Después del triunfo del bando parlamentario, en la guerra civil de 1981, Valentín Letelier, que había luchado contra José Manuel Balmaceda reivindicando la importancia del Instituto Pedagógico – uno de los aportes más importantes de ese gobierno – escribía: “en la política sucede lo mismo que en el orden físico, lo mismo que en el orden moral: los efectos se siguen desarrollando hasta después de haber cesado las causas; el movimiento continúa largo tiempo después de suspendido el impulso; en otros términos, las revoluciones tanto como las reacciones, se acometen con un propósito determinado, y una vez que lo realizan, siguen desarrollándose infinitamente con propósitos diferentes”. Esta cita retrata perfectamente lo que ocurre con las grandes reformas y las profundas reacciones – contrarrevoluciones -.
Si aplicamos el texto del gran educador al Chile de los siglos XX y XXI, creo que, por ejemplo, la reforma agraria, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, y la actual reforma educacional, que ayer, 26 de enero de 2015, fue aprobada por la Cámara de Diputados, son reformas cuyos efectos se mantendrán mucho más allá de la voluntad de los legisladores y de las ideas matrices que dieron nacimiento a dichos proyectos – algo similar ocurrió con la contrarrevolución neoliberal de Augusto Pinochet -.
En el caso de la reforma agraria, los rebeldes de la Democracia Cristiana la encontraban muy moderado, a pesar de que la capitaneaba Jacques Chonchol, director de INDAP. Es cierto que fue radicalizada en el gobierno de Salvador Allende, sin embargo, nadie ha podido negar, hasta ahora, que esta reforma destruyó el dominio de la aristocracia de la hacienda, es decir, de un momento a otro puso fin al “modo de ser aristocrático”
La presente reforma educacional ha sido transada, reformulada y amañada al gusto del ala derecha de la Democracia Cristiana y, sobre todo, de la presión de la iglesia de “mamón”, servidora de los ricos y guarida de pedófilos – ver la actitud del Cardenal italiano que, para nuestra desgracia, la preside -. Esta reforma, a pesar de las estas características, de su falta de alma y del desprecio de los tecnócratas respecto de los movimientos sociales, ha logrado hasta ahora, salvar lo esencial, es decir, poner fin al lucro, al copago y a la selección.
Hablemos claros: la reforma se quedó a medio camino, 1) en el tema de la selección, los colegios particulares, fuente principal de segregación y segmentación de la educación chilena, no fueron tocados en ningún aspecto, en consecuencia, los colegios para hijos de potentados seguirán reproduciendo hasta el fin de los tiempos la casta plutocrática, cuyo ethos medular es el robo y el abuso contra el pobre – en las clases de religión, un cura, ojalá no pedófilo, les enseñará este nuevo tergiversado mandamiento de Jesucristo de amar el dinero por sobre todas las cosas, tratar de robar “hasta que te descubran” y someter a los “rotos” para que te sirvan bien y que te santifiques a través del trabajo, como dicen los Opus Dei -; 2) los llamados “liceos emblemáticos” lo son porque seleccionan a los mejores alumnos del estamento laico, es decir, formar a la aristocracia agnóstica- me parece difícil cuán de los explotadores es peor, si los laicos o los católicos, los democratacristianos o los radicales, los que creen en Dios o en el gran Arquitecto; el hecho de que por las aulas del Instituto Nacional hayan pasado varios presidentes y otros hombres ilustres no constituye ningún mérito, pues algunos de ellos son grandes pillines, y sabemos que historiografía chilena no es más que una apología de los vencedores; por lo demás, en la conmemoración del Centenario de la República, el profesor Alejandro Venegas describía el Instituto Nacional como aristocratizante y segregador; si se quiere aplicar el efecto par, es evidente que entre los famosos institutos emblemáticos debiera estar la vanguardia de innovación pedagógico, a fin de permitir la entrada, sin cortapisas de ningún género, a todos los estudiantes chilenos.
En próximas columnas trataremos otras aristas de la actual ley de reforma educacional.
Rafael Luis Gumucio Rivas
27/01/2015