México DF.- En entrevista con Clarín.cl Sabina Berman (1955), dramaturga y narradora mexicana, habla sobre El dios de Darwin: “Mi novela está escrita de una manera que refleja lo que Darwin encontró en la naturaleza: las cosas son simples, pero no tan simples como la línea recta; lo dijo Fernando Pessoa: ‘las cosas tampoco son tan extraordinariamente complejas que quedan fuera de nuestra comprensión’. Al diseñar mi novela tenía a lado las Leyes Positivas de Darwin: lo gradual, todo cambia y la imperfección. Es una novela que no oculta sus imperfecciones, las cosas suceden en grupos –en hábitats-, todas las historias nos reflejan, Darwin solito no hubiera descubierto las leyes de la evolución”. El dios de Darwin “es un thriller sobre el pensamiento”, mientras la autista Karen Nieto investiga los crímenes cometidos en nombre de la religión.
Autora de: Rompecabezas (1982), Lunas (1988), La bobe (1990), La grieta (1992), Entre Villa y una mujer desnuda (1993), Un grano de arroz (1995), Amante de lo ajeno (1997), Molière (2000), Feliz nuevo siglo doktor Freud (2002), Puro teatro (FCE, 2004), La mujer que buceó dentro del corazón del mundo (Planeta, 2010) y El dios de Darwin (Destino, 2014). Sabina Berman también escribió los libros: Volar (con José Gordon, 1983), Mujeres y poder (con Denise Maerker, 2000) y Democracia cultural (con Lucina Jiménez, 2006).
La novela El dios de Darwin retoma la historia de Karen Nieto, la protagonista de La mujer que buceó dentro del corazón del mundo, ahora Sabina Berman piensa terminar la trilogía con: Multiplicar la vida: “Quisiera escribir una novela con Karen entrando a las relaciones de cooperación en ciertos lugares del planeta, por ejemplo: los biólogos que están repoblando el mar de vida, lo están repoblando fuera de cualquier esquema de ganancia económica, eso me emociona… Mi encuentro con Karen viene de una gran necesidad de tocar la realidad, de sentirla en cada sentido, de aprender otra manera de estar en la vida, primero estar y luego pensar, al contrario de como yo fui amaestrada en la escuela, como fui entrenada: para primero pensar y a veces estar. Karen ha sido una maestra para mí”.
MC.- Sabina, en “El dios de Darwin” retomas a “Karen Nieto”, la protagonista de tu anterior novela. ¿Estás planeando escribir la trilogía?
SB.- -Disfruto escribir desde su punto de vista, Karen tiene razón en cómo ve las cosas, precisamente en este tema tan peliagudo: Dios; me parecía que la única manera de tratarlo era a través de una mirada poco convencional. Quisiera escribir una novela con Karen entrando a las relaciones de cooperación en ciertos lugares del planeta, por ejemplo: los biólogos que están repoblando el mar de vida, lo están repoblando fuera de cualquier esquema de ganancia económica, eso me emociona, en inglés suena bien: “free” –libre y gratuito al mismo tiempo-, esta sensación de vida que he logrado compartir con los biólogos que andan por ahí haciendo la locura máxima de nuestra sociedad: no pedir nada a cambio, su intención es multiplicar la vida, quiero escribir un libro que se llame: “Multiplicar la vida”.
MC.- “Karen Nieto” bucea, se sumerge en aguas tranquilas y turbulentas, tan distintas a la firmeza de las tablas de los teatros. ¿Te encariñaste con “Karen” por su mundo autista, intangible y reflexivo?
SB.- El mar no es intangible, es bien pesado, te metes en el mar y sientes todo el peso del agua. Mi encuentro con Karen viene de una gran necesidad de tocar la realidad, de sentirla en cada sentido, de aprender otra manera de estar en la vida, primero estar y luego pensar, al contrario de como yo fui amaestrada en la escuela, como fui entrenada: para primero pensar y a veces estar. Karen ha sido una maestra para mí.
MC.- ¿Cómo fue el proceso de la investigación histórica para escribir tu novela?, ¿consultaste archivos en Inglaterra?, ¿viajaste a las islas Galápagos?
