Diciembre 8, 2024

¿Adónde va Grecia?

 

Grecia es un país peculiar. En 1821 los campesinos comenzaron una rebelión contra la ocupación turca y arrastraron a la misma a los comerciantes y los intelectuales. Su revolución popular, nacional y social, despertó enorme eco en Europa. Entre las dos guerras mundiales el movimiento obrero griego siguió en su mayoría al partido arqueomarxista, perteneciente a la Oposición Internacional de Izquierda de la Internacional Comunista y partidaria de Trotsky, partido que estaba dirigido por Pantelis Poliopoulos, fusilado por los fascistas italianos.

 

 

El pueblo griego fue también, junto con los pueblos de la ex Yugoslavia, casos únicos en la Europa ocupada, el protagonista de una activa resistencia masiva no sólo contra la ocupación nazifascista, sino también contra la monarquía y la burguesía reaccionarias y agentes de los imperialistas ingleses. La resistencia de los campesinos fue dirigida por caudillos guerrilleros populares –los kapetanios–, el principal de los cuales era trotskista. Recientemente, los griegos resistieron heroicamente a la dictadura de los coroneles. Ese es el terreno fertilísimo que hizo crecer el oxi. Tsipras fue valiente, como su equipo, al decidir la realización del referendo, pero no fue él quien lo ganó sino la cultura política del pueblo griego y su valentía histórica. Nadie, en efecto, en Syriza o en el gobierno, esperaba una diferencia tan grande (61 frente a 38) que tiene un claro carácter de clase y que dejó el mandato, no de negociar en mejores condiciones, sino de acabar, cualquiera sea el costo, con el ajuste y la austeridad.

 

Los griegos desecharon la seguridad miserable de los esclavos para defender su dignidad social y nacional enfrentando el camino de la lucha desigual y de las dificultades seguras. Por sobre las ventajas de la sumisión pusieron la construcción de un futuro mejor y de la independencia. Entre los jóvenes, el no obtuvo 85 por ciento y en el campo y en los barrios obreros arrasó. Se constituyó en la lucha un bloque social de todos los explotados y oprimidos que aisló por completo al partido comunista estalinista (el KKE) que llamó a abstenerse.

La deuda griega no es sólo una amenaza gravísima para Grecia. También podría llevar a la disolución de la zona euro y de la Europa unida. El contagio del heroico oxi griego es muy grande y ha provocado ya grandes manifestaciones en Portugal y España y una crisis en el partido socialista francés. Por eso son condenables las concesiones de Alexis Tsipras, que entregó a los usureros la cabeza de su ministro de Hacienda, Varoufakis, organizó con todos los partidos menos los neonazis una reunión de unidad nacional (contraria al carácter de clase expresado tanto en el como en el no), aceptó las exigencias de la troika sobre el aumento al IVA y la elevación de la edad para las jubilaciones y ofrece recortes por 12 mil millones de euros si le dan 50 mil millones de nuevo préstamo, a tres años, para pagar las deudas y sostener a los bancos, a los que restructuraría fusionando varios, como la troika impuso antes a Chipre.

Es muy probable que el Parlamento Europeo y los representantes de todos los países de la UE, que se reunirán este domingo, acepten las concesiones de Tsipras debido sobre todo a la presión de Estados Unidos –que teme la disolución de su principal aliado, la UE–, del Fondo Monetario Internacional y del gobierno francés e incluso que, con un nuevo crédito y pagando al FMI, éste dé más ayuda y siga insistiendo con su propuesta de condonar 30 por ciento de la deuda griega. Pero eso significaría, por parte de Syriza, anular el oxi en el referendo y llevaría a una gran crisis interna en Syriza misma y a grandes protestas del pueblo griego, cuya decisión y odio se manifestaron deformadamente en el referendo, pero podrían tomar formas mucho más claras y contundentes. Esa decisión también llevaría a una nueva crisis dentro de unos meses, pues la deuda griega es impagable por su monto, y odiosa, y ha sido originada por la corrupción de los gobiernos de derecha griegos por parte de los bancos alemanes y franceses y también estadunidenses, como Goldman Sachs. Sólo 10 por ciento de ese dinero quedó en Grecia; el resto volvió a los bancos prestatarios. Los nuevos préstamos sobre préstamos e intereses sobre intereses siguen endeudando a Grecia con los bancos alemanes y, en menor medida, con los franceses, así como con los estados socios (Alemania, Francia, España, Países Bajos, Italia).

Ellos y los grandes capitalistas griegos, que han exportado ilegalmente 400 mil millones de euros, deben pagar el costo de esa crisis que provocaron. Tsipras, en cambio, anula la exigencia del oxi, acepta la deuda y pretende que la paguen todos los griegos o sea, sobre todo, las víctimas de los que contrajeron esa deuda.

Sin embargo, hay una salida. Es posible hacer una auditoría de la deuda y desconocer la que sea ilegal, ilegítima o usuraria y nacionalizar los bancos y controlarlos para evitar la fuga de capitales. En lo inmediato, ante la total dependencia de Atenas del Banco Central Europeo (que da fondos con cuentagotas para que los bancos sigan entregando sumas ínfimas y el gobierno griego pague los sueldos), es posible igualmente imprimir en el país euros para asegurar una liquidez mínima (como sucedió en Argentina con las monedas provinciales en 2002) o dar sumas electrónicas a los bancos con el respaldo estatal. La inevitable devaluación de esa moneda sin duda afectaría a los ahorristas y a los importadores, pero favorecería las exportaciones griegas y el turismo creando trabajo y permitiría al pequeño comercio vender y programar sus pagos a los proveedores pero, sobre todo, daría a los trabajadores y los pobres y desocupados que votaron no la sensación de que han sido oídos, evitándoles la amargura desalentadora de sentirse traicionados y desamparados.

 

 

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