En estas líneas no está la totalidad, sólo se expone un número mínimo, necesario para sembrar la duda cartesiana y comenzar la discusión reflexiva que nos lleve hacia la luz de la verdad ¿Por qué en Chile son escasas las personas que se atreven a decir lo que piensan y sienten respecto de situaciones históricas y/o políticas que de manera distorsionada e interesada han sido parte de una educación formal llena de yerros?
Convengamos que son demasiados los compatriotas cuyo interés principal reside en cuidar puntillosamente su lenguaje, al grado de desvirtuar incluso sus propios sentimientos.
No pertenezco a ese enorme grupo que privilegia la calma y tranquilidad por sobre la honradez en el actuar y en el opinar. Asumo las consecuencias de tal actitud, sabedor de que algunas de mis opiniones provocan estertores estomacales en los amigos de lo ‘políticamente correcto’.
Comentaré asuntos en los que, estoy seguro, usted coincide de algún modo con mis opiniones, pero (reconózcalo) nunca se ha atrevió a explicitarlo. No se preocupe, son MIS comentarios, usted solamente asienta o disienta con un leve movimiento de cabeza. Así quedará libre de responsabilidad penal ante cualquier estropicio cometido por el suscrito al respecto.
Diego Portales, ícono de militares
Aquí se confirma la exactitud y veracidad de la opinión popular que señala cuán ignorantes son “los milicos patas hediondas” (gracejo muy usado en las décadas de los años 1940 y 1950 al referirse a los uniformados).
Pinochet, ladronzuelo y traidor, fue quien más recurrió a la figura de Portales para engañar a la gente haciéndole creer que el durísimo tri-ministro era particularmente admirador de la soldadesca. ¡Falso!
Diego Portales, aún siendo un decidido ‘pelucón’ (derechista), tenía pésima opinión de los militares; baste saber que se opuso tenazmente al regreso de O’Higgins a Chile desde su destierro peruano. Además, quiso fusilar al general Ramón Freire (al que acusó de ‘traidor y mentecato’)… y por último, sabedor de cuán inútiles y sediciosos eran los uniformados, creó, organizó y dirigió las “Guardias Cívicas”, a las que vistió y armó con prolijo cuidado para oponerlas al poder bélico y político del ejército regular (de ese mismo ejército que en Quillota lo apresó y, al día siguiente, en las alturas del Barón, en Valparaíso, lo asesinó).
Ejército de Chile, ‘vencedor, jamás vencido’
Otra falacia del tamaño de una catedral. El año 1891, en plena guerra civil desatada por los capitalistas que manejaron a su amaño al Congreso y a la Armada, en las batallas de Placilla y de Concón la marinería derrotó al ejército que apoyaba al presidente José Manuel Balmaceda.
Es cierto, muy cierto, que ese ejército fue leal a la Constitución y a las leyes apoyando al presidente Balmaceda, pero también es cierto que fue derrotado, que rindió sus armas y estandartes al enemigo… aún más, muchos oficiales, traicionando sus juramentos, aceptaron cambiar de bando e integrar las filas de la triunfadora Armada. ¿Ejército ‘jamás vencido’?
Los héroes del 11 de septiembre
Esos héroes no fueron militares. Augusto Pinochet, Gustavo Leigh, César Mendoza y José Toribio Merino apostaban por el exterminio total de toda huella de izquierdismo, y con mayor razón si este había mostrado rasgos de heroicidad en los enfrentamientos con las tropas regulares del ejército, la fuerza aérea, la armada o carabineros.
La heroica defensa de La Moneda el martes 11 de septiembre de 1973, fue uno de los hechos que los cuatro generales golpistas deseaban evitar que fuesen conocidos por la opinión pública.
Veintiún civiles, mal armados, mal entrenados la mayoría de ellos (o sin entrenamiento militar ninguno, en el caso de los asesores del Presidente), aislados y carentes de apoyo logístico, no sólo mantuvieron a raya a tres regimientos completos (Tacna, Buin y Blindado) durante cuatro horas, sino, además, provocaron bajas severas en las filas uniformadas disparando desde los balcones de La Moneda, ayudados exclusivamente por algunos francotiradores leales al gobierno, apostados en los edificios aledaños a la Casa de Toesca.