SB.- La idea de la novela se me ocurrió en la Abadía de Westminster, al descubrir que estaba parada sobre la tumba de Darwin, en una lápida de mármol detrás del altar principal, entonces me pregunté: “sé que Darwin fue el científico que volvió poco viable el relato religioso, fue el asesino de Dios, qué hace en una iglesia”. Esa curiosidad me lleva a buscar las razones: “¿es cierto que se convirtió al final de su vida?, ¿por qué se ha repetido la leyenda de la epifanía de Darwin en su lecho de muerte?”. La investigación me llevó a las islas Galápagos, tenía la necesidad de viajar para hacer el recorrido de Darwin, aprendí mucho, se reordenó mi cerebro.
MC.- Describes a Darwin como “el asesino de Dios”, ¿el crimen “intelectual” te permitió buscar el tono de thriller para tu novela?
SB.- Los descubrimientos durante mi investigación eran emocionantes y angustiantes, me hacían sufrir sobresaltos, miedos muy profundos. Mario, te hago una pregunta: ¿no sé si a ti, en algún momento de la novela, te dio miedo el debate teológico?, yo creí que ya estaba fuera de los miedos teológicos, y no, resulta que al escribir las afirmaciones de Darwin, decía: “me va a caer un rayo”, y me daba angustia. No está claro que mi libro sea un thriller, porque no hay policías ni ladrones, no hay un investigador de asesinatos, sólo hay un investigador de la biografía teológica de Darwin. La manera de recrear la historia era a través del formato de una investigación y dos crímenes por resolver, cuando los editores calificaron mi novela como thriller pensé que sí le convenía, pero la tensión y las emociones que despierta son lo más importante, pensé en capítulos muy cortos, historias entretejidas, peligros que no están alejados de la realidad, no estoy inventando los peligros.
MC.- Al “no inventar los peligros”, el personaje asesinado está inspirado en un biólogo, defensor de los derechos humanos que desapareció en Dubái (2011). ¿Por qué comienzas la ficción con un hecho verídico?
SB.- Los hechos me resultan más fascinantes que mi imaginación, cada hecho que sucede es como una esfera donde se refleja nuestro tiempo histórico. La muerte de un biólogo transexual en Dubái a manos de una pandilla de musulmanes ricos; perdón, pero, ¿cómo se me podría ocurrir eso?, di clases en la Universidad de Berkely, había escuchado la historia de la desaparición del biólogo en Dubái y me dediqué a investigar el caso, si algo me interesa pregunto, voy con los testigos, me meto en lo que no me importa.
MC.- ¿Por tu formación en el oficio del periodismo?
SB.- Digamos que mi oficio de periodista me dio la licencia para ser metiche profesionalmente (risas). Platicando con mi editor de la revista Proceso, cada año discutimos qué voy a publicar, el editor Alejandro Pérez me dijo: “Sabina, ¿por qué no haces investigaciones sobre la política, del mismo modo que haces en tus novelas?”, le di la razón, el periodismo es un gran instrumento de aprendizaje, te da técnicas para verificar la información tres veces y acudir a las fuentes, en la narrativa hay mucha libertad de imaginación.
MC.- Los lectores de tu novela encontrarán una iconografía poco convencional: escritura en árabe, fotos, mapas y dibujos. ¿Por qué la diseñaste con material gráfico?
SB.- De pronto sentí la necesidad de ver flamingos al describirlos, o quería ver peces y pingüinos, a través de la imperfección del pingüino se abre la discusión de la evolución. Si yo necesito ver un pingüino pienso que al lector le gustaría verlo –porque el lector no me acompañó durante la investigación en las islas Galápagos-, en el caso de la escritura árabe es un versículo del Corán. Cuando el editor vio mi propuesta se preocupó por los derechos de autor de cada ilustración, sabía que le costaría más trabajo editarla, pero todo el material gráfico salió bien. Ahora somos tan visuales.
MC.- ¿Quién revisó el manuscrito de tu novela?, ¿un filósofo, un biólogo, un teólogo?
