Diciembre 3, 2024

Poeta Verónica Jiménez: “Hace falta mucha convicción para apostar por la edición independiente”

Verónica Jiménez es una poeta reconocida en nuestro panorama literario. Con la reciente publicación de su novela Los emisarios (Piedra de Sol, 2013) ha conseguido ampliar su registro hacia la narrativa y pronto publicará, por el mismo sello en el que colabora, el ensayo Cantores que reflexionan. Cultura y poesía popular en Chile, un libro que analiza la producción de los poetas populares en torno a temas como la Reforma Agraria y la Dictadura, y con el que obtuvo el Premio Mejores Obras Inéditas del Consejo del Libro en 2012. Paralelamente a la escritura, se ha desempeñado como editora y profesora de edición, un trabajo que ella define como “un gran oficio”. Por estos días se encuentra coordinando el Diploma en Edición Profesional (*) que se dará en la Universidad de Chile a partir de septiembre, un proyecto al que fue convocada por la editora general de Cuarto Propio, Paloma Bravo.

¿Crees que es necesario que los editores sigan estudios formales, no basta con la práctica?

Los estudios y la práctica son parte del oficio de un editor, de su compromiso con los lectores y con los autores, y en esa definición caben todas las instancias que te permitan hacer mejor tu trabajo, adaptarte a los nuevos medios y aportar al campo cultural, que está en permanente cambio. Un editor es, por definición, una persona que siempre quiere aprender y ampliar su mirada sobre el contexto.

 

En los últimos años han surgido muchas editoriales independientes, ¿qué opinas de ese fenómeno?

El mundo editorial tiene la capacidad de reflejar de algún modo lo que sucede en la sociedad. Desde el momento en que una o dos ideas o visiones de mundo intentan imponerse al grueso del cuerpo social, surgen editoriales, porque es a través de ellas que los contenidos que no están siendo difundidos, sino más bien sofocados por la visión imperante, pueden ver la luz. Así nacieron Einaudi o La Pléyade, o más recientemente Anagrama, aunque todas finalmente fueron colonizadas y diluidas. Nosotros tuvimos la experiencia extraordinaria que fue Quimantú, que amplificó el público lector y derribó, mientras duró, el tabú de la lectura como una práctica de ciertas élites.

Desde hace algunos años, estamos presenciando la concentración de la industria editorial en dos o tres Holdings que nos ofrecen principalmente entretención, pero que dejan poco espacio a los contenidos más serios, el ensayo, la literatura, y particularmente la producción local, entonces lo normal es que se creen sellos que traten de publicar lo que estas empresas no publican. La otra opción es que los autores locales produzcan libros entretenidos y consigan ser publicados por los sellos comerciales.

 

Muchas editoriales independientes tienen una corta duración. ¿A qué crees que se debe esto?

Si tomamos en cuenta lo confuso del panorama editorial chileno, las deficiencias de la crítica, los problemas de financiamiento y de distribución, hace falta mucha convicción para apostar por la edición independiente. La dificultad más evidente es la de tener que hacer frente a la presencia aplastante de los grandes grupos. A las editoriales locales les cuesta mucho actuar en un escenario copado por empresas que cuentan con enormes capitales para promover sus libros y que, además, se benefician de algunas decisiones sobre promoción del libro en este país. Es muy ilustrativo el caso de las compras estatales de libros. Si tú imprimes mil 500 ejemplares de un título, el Estado te compra 300 para sus bibliotecas, o sea el 20% del tiraje, pero si tu imprimes menos, ese porcentaje de compra se vuelve insuficiente. Las editoriales independientes, que publican preferentemente literatura, imprimen, por lo general, entre 200 y 500 ejemplares de cada título. Entonces, el resultado es que el Estado puede llegar a comprar 300 ejemplares de un libro comercial, de autoayuda, por ejemplo, frente a 20, o a lo más 50, de un libro de literatura. Es decir, el propio Estado está constriñendo la importante tarea que podrían desarrollar las editoriales chilenas y está permitiendo que las grandes empresas eduquen el gusto de los lectores, para seguir incrementando sus dividendos en el futuro.

 

¿Las editoriales independientes podrían revertir esa situación?

Podría hacerse si se trabajara en conjunto con el Estado, con otros criterios para la promoción del libro y la lectura. Tú no puedes pedirle a una editorial pequeña que imprima mil 500 ejemplares de un libro de poesía, para poner 300 en las bibliotecas públicas, porque eso es irreal, incluso en España, que es un gran mercado. Yo creo que existe un desconocimiento sobre cómo opera la segmentación de mercados y los nichos. En la publicación de libros, la calidad y la cantidad no van unidas. La primera medida sería, entonces, cuidar que criterios como ese no sean requisito para acceder a la compra de libros. Lo segundo sería estudiar seriamente la posibilidad de beneficiar a las editoriales independientes con la exención de pago de IVA o algún tipo de subsidio con cargo a esos mismos impuestos.