La Guardia no abandona al Presidente (al menos, una parte de ella –detectives– ya que la otra parte –carabineros– se retiró del lugar a media mañana), y el GAP tampoco… esos fueron los héroes de La Moneda que defendieron con sus vidas la institucionalidad democrática, la Constitución Política y la Presidencia de la República (olvidados y menospreciados por la Concertación y la Nueva Mayoría…).
Quizá, debido a la vergüenza, el coronel Joaquín Ramírez quería ‘fusilarlos en el acto’, allí, en calle Morandé, cuando los defensores de La Moneda, por irrestricta órdenes del Presidente de la República, habían depuesto las armas.
Los 21 prisioneros fueron fusilados en Peldehue (Fuerte Arteaga) el 13 de septiembre de 1973. Sus restos en sacos, según el testimonio del suboficial Eliseo Cornejo, testigo de los luctuosos sucesos, habrían sido lanzados al mar desde un helicóptero Puma.
Militares, y ultraderechistas muertos a manos de combatientes, no fueron ‘asesinados’
Hasta el día de hoy, algunos sectores políticos continúan llorando y exigiendo a viva voz ‘justicia’ para sancionar legalmente a aquellos combatientes de izquierda que segaron las vidas de algunos altos oficiales de las fuerzas armadas, de varios miembros de la DINA/CNI y de un relevante responsable directo del golpe de estado y la posterior masacre de civiles (Jaime Guzmán).
Esos sectores políticos (principalmente UDI y otros nacionalistas) parecen olvidar que la junta militar golpista informó urbi et orbi, el martes once de septiembre de 1973, reiterándolo hasta la saciedad los días y meses posteriores, que el país estaba “en guerra”, vale decir, esa junta militar declaró la guerra a las fuerzas políticas que no manifestaban apoyo al golpe y a la sedición.
Un sector de esas fuerzas (MIR y FPMR) respondió a tal declaración abatiendo a tiros a individuos como Carol Urzúa y como a todos los uniformados caídos en un combate declarado unilateralmente por ellos mismos.
¿Por qué chillan hoy día entonces los megaterios de la UDI y otros similares? Si declararon la guerra, ¿qué esperaban? ¿Qué el ‘enemigo’ se quedase quieto, no hiciera nada y se dejase degollar?
Chile le debe su desarrollo a la empresa privada
¡Mentira absoluta!
Período 1939 – 1973: el violento terremoto que en el mes de enero de 1939 destruyó las ciudades de Chillán y Concepción cobrando más de treinta mil víctimas, apenas iniciado el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, otorgó al mandatario radical la posibilidad de crear la CORFO (Corporación de Fomento de la Producción), institución fiscal que durante más de cuatro décadas investigó, propuso, invirtió (dinero del estado chileno) e inició exitosamente actividades fabriles y productivas en áreas donde la empresa privada había asegurado que ‘no existía posibilidad alguna de gerenciar ni administrar nada’.
Sin embargo, la CORFO lo hizo exitosamente. Ahí estuvieron, en su momento, empresas de total éxito como CAP (Huachipato), ENAMI, SERCOTEC. INACAP, IFOP, SENCE, IANSA, ENDESA, la UTE, Centrales Hidroeléctricas, Chile Films, ENAP, MADECO, ENTEL, TVN, y una multitud de empresas (más de 300) de rubros varios, como textiles, metalmecánica, agrícola, maderera, pesquera, automotriz (Fiat, Citroën y Peugeot), vestuario, etcétera. Decenas (quizá centenares) han sido las pioneras empresas creadas por CORFO, las cuales, una vez demostradas sus capacidades ‘económicas’, fueron EXIGIDAS por los capitales privados como elementos aptos para la privatización.
Período 1964-1973: durante dos siglos los terratenientes criollos mantuvieron sus propiedades en el más absoluto nivel de “no producción”, puesto que el 60 % o el 70% de esos extensos kilómetros cuadrados o hectáreas de fundos y haciendas estaban improductivos, dejados a la mano de Dios, constituyendo simples e inútiles paisajes.
