México DF.- En entrevista con Clarín.cl Manuel Mejido (1932), enviado del periódico Excélsior en septiembre de 1973, habla del golpe de Estado y del presunto asesinato de Neruda: “Los militares asesinaron a los símbolos de la Unidad Popular, Neruda era el gran símbolo, el régimen militar tenía que instalar a los nuevos dioses; durante la conquista de América -en 1521- los españoles destruyeron las pirámides aztecas para edificar las iglesias católicas, los asesinos de Pinochet quisieron hacer lo mismo -en 1973-, pero con quién podrían sustituir a Neruda, la dictadura tenía que quitar de en medio a Neruda, el poeta tenía más cañones que cualquier país que quisiera derrocar a Pinochet”. El periodista mexicano escribió: “Neruda había obtenido un salvoconducto para viajar a México a internarse en el Instituto de Cancerología”, en 1973 pensaba que el poeta había muerto por el cáncer y la tristeza, sin embargo 40 años después no descarta la posibilidad del asesinato.
MC.- En el libro “Esto pasó en Chile” (1974), usted aseguró: “Neruda había obtenido un salvoconducto de la Junta Militar para viajar a México a internarse en el Instituto de Cancerología”, sin embargo no citó la fuente, ¿quién le informó los detalles para recibir a Neruda en México?
MM.- El coronel Manuel Díaz Escobar, Agregado Militar de México en Chile. El presidente Luis Echeverría envió a dos capitanes del Ejército mexicano para ver si podían entenderse con los militares chilenos y ayudar en la tramitación de los salvoconductos, recuerdo al capitán del Valle y al capitán Orlando Carrillo Olea, estoy seguro que el político Gustavo Carvajal debe saber dónde está el capitán del Valle, por si te interesa entrevistarlo, sé que el capitán Carrillo Olea falleció. En la Embajada de México recibí la información sobre el traslado de Neruda al Instituto de Cancerología, la mayoría de los políticos de la Unidad Popular llegaron a solicitar asilo al gobierno de México, en la Embajada conocí a los sobrevivientes de La Moneda, en la Embajada entrevisté a la viuda del Presidente Allende -doña Hortensia Bussi-, la Agencia Associated Press me ofreció 50,000 dólares por la exclusiva, pero yo les dije la entrevista era de Excélsior.
MC.- ¿Visitó a Neruda en la Clínica Santa María?
MM.- No.
MC.- ¿Dónde recibió la noticia de la muerte de Neruda?, ¿asistió al funeral?
MM.- Recibimos la noticia en la Embajada y con la imposibilidad de nada, el entierro de Neruda lo tenían vigilado, eso era acercarse para que me metieran a la cárcel o me dieran un balazo, la dictadura sabía que un periodista mexicano estaba enviando varios reportajes de denuncia al extranjero. La verdad, cuando sopesas las noticias de lo que está ocurriendo con la dictadura, Neruda pasó al segundo plano, pensé: ojalá que lo entierren en paz, desgraciadamente así piensa un periodista durante el golpe de Estado, te dedicas al periodismo de emergencia y denuncia, no al periodismo cultural.
MC.- Usted escribió –en 1974- que Neruda murió de tristeza…
MM.- Por supuesto que lo afectó el golpe de Estado, sufrió una enorme tristeza por lo que ocurría en Chile, justo al final de su vida, en la vejez uno se vuelve más feble y sensible.
MC.- ¿Cuándo conoció a Neruda?
MM.- En México -en 1966-, lo visité tres veces en el Hotel Reforma, era un hombre bueno, afable y cálido con las personas; yo era muy joven, Neruda no tenía por qué hacerme caso, sin embargo conversó conmigo amablemente después de terminar el trabajo de la entrevista.
MC.- ¿Descartaría la teoría del presunto asesinato de Neruda?
MM.- No, todo pudo pasar; los militares asesinaron a los símbolos de la Unidad Popular, Neruda era el gran símbolo, el régimen militar tenía que instalar a los nuevos dioses; durante la conquista de América -en 1521- los españoles destruyeron las pirámides aztecas para edificar las iglesias católicas, los asesinos de Pinochet quisieron hacer lo mismo -en 1973-, pero con quién podrían sustituir a Neruda, la dictadura tenía que quitar de en medio a Neruda, el poeta tenía más cañones que cualquier país que quisiera derrocar a Pinochet.
