Diciembre 27, 2024

El fin del crédito barato en los Estados Unidos y su probable impacto en Chile

El periódico británico “The Economist” se ha preocupado bastante del efecto negativo que produciría en las economías emergentes, el hecho de que la reserva federal de los Estados Unidos haya decidido terminar con su política de dinero fácil (quantitative easing) a fines de octubre de este año. En otras palabras, se ha analizado a fondo la decisión del banco central de terminar con su programa de compras de bonos del tesoro estadounidense como una de las medidas principales para facilitar a la economía estadounidense su salida de la larga crisis recesiva iniciada el año 2007. The Economist publicó el año pasado dos artículos sobre este tema. El primero fue a principios de septiembre del año 2013 (The Economist 7th.-13th. 2013 pg. 70) y el segundo fue a fines del mismo mes (The Economist 21st.- 27th 2013 pg. 73).

En el primero de estos artículos, el modelo de análisis de riesgo financiero, utiliza cuatro variables. La primera variable se denomina “balance negativo de cuenta corriente”. Esta parece ser la variable más importante y quiere decir que el valor de las exportaciones es menor que el valor de las importaciones. Se señala que una brecha negativa y sostenida en las cuentas corrientes, siempre va acompañada de una gran cantidad de empréstitos obtenidos en el exterior. Si esta brecha continúa por un largo periodo de tiempo, ella presagia una gravísima crisis de crédito sumamente severa, cuando las fuentes del crédito externo se cierran. La segunda variable del modelo se titula “alta deuda externa a corto plazo”. Esta variable analiza el pago de esta deuda en relación con las reservas disponibles. Si las reservas son escasas, esto quiere decir que la economía carece de suficientes medios para retener, amarrar y apaciguar a los deudores en tiempos de dificultades. La tercera variable analiza el rápido crecimiento del crédito. Esto con frecuencia significa que las empresas y la población están sobre extendidas; en otras palabras, sumamente endeudadas. También esto significa que las propiedades, las acciones los bonos y otros instrumentos financieros, están exageradamente sobrevalorados. Si esta situación continúa, se puede producir una peligrosa burbuja, la que invariablemente termina por explotar con catastróficas consecuencias. La cuarta variable del modelo se relaciona al grado de apertura financiera del país. En otras palabras, si existe un sistema financiero abierto o cerrado. Esto se mide por el índice chinn-ito de apertura financiera. Un sistema abierto en tiempos normales de la economía global, impulsa el desarrollo a largo plazo de las economías emergentes. Pero también puede producir graves desafíos para el país cuando la crisis se desata y el capital extranjero sale con rapidez de los países en desarrollo buscando desesperadamente el refugio de los países desarrollados. Esta fue una de las principales causas de la crisis asiática a finales del siglo 20.

 

Usando este modelo de cuatro variables, The Economist presenta un gráfico en donde en color rojo se ubican los países de mayor riesgo cuando se termine el programa de la reserva federal (tapering). En el color anaranjado ubican a los países con riesgo moderado y en el color verde se incluyen a aquellos países emergentes que con facilidad podrán evadir los problemas causados por el tapering. Naturalmente que casi todos los países seguros son dueños de grandes reservas petroleras. En la columna horizontal del gráfico, se señala así el grado de peligrosidad del fenómeno bajo análisis. De 0 a 6 puntos, el riesgo es mínimo y ellos están pintados en verde. De 6 a 11 puntos el riesgo es moderado, y están pintados de color anaranjado. De 12 a 20 puntos, el riego es máximo y estos países están pintados de rojo. Se señala que el país emergente más seguro es Rusia que tiene 4 puntos. Luego viene China, con 5 puntos, y le siguen Argelia, Arabia Saudita y Hungría, bajo los 6 puntos. Todos ellos están en el área verde. En el gráfico en referencia Chile aparece encabezando la lista de los países con riesgo moderado. Chile tiene 11 puntos de riesgo en esta tabla que va de 0 a 20 puntos.

 

Debido a que en este análisis se cometieron algunos errores, particularmente con la cuarta variable (apertura financiera), The Economist publicó un segundo artículo donde se corrigieron los errores y se agregaron tres variables adicionales. Es así como una quinta variable analiza la deuda externa bruta como proporción del producto bruto. La sexta variable analiza la valoración o subvaloración de la moneda. Finalmente la séptima variable analiza la proporción de deuda en moneda extranjera que existe dentro del total de la deuda del país en referencia. En este nuevo modelo de siete variables, Chile cae en el grupo de países de alto riesgo. Es decir, sale del grupo anaranjado y entra en el grupo de países pintados de rojo.

