tuviéramos gobiernos pro medio ambiente y que les importara el bien común de todos los ciudadanos, se expropiaría el litio, que ahora está en manos de SOQUIMICH, y se impondría un impuesto de, al menos, un 50% a aquellas empresas mineras que usen energías contaminantes.
Proteger los Campos de Hielo Norte y Sur como grandes reservas de agua de la humanidad, es tarea prioritario de todo gobierno.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
03/06/2017