MC.- En el caso del Presidente Allende, los periodistas presentaron dos teorías en 1973: suicidio y magnicidio, ¿nunca sospechó del presunto asesinato de Neruda?
MM.- No. Las noticias fluían interminablemente, o salía un Bando Militar, o aparecía un asesinado, o te informaban de la detención de un nuevo preso político. En la Embajada de México entrevisté a 23 colaboradores del Presidente Salvador Allende –me acompañó Gonzalo Martínez Corbalá- los juntamos en una mesa redonda para que reconstruyeran las últimas horas del Presidente en La Moneda, los 23 habían estado hasta el último minuto con el Presidente; uno de ellos, René Largo Farías me pidió de favor que fuera a su casa para traerle una valija, fui acompañado por el periodista español Ricardo Liaño a la casa de René –él no podía salir de la Embajada-, abrimos la valija y sacamos todos los libros comunistas, pero de pronto leí una hoja de papel escrita a mano por los dos lados que decía: “Salvador Allende en el Salón Toesca”, René había llevado una especie de bitácora y al final escribió una nota de despedida para su esposa María Cristina y sus hijos. Con las notas de René sabía qué preguntarles a los 23 sobrevivientes de La Moneda, en Chile nadie sabía a ciencia cierta lo que había pasado al interior de La Moneda, yo entrevisté a los médicos y amigos del Presidente, me pasé horas conversando con ellos y confrontándolos, todos coincidieron en que el Presidente Allende se suicidó; mis reportajes fueron muy serios y profesionales, sabía que mi trabajo quedaría para la historia, como he visto que se ha quedado.
MC.- ¿Con qué periodicidad enviaba sus reportes sobre el golpe de Estado a Excélsior?
MM.- Mientras estuve en Chile tenía 5 transmisiones al día.
MC.- En un país sitiado, sin los avances del Internet WiFi, ni la telefonía móvil, ¿cómo enviaba las 5 notas diarias?
MM.- Había un teléfono con Télex en la Embajada, tuve suerte, pero también fue dedicación profesional, mientras dormía en el piso de la oficina del Cónsul vi que había un Télex y esperaba que funcionara porque tenía 40 cartillas perforadas para poder enviar las noticias a México, pero no sonaba el Télex, ni prendía el foquito de encendido, así que lo estuve revisando hasta que escuché una voz: “hablo desde Mendoza, de la Agencia Télam del gobierno de Argentina”, les expliqué que era un periodista mexicano y necesitaba un contacto con el exterior.
MC.- ¿Cuándo llegó a Chile?
MM.- El 9 de septiembre salí del Aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, en el mismo avión venía doña Hortensia Bussi después de una gira de trabajo por México, el Presidente Allende la estaba esperando en el Aeropuerto de Pudahuel, yo había contactado al Embajador Gonzalo Martínez Corbalá, habíamos concretado una cita con el Presidente Allende para el 11 de septiembre; al llegar a Santiago el aire olía raro, se veían filas en las panaderías, Chile olía a golpe de Estado. La noche del 10 de septiembre, en el Hotel Carrera, me reuní con Gonzalo Martínez Corbalá y Fernando Gamboa, quien tenía una exposición de pintura mexicana en Chile, después del golpe andaba como loco recogiendo los cuadros en el Museo de Bellas Artes del Parque Forestal.
MC.- La Colección Carrillo Gil, Neruda escribió la presentación del catálogo…
MM.- Sí, cada loco andaba con su tema. Gonzalo me llevó al Hotel San Cristóbal Sheraton y al día siguiente había un golpe de Estado. En mi libro lo relato, Esto pasó en Chile (1974) es un reportaje de 118 cuartillas, yo no sé hacer libros, hago reportajes de 4 cuartillas o de 300 páginas; en otro libro sí cuento cosas personales –Con la máquina al hombro-, yo estaba jugándome la vida, salió el Bando Militar Número 17 que decía: “todo aquel que transmita informaciones tendenciosas fuera del país será severamente castigado por la justicia militar”, la dictadura cortó todas las comunicaciones, los militares aislaron al país para asesinar a los opositores; la única línea que se quedó funcionando era muy antigua, de 1917, comunicaba a Santiago de Chile con Mendoza (Argentina), era una línea telefónica tan vieja que los militares no la cortaron.