 

En el nuevo modelo compuesto por siete variables, los países con más alto riesgo de sufrir una severa crisis (debido al término del dinero fácil) son en primer lugar Turquía, seguido por Rumania, Polonia, México, Colombia, Perú, Argentina, Indonesia y Chile. Curiosamente Venezuela sale de los países de alto riesgo y entra en el grupo de países de riesgo moderado. Venezuela se ubica en el lugar 15 dentro de este último modelo, es decir, justo en el medio de los países de riesgo moderado. Esta peculiar clasificación se debe principalmente a que, mientras Chile tenía un déficit o balance negativo anual de -11 billones de dólares al año, en el 2013; Venezuela tenía un balance positivo, o sea un superávit de 5 billones de dólares al año (The Economist Sept. 7th. 2013 pg. 92). Es interesante señalar que un año después, es decir, en septiembre del 2014, el déficit chileno seguía siendo alto -6,5 billones de dólares al año; mientras el superávit venezolano había subido a +6.9 billones de dólares (The Economist Sept. 20th. 2014 Pg. 84). Es necesario además señalar que otra variable que favorece a Venezuela es el hecho de que ese país drásticamente ha mejorado su cuarta variable del modelo. En otras palabras, Venezuela ha cerrado herméticamente el sistema financiero y así se hará sumamente difícil que el capital extranjero abandone el país al término del periodo del dinero fácil.

 

Por el contrario, Chile sigue con un sistema financiero totalmente abierto a la entrada y salida de capitales. Esto es grave, pues en la crisis asiática, el país que sufrió más daños fue precisamente el que tenía el sistema más abierto. La terrible experiencia de los países asiáticos debe complementarse con la experiencia que Chile ha tenido en periodos anteriores de su historia.

 

Se debe recordar que Chile tuvo un sistema financiero totalmente abierto entre 1891 y 1920. Esto produjo décadas de inestabilidad económica y extremo conflicto social y político. En la primera década del siglo 20, se produjeron más de 7 grandes masacres de obreros y campesinos, siendo la última la de Santa María de Iquique, donde 3.000 obreros salitreros murieron y muchos miles más quedaron heridos. Posteriormente la crisis chilena se agudizó, cuando científicos alemanes inventaron el salitre sintético y así Chile se desbarrancó en un periodo anárquico y dictatorial que se extendió entre 1920 y 1939.

 

Al parecer la historia Chilena entre 1891 y 1938 comprueba con creces la teoría de la decadencia civilizacional elaborada por Martin Wolf en su famoso libro publicado hace algunos años atrás: Fixing Global Finace (Ed. John Hopkings, Nueva York), 2008. Aquí, Wolf explica cómo una sociedad entra y avanza en un ciclo de decadencia y muerte. Primero se produce un extremo periodo de corrupción valórica y ética. Luego la sociedad entra en un periodo de crisis política y social, donde los problemas no pueden resolverse y esto produce una grave crisis económica. Esta crisis económica produce a su vez, golpes de Estado, revoluciones y guerras.

 

Es necesario recordar, que los sólidos valores éticos de la República Portaliana, se fueron gradualmente debilitando entre 1860 y 1896. Estos valores éticos fueron finalmente destruidos por la traidora revolución que derrocó al presidente Balmaceda en 1891. El concepto cristiano de “Nobleza Obliga” que hacía que los ricos empresarios verdaderamente se preocuparan del bienestar de sus trabajadores, dejó de existir en aquella nefasta fecha. Hay que agregar que en 1891, también se perdió la independencia nacional, ya que el país se convirtió en una vulgar colonia económica del imperio británico. Hay centenares de libros que relatan cómo los políticos chilenos trabajando en instituciones públicas tales como escuelas, juntas de vecinos, grupos de presión, partidos políticos, congreso nacional, presidencia de la república, administración pública, tribunales de justicia, etc.; todos decidieron tomar una larga siesta. La inmensa mayoría trabajaba con un mínimo de eficiencia y productividad y el país entero se dedicó a usufructuar de las rentas del salitre.

 

Entre 1891 y 1938, el sistema político chileno dejó de funcionar normalmente. La administración pública y las administraciones privadas del país, se corrompieron hasta sus mismos cimientos. Así las demandas y necesidades de la inmensa mayoría (90% de la población) fueron desatendidas. Las demandas del pueblo eran constantemente ignoradas y por lo tanto estas no recibieron la más mínima satisfacción. Las instituciones públicas sólo satisfacían adecuadamente las necesidades del 10% de la población. Es decir, la elite y una incipiente clase media acomodada. El pueblo con la cooperación de algunos sectores de clase media respondió a este problema con un gradual proceso de radicalización ideológica donde el capitalismo salvaje fue considerado como un sistema criminal y corrupto que se debía erradicar por la fuerza y reemplazar por un sistema más productivo y justo para todos.