El presidente Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964) inició, aunque tibiamente, el proceso de reforma agraria que sería incrementado y terminado por los mandatarios Frei Montalva (1964-1970) en la reforma del macetero y Allende Gossens (1970-1973) a través de instituciones como CORA, INDAP e INIA.
Una vez que esos gobernantes triunfaran demostrando que Chile sí podía ser una potencia en producciones frutícolas y madereras (todas ellas, hasta ese momento, administradas por el Estado), los inversionistas privados, histéricamente, exigieron al gobierno de turno (era entonces el momento de la espantosa dictadura militar) la “venta” (privatización o regalo, en realidad) de todas las empresas fiscales, incluyendo las agrícolas, lo que se efectuó vergonzosamente durante el último año del gobierno dictatorial pinochetista (principalmente en el segundo semestre de 1989), a precios risibles, en condiciones insignificantes en su cuantía monetaria. Fue, sin duda, el mayor robo conocido en la Historia de Chile.
Período actual: y para qué hablar de los ‘regalos’ efectuados por el duopolio Alianza-Concertación a mega empresarios particulares, como ocurrió con los glaciares del Norte (Barrick Gold), las salmoneras y bosques en el sur, las reservas de agua en la zona austral, el borde costero, el mar chileno, los nuevos minerales cupríferos, y un etcétera tan largo como día lunes, pero siempre con la prospección, apoyo e inversión y primera administración del Estado.
Por cierto, este caso podría extenderse mil líneas más relatando ejemplos indesmentibles respecto de cómo los ‘privados’ han aprovechado el esfuerzo de gobiernos y sociedad civil chilena para agenciarse exitosas empresas descubiertas, iniciadas y estructuradas por el Estado, a bajo precio merced a las dádivas de los yanaconas que pululan en el Legislativo y en el Ejecutivo, a quienes la prensa servil y las tiendas partidistas apoyan.
En resumen, los inversionistas privados no han arriesgado un mísero centavo en proyectos, fábricas y empresas que el Estado no hubiese ya iniciado comprobando su rentabilidad.
La izquierda es innecesaria e inútil, sólo la derecha es fecunda
Aquí, en este caso, la cuestión es prácticamente al contrario. Si jamás hubiese existido una izquierda política y social, hoy el mundo estaría asfixiado por la miseria, hambruna y el racismo profundo. ¿Leyes laborales? ¿Sistemas de previsión social? ¿Justicia medianamente imparcial? ¿Sufragio universal? ¿Preocupación por los derechos humanos, por el medio ambiente, por la niñez? ¿Liberación femenina?
Nada de eso interesó a los dueños del capital durante la época victoriana cuando comenzó la revolución industrial… y tampoco preocuparía hoy a los ultra capitalistas si no existiese una izquierda que cautele los mínimos derechos de la mayoría de los seres humanos.
En Chile la mayoría de los mega empresarios, así como casi la totalidad de los poderosos latifundistas terratenientes, han logrado sus fortunas robando, expoliando, evadiendo impuestos, corrompiendo a las autoridades locales y nacionales, e incluso asesinando (por mano propia o por medio de sicarios como jueces venales, militares y policías). La mayoría de esos enriquecidos empresarios y latifundistas provienen de familias clasistas, sediciosas, ladronas. Y es fácil comprobarlo recurriendo a la Historia.
Por ello, la izquierda ha sido, es y seguirá siendo, más que necesaria, vital. Ojalá, además, pueda también ser gobierno… pero me refiero a la verdadera, a la izquierda-izquierda, no a esa mescolanza avinagrada de retazos politicastros reconvertidos al capitalismo que volvieron del exilio, luego de largas estadías en países industrializados, dispuestos a transformarse en ‘hijos pródigos o mayordomos’ de sus antiguos adversarios, traicionando a sus electores y a su propia historia.
Podría continuar con muchos otros tópicos y ejemplos, pero creo que los mencionados en las líneas anteriores son suficientes para comenzar la discusión, la reflexión crítica y el cambio (al menos, de actitud). Ahí se los dejo…. pero si a usted le parece insuficiente, avíseme, ya que no tengo empacho ni problema para entregarle más y más información respecto de una montonera de casos, personajes y hechos que conforman el falaz estado de cosas que el “establishment” actual, interesadamente, le vende a la ciudadanía.