Diciembre 13, 2024

Prats fue homenajeado cuarenta años después: ceremonia en Buenos Aires

Con una placa recordatoria a pocos metros del lugar de su muerte, se conmemoró ayer el 40 aniversario del asesinato del general chileno Carlos Prats y su mujer, Sofía Cuthbert. El acto, organizado por la Federación de Chilenos en Argentina (Fedach) y auspiciado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la Embajada de Chile, se realizó en la calle Cerviño entre Lafinur y República Arabe Siria, en el barrio de Palermo. El 30 de septiembre de 1974 una bomba accionada a control remoto por agentes del servicio secreto de Pinochet había hecho volar por los aires el auto en el que viajaba la pareja. “La dictadura siempre lo tuvo presente como un enemigo, por su posiciones a favor de la democracia y de la verdad. Sus palabras eran muy escuchadas a nivel nacional e internacional. Esa era una sombra importante que no querían tener”, aseguró sobre su padre a Página/12 Cecilia Prats Cuthbert, una de las tres hijas del matrimonio.

El general Prats fue nombrado comandante en jefe del ejército en 1970 por el entonces presidente Eduardo Frei Montalva. Su apego a la Constitución y a la democracia hicieron que Salvador Allende lo confirmara en su cargo. “Mi padre era una persona que tenía una línea que pocos entendieron. Una visión que iba más allá del acontecer diario. El era un visionario. En su momento no lo entendieron, espero que la gente ahora lo haga. Muchas autoridades del ejército, muchos altos mandos han puesto la figura del general Prats en un sitial distinto. Con los años, el ejército tomará su doctrina. Al menos espero que sea así. Nuestro deseo es que el legado del general Prats tenga una repercusión importante dentro del ejército”, señaló su hija.

 

Debido a su lealtad, Allende no dudó en incorporar a Prats a su primer gabinete cívico-militar que tenía como intención terminar con el masivo paro de octubre de 1972. Por pocos meses fue ministro del Interior y llegó a ocupar momentáneamente la vicepresidencia de Chile. La desestabilización estaba en marcha y en junio de 1973 se produjo una sublevación militar que el propio Prats frustró a tiempo.

 

Finalmente, tras el golpe del 11 de septiembre de 1973, el general Prats se transformó en una figura incómoda para la dictadura de Augusto Pinochet. El atentado que terminó con su vida y la de su mujer fue cometido por la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile (DINA), la policía secreta del régimen. El gobierno de su país les había negado los pasaportes chilenos para impedirles que salieran de Argentina.

 

Durante su discurso, Cecilia Prats Cuthber expresó que los esfuerzos de su padre por evitar el golpe de Estado fueron enormes. “Muchos sufrimos el odio y el exceso de poder que emana de la fuerza ejercida en dictadura”, indicó.

 

Sin embargo, se mostró optimista ante los avances de la sociedad y la Justicia chilenas a la hora de indagar lo sucedido durante la dictadura. “Durante estos años en Chile ha habido una apertura al respecto. Muchos casos se han vuelto a reabrir y en otros se ha comenzado a hacer justicia. Todavía nos queda mucho por hacer. Se presentan más dificultades, pero la sociedad está cada vez más abierta y cree más en lo que pasó. A muchas personas les cuesta aceptar las cosas tal como ocurrieron. Son 40 años del crimen del general Prats, pero más de 20 del fin de la dictadura en nuestro país”, dijo a este diario. En 2010, la Justicia condenó a la cúpula de la DINA a entre 15 y 17 años de prisión.

 

Por tratarse de una figura clave en la historia contemporánea de Chile, y por las repercusiones de su asesinato, el caso de Prats colaboró en la investigación de otros crímenes cometidos entre 1973 y 1990. “Esta misma causa nuestra ayuda a que haya avances en todas las demás. La Justicia, después de muchas dificultades, se está abriendo en cuestiones de derechos humanos. Cada vez tenemos más esperanza de que los hechos se vayan aclarando, para la tranquilidad de todos los chilenos”, explicó su hija.

 

Entre los que participaron del acto destacaron una representación de Madres de Plaza de Mayo y la jueza María Servini de Cubría, a quien Cecilia Prats Cuthbert agradeció por juzgar a ex militares y civiles implicados en el crimen, cuando la familia del general no encontraba respuesta en la Justicia chilena.

 

Además de la hija del general chileno, uno de los principales oradores del acto fue el embajador de Chile en Argentina, Marcelo Díaz, quien pidió que el matrimonio Prats Cuthbert no cayera en la “mezquindad” del olvido. “El homenaje que hoy les rendimos al general Prats y a su mujer viene a consolidar un proceso de restitución y la reivindicación de la figura de Prats en la historia de Chile, con toda la dignidad y el respeto que le corresponde a un mártir de la paz y de la domocracia. Este homenaje también implica el derecho a la memoria, a la verdad y a la justicia”, aseveró el diplomático.

 

Durante su mando en el ejército, Prats encabezó un proceso de modernización. Participó además de la elaboración de la Ley de Control de Armas de 1971 y en la modificación del artículo 22 de la Constitución Política, en la cual se definía a las fuerzas armadas como profesionales, obedientes y no deliberantes.

 

Privilegió el bien superior, optó junto a su mujer por el sacrificio personal”, declaró Díaz en relación al exilio al que fue empujada la pareja. “El matrimonio Prats no merece la mezquindad del olvido. Como sociedad debemos impedir que se repitan hechos como los que terminaron con la vida del general y su esposa”, agregó.

 

Por otra parte, Víctor Lillo, representante de la Fedach, subrayó la valentía del general chileno. “Carlos Prats, comandante en jefe del ejército, renunció a su jefatura 18 días antes del golpe de Estado de 1973. Lo hizo para evitar la guerra civil que se presagiaba y como un postrero intento de evitar la masacre. Fue en vano. Una vez que el dictador (Pinochet) y su camarilla se alzaron con el mando lo obligaron al exilio”, dijo. Pero destacó que Pinochet decidió asesinar a Prats porque su antecesor en el cargo tenía intelecto y despertaba admiración, algo que el dictador no pudo lograr ni con la prepotencia de las armas.

 

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