 

Este violento choque de clases, causado por un sistema político inoperante y en crisis, produjo la elección de Arturo Alessandri Palma en 1920. Con esta elección del líder de la clase media, la inestabilidad del sistema político se agravó aún más. El Presidente Alessandri fue depuesto por un golpe militar de derecha en 1924. Esta ruptura constitucional dio la oportunidad para que militares de centro izquierda trataran de salvar el país; y fue así como el coronel Ibáñez subió al poder. La dictadura del Ibáñez anduvo más o menos bien, entre 1925 y 1929. Pero la gran depresión de 1929, le dio el golpe de gracia a la economía chilena y así el gobierno militar progresista fracasó un par de años después. Después de la revolución popular contra Ibáñez siguió un periodo anárquico que duró varios años. Surgió también la primera república socialista que sólo duró 3 meses. Posteriormente, el país sólo pudo sobrevivir gracias a la dictadura civil de Arturo Alessandri. Este presidente en su segundo periodo fue electo por una coalición de centro derecha. La oligarquía y la clase media, en pánico se movilizaron y organizaron férreamente para detener la inminente revolución socialista. La dictadura legal de Alessandri fue capaz de reprimir con brutalidad a los sectores populares movilizados y así, a sangre y fuego y a través del terror, mantener el orden existente entre 1933 y 1938. La democracia chilena sólo vino a nacer con la elección del presidente Pedro Aguirre Cerda en 1939.

 

Como van las cosas, Chile podría una vez más caer en un periodo de grandes turbulencias similares a las que el país vivió entre 1920 y 1938. Estas turbulencias fueron en gran parte provocadas por la llamada “enfermedad holandesa”. En otras palabras, Chile empezó a depender para su desarrollo de sólo un producto de exportación, el salitre. Cuando este producto no se pudo vender a precios adecuados, toda la economía se derrumbó. Hoy día el cobre ha reemplazado al salitre y una vez más el país padece de la enfermedad holandesa. Es así posible que lamentablemente de nuevo, la sociedad chilena tenga que sufrir las terribles penurias que sus antepasados sufrieron entre 1920 y 1938.

 

Si se aplica esquemáticamente el modelo de Martin Wolf al Chile contemporáneo; hipotéticamente se podría decir que el país tuvo un largo periodo democrático que se extendió de 1939 a 1973. En este último fatídico año, se produjo una revolución derechista planeada y organizada por asesores estadounidenses junto con chilenos pertenecientes a la oligarquía nacional. Estos elementos sediciosos civiles encontraron el crucial apoyo de un sector mayoritario de las fuerzas armadas y así rápidamente lograron derrotar a las desarmadas fuerzas populares. La dictadura cívico militar cambió radicalmente a Chile. En pocos años destruyó el aparato intervencionista estatal y dedicado al desarrollo socioeconómico nacional. Este Estado intervencionista que también mantuvo un incipiente Estado de bienestar, fue totalmente destruido para fines de la década de los años 70s. Fue reemplazado por un nuevo y débil Estado neoliberal. En dos grandes crisis económicas, 1973-76 y luego 1982-84 (donde el producto cayó 15% en cada una de ellas), el ingreso per cápita de los chilenos se redujo a niveles muy inferiores a los alcanzados en 1972. La cesantía y la pobreza se hicieron generalizadas. Por el contrario, la elite gozó de ingresos y un nivel de vida nunca antes vistos y por lo tanto cayó en una total degeneración valórica. El lucro, el lujo, el consumo superfluo y el robo de los bienes fiscales se interiorizó en la elite (1%) y en el 19 % de la clase media acomodada. Por su parte, el 80% del pueblo pobre, también se corrompió. Perdió su anterior movilización social y se convirtió en lo que Banfield denomina sociedad atrasada llena de “familistas amorales”. El individuo desconfía de todos y tiene una muy baja productividad laboral. El familista amoral se aleja de la sociedad y sólo confía en su familia y en un puñado de amigos íntimos. Su barrio, su ciudad, su país y el planeta no le interesan. En 17 años de brutal dictadura, la inmensa mayoría de los chilenos se corrompieron éticamente. Las viejas elites de izquierda también se corrompieron y a cambio de tener alguna participación en los cargos del Estado, aceptaron enterrar sus ideas socialistas y aceptar entusiastamente el neoliberalismo de la oligarquía. El fenómeno de la corrupción ética total que utiliza Wolf en su análisis de la declinación civilizacional, se materializó en Chile en su forma más repugnante entre 1990 y el 2013.

