Diciembre 10, 2024

Bachelet: los que hacen reformas a medias cavan su propia tumba

 

Ha caído el primer gabinete político de la presidenta Bachelet; quienes lo sustituyen no reflejan un cambio cualitativo en su densidad política. De los nuevos los tres han sido parlamentarios en distritos calados y han hecho carrera en base al aparatismo partidario y el apellido. Ninguno de ellos tiene un liderazgo natural propio.

 

 

El problema de la presidenta, más allá de errores puntuales que son propios de toda operación política de envergadura, es un problema de diseño estratégico.

 

El primer gobierno de la presidenta fue una gestión amable y alegre, pero que no resolvió los grandes problemas del país; Afps, Isapres, servicios básicos, Transantiago, la renacionalización del Cobre y la urgente necesidad de una nueva constitución.

 

Por eso el resultado de la presidencial vio aparecer a MEO sin partido ni mayor claridad política con el voto de uno de cada cinco chilenos. Asimismo, la afortunada llegada de la derecha al gobierno, que no lo merecía ni tenía apoyo popular para hacerlo, se montó sobre el voto castigo. La derecha no ganó, perdió la concertación, operación de división mediante, no lo sabemos todavía.

 

En el segundo gobierno de Bachelet se emprendieron las reformas. Como en todo cambio y especialmente cuando afecta intereses multimillonarios se van a encontrar resistencias, que en este caso son de los sectores más poderosos del país: la burguesía monopólica y financiera, nada menos.

 

Para triunfar se necesitaba unidad, determinación y apoyarse en lo único que la presidenta  tenía en su favor al inicio de su mandato, que era el 62% de los chilenos que votaron por ella y sus reformas, a los que era posible sumarle el 5 o  6 % de los candidatos alternativos.

 

Ese apoyo por las reformas se perdió porque los ministros eran erráticos, no explicaban bien, parecían estar improvisando y terminaron cediendo a tener que pagar el peaje del visto bueno de la derecha. Además le quitaban el micrófono a Alvaro Elizalde que era el más inteligente de los tres.

 

Se prescindió conscientemente del apoyo popular a las reformas; puedo hasta contar hechos puntuales.

 

Las reformas eran para el gobierno algo propio de la clase política; sin pueblo, sin ciudadanos de a pie, que eran los únicos que le podían ser leales hasta el fin, pues se trataba de su salud, de su jubilación, de la educación de sus hijos, de sus leyes laborales.

 

Lo que resultó entonces es que las reformas se plantearon a medias y el gobierno empezó a cavar su propia tumba.

 

La reforma educacional era atacada desde la derecha por los comerciantes de la educación, pero también por estudiantes y profesores por insuficiente; todo el mundo en contra, las cosas a medias.

 

Esto alentó a los enemigos larvados al interior de la propia Nueva Mayoría, Zaldívar y su cocina. La campaña del terror de La Segunda y el Mercurio.

 

Los ciudadanos perdieron la confianza en el gobierno, que cada día y de forma creciente parecía no saber qué hacer. Los conservadores y la derecha desplegaron una maniobra implacable contra Peñalillo. El objetivo era claro, llevar a un viejo de la casta política a La Moneda y poner bajo interdicción a la presidenta.

 

El gobierno hace las cosas lentas y a medias, los grupos oligárquicos lo saben y los conservadores de la NM también. El nudo gordiano es: se rompe o no con el modelo neoliberal, con todo, no a medias.

 

El nuevo gabinete político no tiene ni más voluntad transformadora ni más capacidad política que el anterior. Hemos empezado a volar en círculos.

 

 

ROBERTO AVILA TOLEDO

 

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