MC.- ¿Cuántas horas pasaba entre la Embajada y el Hotel San Cristóbal?
MM.- Los toques de queda los pasaba en la Embajada, ahí me reencontré con el periodista español Ricardo Liaño, yo no sé, y nunca lo supe –porque un año después del golpe apareció el cadáver de Ricardo Liaño flotando en el río Mapocho-, pero Ricardo conseguía salvoconductos, documentos que no conseguían los dos capitanes del Ejército ni el Agregado Militar de México que estaba en contacto con los golpistas. Así podía salir a las calles, me enteraba de las cosas directamente porque tenía un salvoconducto, mi esposa viajó conmigo a Santiago, ella se quedaba en el Hotel San Cristóbal y yo pernoctaba en la Embajada, casi ni dormí durante las semanas del golpe.
MC.- El primer vuelo de exiliados chilenos salió el 16 de septiembre, el segundo viaje fue el 24 de septiembre, fecha pactada por Neruda para venir a México. ¿Por qué usted no abordó ninguno de los dos vuelos a México?
MM.- No abordé ninguno de los vuelos porque se los rechacé al Embajador Gonzalo Martínez Corbalá, le dije: “quiero quedarme aquí donde están las noticias, no quiero irme huyendo”; a finales de septiembre las noticias sobre la dictadura ya habían fluido en un 90%, al terminar mi trabajo funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas me sacaron de Chile, de lo contrario no sé cómo me hubiera ido, la ONU sacó a varios periodistas extranjeros hasta Buenos Aires.
MC.- ¿Piensa escribir sus memorias a 40 años del golpe de Estado?, ¿o reeditará su libro de 1974?
MM.- Los 50 años posiblemente no los alcance, para los 40 años me voy a poner de acuerdo con la periodista Frida Modak porque quería que actualizáramos el libro: Esto pasó en Chile (1974), pasar por la dictadura a la transición de la democracia, y no es una mala idea, quieren hacer la nueva edición de mi libro aquí, pero lo dejé porque estoy en la “edad del chango”.
MC.- ¿Cuál es la edad del chango?
MM.- Cuando mis nietos me agarran como chango para que les haga monerías (risas).
MC.- ¿Algún día compilará sus entrevistas con Picasso, Neruda, Jean Paul Sartre y Gabriel García Márquez?
MM.- Tengo todos mis archivos muy bien organizados, pegué en hojas mis entrevistas para empastarlas y conservarlas mejor. Me gustaría editar una antología con mis mejores entrevistas.
MC.- Usted fue vecino –en el Pedregal- de Manuel M. Pardiña, de Gabriel García Márquez y de Gonzalo Martínez Corbalá…
MM.- Manuel era un ingeniero agrónomo, líder de la izquierda, un hombre honrado, trabajó con Lázaro Cárdenas y con Cuauhtémoc Cárdenas; Cuauhtémoc fue mi compañero de posgrado en Francia junto con Porfirio Muñoz Ledo, pero luego ese par de cabrones se pelearon por el poder (risas). También Gabriel García Márquez es mi vecino y amigo, Gabo vive en el Pedregal porque es un petit burgués (risas).
MC.- Finalmente, cruzando el Periférico vive don Gonzalo Martínez Corbalá, ¿todavía lo frecuenta?
MM.- Gonzalo se enclaustró en la soledad, no debería hacerlo, depuso las armas antes de que le pidieran la rendición. Alguna vez le dije a la hija de Gonzalo: “quiero conversar con mi viejo amigo”, Gonzalo tiene 85 años, antes salíamos por algunos tragos, pero ahora no podemos tomar ni tequila por los problemas de salud, ahora, cuando salimos llevamos el certificado de defunción bajo el brazo para lo que se ofrezca (risas).