 

La dictadura terminó en 1989 y fue reemplazada por la coalición de los partidos por la democracia. Este grupo político administró al país por 20 años. Tuvo la habilidad de atraer y recibir grandes inversiones y también tuvo la suerte de gozar de un largo periodo de precios altos en las materias primas. El cobre pasó a ser nuevamente el sueldo de Chile. El Gobierno de Sebastián Piñera también gozó de la bonanza y el país siguió avanzando en su proceso de desarrollo. Lamentablemente el buen ciclo del alto precio de las materias primas ya terminó y se ha iniciado un nuevo ciclo de 20 años donde las materias primas tendrán precios bajos y esto sí producirá consecuencias negativas en los países afectados.

 

La crisis ética producida en los tiempos de la dictadura y consolidada en la democracia, ahora no permite el buen funcionamiento del sistema político. El sistema no es capaz de funcionar y producir adecuadamente los bienes y servicios demandados por las grandes mayorías. El sistema político está éticamente corrupto y es por ellos que sus instituciones no funcionan en beneficio de las grandes mayorías. Tanto la elite política como la elite administrativa han sido compradas por la clase capitalista. Bajo estas circunstancias, no es posible resolver graves problemas públicos como son la educación, la salud popular, la previsión social, el transporte público, la vivienda, la seguridad ciudadana, la justicia, la desigual distribución del ingreso, la falta de electricidad, el agua, el gas y cientos de otros servicios en manos de un Estado ineficiente o en manos de un sector privado abusivo y corrupto hasta sus cimientos. Las demandas del 80% de la población no tienen respuesta adecuada de parte de las ineficientes instituciones del Estado. El sistema decisorio público está trabado e ideológicamente trancado y ello lo hace incapaz de producir los resultados y productos necesarios para satisfacer las enormes demandas sociales.

 

La ciudadanía al no recibir resultados (outputs) está empezando a negar su apoyo (inputs) al sistema político nacional. Sólo un 40% de los chilenos votó en la última elección presidencial. Una gran cantidad de ciudadanos se niega a obedecer la ley y una avalancha de juicios, demandas y reclamos por constante violaciones a las leyes tiene colapsados a los tribunales de justicia. La inmensa mayoría no paga impuestos y los que están obligados a hacerlo tratan de evadirlos por todos los medios posibles. Todo esto significa que la crisis ya comenzó y también comenzó la crisis social. Las huelgas legales e ilegales, el corte de calles y carreteras es asunto de todos los días y siempre se puede encontrar que algún grupo de descontentos llama la atención con pancartas, marchas y también con la destrucción de la propiedad pública y privada mediante balas, piedras y bombas caseras.

 

No obstante todo esto, la catástrofe aún no ha comenzado. Las próximas dos fases del ciclo de Wolf están aún pendientes. Es decir la gran depresión económica y luego la gran revolución. Lamentablemente, la primera de estas fases está ya a la vuelta de la esquina. El plan de reducción de dinero fácil en Estados Unidos llegará a su término a fines de octubres de este año. No sería raro que después de esa fecha empiece la salida en masa de capitales extranjeros y también de capitales privados chilenos y con esto, la inversión privada se derrumbaría calamitosamente. Como ya se ha señalado en líneas anteriores, Chile está en la línea roja de los condenados a sufrir incontables penurias si este fenómeno se produce. Con la venta masiva de pesos y la compra masiva de dólares para enviarlos a los bancos extranjeros, el peso se devaluará drásticamente y el dólar se irá a las nubes. Con todo esto, el precio de los combustibles y de otras importaciones esenciales también se disparará y todo esto impactará negativamente las actividades productivas. Para controlar una inflación fuera de control, el banco central deberá subir drásticamente las tasas de interés y con ello toda la economía chilena eventualmente se paralizará abruptamente para luego caer en el abismo.

 

Es así como en algunos años más se podría repetir el drama que se produjo tantas veces en las primeras décadas del siglo 20. Las condiciones objetivas estarán así finalmente creadas para la última fase del modelo de Wolf. En otras palabras, la guerra revolucionaria es probable que se inicie a partir del año 2018. Justamente cien años después del primer intento de revolución proletaria en Chile.

 

 

F. Duque Ph.D.

Cientísta Político

Puerto Montt, octubre de 2014

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