Una de las tareas del gobierno que encabezará a partir del martes la presidenta electa chilena, Michelle Bachelet, será la de recomponer las deterioradas relaciones internacionales de Chile con América Latina, en especial con algunos de sus vecinos.
“Chile ha perdido presencia en la región, sus relaciones vecinales son problemáticas, se ha impuesto una visión mercantil de nuestros vínculos latinoamericanos y se han ideologizado las opciones de inserción externa”, fue el diagnóstico del equipo que estuvo a cargo del programa de gobierno de Bachelet en materia internacional.
La líder socialista, que gobernó entre 2006 y 2010 tras convertirse en la primera presidenta de Chile, asumirá el martes su segundo mandato presidencial de cuatro años con la búsqueda de “una mayor unidad regional” como eje de la política exterior de su país.
Su equipo en la cancillería, que encabezará el designado ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, tendrá que abordar los conflictos pendientes con Perú, otro abierto con Bolivia, que demandó a Chile ante La Haya, y reactivar la privilegiada relación que tuvo con Ecuador.
Además, Muñoz, que hasta su nombramiento era un alto funcionario del Programa de Naciones para el Desarrollo (PNUD), deberá impulsar los vínculos con Brasil y Argentina, que están más o menos congelados o en un bajo nivel, según sostienen críticos de la política externa del presidente saliente, el conservador Sebastián Piñera.
De hecho, la mandataria brasileña, Dilma Rousseff, jamás concretó una visita oficial a Santiago durante el gobierno de Piñera (2010-2010).
Eso sí, apenas se confirmó el triunfo de Bachelet en segunda vuelta, el 15 de diciembre pasado, Rousseff aseguró que su gobierno y el de Chile “profundizaran aún más” los vínculos entre los dos países.
Los lazos entre Chile y Brasil, aliados tradicionales en la región, se enfriaron después de que Piñera privilegiara una estrategia comercial con la Alianza del Pacífico, formada en 2011 por Chile, Colombia, Perú y México, y que abrió las puertas a la influencia mexicana en Sudamérica.
Aunque valora los esfuerzos de integración de la Alianza del Pacífico, Santiago orientará su participación “en una perspectiva no excluyente o antagónica” con otros planes de integración regionales, aseguraron funcionarios del gobierno entrante.
“Recuperaremos el impulso inicial de la Alianza, como una plataforma comercial para proyectarse colectivamente en la región asiática”, añadieron.
Por otro lado, las nuevas autoridades postulan a que la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) debe constituirse en un “punto de confluencia” de las iniciativas de integración de América del Sur, mientras que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) debe ser una instancia de “coordinación política” en la región.