Mientras incrédulos y desconsolados veíamos como el tiro de Pinilla golpeaba el travesaño del arco del Mineirao y nos privaba de haber dejado fuera del mundial al anfitrión. Mientras eso pasaba y nosotros pensábamos “jugamos como nunca y perdimos como siempre”, otra imagen nos dejaba con la boca doblemente abierta.
Una imagen captada en el senado nos hacía retroceder al país de los 90, a ese mismo Chile que hoy es tributado por una serie televisiva en el canal de Luksic. Aquel país gobernado por la DC, donde se aplaudían los triunfos morales y los consensos entre derecha y concertación, regresaba en gloria y majestad al presente de las redes sociales.
Y como si el palo de Pinilla, más los penales errados, no fueran suficiente castigo, aquí en Chile, en nuestra realidad política, la reforma más importante del actual gobierno, era presentada en un formato casi calcado a cuando el 2006 se alzaron las transversales manos que exhibieron la estafa de la LGE.
Esta vez la tan esperada reforma tributaria era presentada al país por Nueva Mayoría, derecha y empresarios, todos juntos y sonrientes. La reforma tributaria, esa misma que prometía terminar con los descarados y únicos en el mundo privilegios de los más ricos, era corregida y enchulada por insignes economistas de derecha.
La oportunidad histórica de contar con mayoría en el parlamento, con la cual se podía aprobar la reforma tal cual lo establecía su proyecto original, se desperdiciaba. Sorprendentemente la reforma pasaba a recibir el retoque de los cancerberos de ese 1% de chilenos que ostenta el 90% de los recursos del país.
Y es que la derecha comenzaba a develar en las portadas de sus diarios, como se había logrado aquel “histórico” acuerdo. Había sido en el comedor de Fontaine , hasta donde había llegado el mismísimo ministro de hacienda para meter bisturí al corazón del proyecto. Incluso el Presidente de la asociación de bancos se atribuía la paternidad de la nueva reforma.
Podrán decir que la reforma no traicionará sus puntos más importantes o que da lo mismo la foto, pues lo importante es recaudar los 8 mil millones de dólares. Pero eso lo dicen y se la creen solo, quienes piensan y actúan desde el tecnicismo, no desde la política.
La política te indica que hoy en Chile importan tanto las esencias como las formas, eso lo sabe un político que olfatea al pueblo y sabe tomar temperatura al momento país. Y es que ese Chile que les dio una mayoría en el parlamento, para que extirparan sin excusas el modelo de Pinochet, veía con estupor cómo se desperdiciaba una oportunidad que de seguro, costará mucho volver a repetir.
Tenías el partido ganado, a la derecha mordiendo el sabor de la derrota y te acalambraste, le pediste permiso al rival y este te pintó la cara. La derecha salió a celebrar como si se tratara de un gol en la final del mundo. Ni en el gobierno de Piñera habían celebrado tanto.
Y ahí lo tienes, luego del derroche vienen las declaraciones post camarín, con Zaldivar defendiendo la política entre cuatro paredes y Hernán Larraín llamándoles a reconocer las mentiras de la reforma, donde el FUT se eliminaría solo de nombre.
Recién transcurridos 5 meses de un partido de 4 años, ya algunos comenzaron a transar el sistema de juego propuesto en la redentora campaña de la Nueva Mayoría. La vertiginosa intensidad que desmontaría el neoliberalismo, era pausada por los jugadores devotos del estilo Boeninger -Correa.
Prometieron jugar a lo Bielsa y terminaron ratoneando como el pelado Acosta. A la primera apretada del rival, tiritaron las cañuelas. Nosotros nos quedamos frente al televisor con tristeza y rabia. Pero sabemos que muchos otros, esos que habitan en el 52% de abstención, habrán quedado con más rabia que tristeza y entonces, háganse cargo. Esta vez no hay excusas. Esta vez jugabas de local, a estadio lleno y frente a un rival reventado.
¿Habrá cambios para el partido de la reforma educacional? ¿Se podrá revertir el mal resultado de la tributaria? ¿ Reencantarán a la decepcionada hinchada?