 

Esa sería una situación ventajosa.

Sería apenas una forma de compensar mínimamente a quienes deben meterse la mano en el bolsillo para publicar, frente a los grandes capitales. Y ayudaría a frenar también prácticas nocivas de algunas editoriales independientes que funcionan como imprentas, publicando a autores que ponen la plata frente al editor y lo contratan para que edite y promocione su libro.

 

¿Te parece malo eso, teniendo en cuenta que hoy en día es posible incluso contratar la publicación de eBooks, sin pasar por un editor?

Es claro que compañías como Amazon quieren borrar del mapa a las editoriales y a los editores, pero no veo por qué las editoriales independientes deberían imitar el modelo que pretende destruirlas. El editor es un mediador, debe recuperar más bien el peso crítico de su oficio, volver a practicar la criba, ese proceso de selección rigurosa, que es en definitiva su razón de ser frente a los lectores.

 

En los últimos años, ha habido cierta presencia de las editoriales independientes a nivel público, por ejemplo, con la Furia del libro.

La Furia es una feria, una venta colectiva de libros que de algún modo imita a la Feria del Libro de Santiago. Es también la forma en que se han organizado tres o cuatros editoriales, así como otras tantas se han agrupado en Editores Independientes. Pero lo que realmente falta es una instancia representativa amplia, que incluya también a editoriales regionales, en la que se puedan plantear mejoras sectoriales. No puede ser que lo prioritario sea sólo obtener invitaciones para ferias internacionales, en las que finalmente participan autores y editores de mediana calidad, con catálogos empobrecidos por libros editados por encargo o autoediciones con escaso valor.

 

¿Crees que la edición independiente debe mejorar su oferta?

Yo creo que es necesario observar críticamente el panorama y tratar de corregir la falta de rigor que existe en algunos casos. No creo que sea un mal momento para el libro, de hecho las importaciones de libros extranjeros aumentan cada año, lo que indica que hay más lectores. La industria editorial chilena tiene que seguir creciendo. Y la edición, aunque sea un oficio, tiene que adoptar métodos profesionales. Hay algunos buenos editores, pero también hay muchos que dan palos de ciego. Hace unos días, por ejemplo, miraba el índice de una antología de poesía traducida al inglés y no logré comprender el criterio de la selección, pues había algunos buenos autores junto a otros absolutamente prescindibles; el resultado era algo así como un carnaval muy buena onda, pero sin consistencia. Creo que es importante jerarquizar, es parte del trabajo de un editor, el editor es el primer crítico; el segundo es el comentarista de libros, y ahí también nos metemos en un terreno pantanoso.

 

¿Por qué?

Porque se practica la fea costumbre de que, para que los libros sean comentados, los editores y autores deben ser cercanos a los comentaristas de libros, que muchas veces son autores o editores, además. Esto es bastante evidente, no estoy destapando nada, basta con mirar los diarios para ver qué autores son reseñados o entrevistados. Hay páginas de diarios en las que simplemente algunos sellos no tienen cabida y se da que, por otra parte, aparecen libros que no merecen ser comentados y ahí están. Entonces, finalmente, tampoco hay una mirada crítica y el resultado es que nivelan hacia abajo. Consecuentemente, en las instituciones se acogen estos panoramas sesgados, a tal punto que en un concurso literario, por ejemplo, alguien puede llegar a ser jurado del trabajo de sus pares, simplemente por haberse conducido con habilidad a través de esta nebulosa.

 

¿Crees tú que la solución pasa por encontrar otros medios para la difusión de los libros?

Los medios alternativos ayudan bastante y es necesario que surjan más, pero confío también en que las páginas culturales de algunos diarios puedan abrirse a una difusión más amplia. Pero, insisto, hay que comenzar por corregir las deficiencias en la primera etapa de la circulación de libros, que son las editoriales. Para contribuir con buenos libros, la edición en general tiene que ser menos oportunista y hacer una apuesta de largo plazo, jugarse por la conformación de fondos editoriales que perduren en el tiempo.

 

(*)http://www.filosofia.uchile.cl/noticias/93433/diploma-de-extension-edicion-profesional

https://www.facebook.com/diplomadoenedicion

 

 

 

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