SB.- Todo lo que escribo se lo doy a leer a mi mejor amigo, José Gordon siempre hace notas implacables a mis manuscritos. Pepe es mi maestro de meditación, cuando él tenía 17 años y yo 15, me inició en la meditación, viajamos a un āśram en India, nos quedamos seis meses en la Universidad de Maharishi, también fuimos a un gueto de meditación en Holanda. Pepe y yo venimos de un origen complicado, hablando de religión, los dos nacimos en familias judías ortodoxas, mi abuelo era escriba de Biblias, pero mi papá cortó esa tradición porque era comunista, como dice Darwin: “los cambios no funcionan en línea recta”, son relámpagos, un zigzag. Soy el resultado de la transición entre la ortodoxia bíblica –fui a escuelas religiosas de niña hasta la preparatoria-, cruzada con una educación de izquierda, tenía la esquizofrenia cultural, creo que vivimos en una cultura esquizofrénica: decimos que hablamos con un lenguaje científico y tenemos creencias profundamente biológicas, yo lo tengo en volumen alto.
MC.- Ahora puedo imaginar a Moisés bajando del monte Sinaí con “Las Leyes Positivas”. Tú creciste en la tradición judía, ¿qué significan Las Leyes Positivas y los Diez Mandamientos?
SB.- Los primeros Diez Mandamientos eran en positivo, no eran imposiciones (no matarás, no robarás, no codiciarás, etcétera), las “Leyes Positivas” eran instrucciones de uso del planeta, eso lo dicen los cabalistas, forma parte de la tradición judía. Es una idea fantástica, podemos rescatar esas diez maneras de convivir en el planeta.
MC.- ¿Te interesa polemizar con tu novela?, ¿abrirás un debate en términos teológicos y evolutivos con la Iglesia?
SB.- No, mi novela es un thriller sobre el pensamiento; no puedo debatir con la Iglesia si se trata de una ficción. Una cosa que detesto del debate entre los creyentes y los ateos es la conclusión: “bueno, me quedo con muchas preguntas, pero nos vemos la próxima semana”, como si quisieran imponerte su idea el próximo fin de semana y necesitan más tiempo para argumentar.
MC.- Después de escribir la novela, ¿piensas lo mismo sobre Dios y Darwin?
SB.- Todo lo que se nos va ocurriendo viene de una conversación cultural, si yo no hubiera escrito este libro alguien lo hubiera escrito. Además está el factor del azar, por ejemplo, Darwin tenía planeado escribir cinco volúmenes, pero sólo publicó un librito de 300 páginas, si hubiera escrito los cinco libros no tendría la influencia de ahora. Todos leímos sus 300 páginas en la escuela, se volvió accesible, no era decisión de Darwin, fue el azar.
Mi novela está escrita de una manera que refleja lo que Darwin encontró en la naturaleza: las cosas son simples, pero no tan simples como la línea recta; lo dijo Fernando Pessoa: “las cosas tampoco son tan extraordinariamente complejas que quedan fuera de nuestra comprensión”. Al diseñar mi novela tenía a lado las “Leyes Positivas” de Darwin: lo gradual, todo cambia y la imperfección. Es una novela que no oculta sus imperfecciones, las cosas suceden en grupos –en hábitats-, todas las historias nos reflejan, Darwin solito no hubiera descubierto las leyes de la evolución. En mi novela no hay un personaje protagónico, hay alguien que cuenta –Karen-, es una mujer sin gracias sociales, sólo le importa la exactitud del lenguaje, no concede nada en el lenguaje.
MC.- Finalmente, ¿los editores planean llevar tu novela a otros países de Latinoamérica?
SB.- No lo sé. Mi experiencia con la anterior novela fue que llegaron las ofertas de 33 países para publicarla. Sé que en China comprarán los derechos de autor de El dios de Darwin (2014), ahora están editando la traducción al chino de La mujer que buceó dentro del corazón del mundo (2010). Es lógico, en China son ateos, vienen del comunismo, a su vez el comunismo viene de Darwin.