Diciembre 5, 2024

Si yo fuera la Michelle….*

Si yo fuera la Michelle tendría claro que la simpatía que me profesa más del 50% de la ciudadanía chilena no nace de los equilibrios macroeconómicos ni de la vigencia de la regla del superávit estructural que ha mantenido la Concertación. Tampoco por cierto, de los déficits de todo tipo que permiten que ello ocurra.

Estaría segura que el apoyo ciudadano proviene de mis cualidades externas, como la sinceridad, la naturalidad, la calidez. También de las internas, porque los que me quieren saben que he sufrido, pero que todavía puedo sonreír e incluso agitarme a carcajadas. Sabría que me apoyan porque las grandes mayorías excluidas me sienten como uno de los suyos y por eso piensan que puedo protegerlos. Por lo tanto, no tengo que producirme, ni tengo nada que inventar… ni buscar asesores especiales.

Tendría claro que no conviene tocar los intereses de los grupos económicos, porque ya hemos sufrido las consecuencias de lo que ello significa y nadie quiere en Chile otro Presidente mártir, pero tendría claro que al menos puedo exigirles que respeten la ley. Que, consecuentemente, con la Responsabilidad Social Corporativa que han asumido entre sus principios, no deben evadir o eludir impuestos, ni contaminar ni distorsionar la ley laboral. Por el contrario, deben respetar la libertad sindical y el funcionamiento normal de las organizaciones y deben abstenerse de engañar a los consumidores o proveedores. Explicitaría las reglas del juego que todos los sectores deben respetar y trataría de que todos las cumpliéramos. No sólo inversionistas y empresarios tienen derecho a esa exigencia.

Si yo fuera la Michelle no creería si me dicen que ignoran las causas de la muerte de los cisnes de cuello negro o de las malformaciones congénitas de los hijos de las temporeras de las Sexta y Séptima regiones.

Si una sucursal del Mac Donald´s envenena a un niño, dejaría que el SESMA o el organismo que lo reemplazara, cumpliera su función y cerrara la correspondiente sucursal, sin cuestionar a la empresa como un todo, pero sin revocar la decisión del organismo competente comiendo hamburguesas contaminadas delante de las pantallas de la televisión.

Llamaría a la constitución y fortalecimiento de organismos fiscalizadores independientes que no se vieran afectados por la política contingente. Especialmente en lo referente a la Autoridad Ambiental, ya que la protección de nuestros frágiles ecosistemas nos afecta a todos y, especialmente a las generaciones futuras. Fortalecería la Contraloría, la Dirección del Trabajo, la Fiscalía Nacional Económica y otros organismos fiscalizadores, tratando de que cumplieran su rol de manera independiente.

Si se dice que la clave para la superación de la desigualdad en Chile es la educación, aumentaría considerablemente, aunque disminuyera un poco el 1% del superávit estructural, el número de profesores, mejorándoles sueldos y la capacitación y generando al mismo tiempo mayores oportunidades de empleo en esa área. Pondría exigencias técnicas y profesionales a los sostenedores de los colegios municipalizados que les permitieran dirigir un cuerpo docente, y no sólo manejar un negocio.

Buscaría aumentar el empleo en cargos fiscalizadores a nivel estatal o cargos relacionados con la organización social a nivel local, ya que nadie puede creer que el desempleo se va a superar con empleos de emergencia, pintando municipalidades.

Si yo fuera la Michelle, nunca mentiría. Explicaría las verdaderas causas de los problemas y llegaría hasta el final en su análisis. Diría que en verdad el desempleo tiene a estas alturas un carácter estructural, de modo que me abstendría de andar proclamando a cada rato que el “empleo ya viene”. Analizaría las formas de coordinar la educación que se imparte con los profesionales que el país requiere, aunque afectara un poquito “el libre mercado de la educación”.

Discutiría públicamente con el conjunto de la ciudadanía a través de mecanismos específicos, tipo mesas redondas, foros universitarios y concursos, soluciones para la distribución de la mano de obra obsoleta, que se ha quedado sin trabajo a consecuencia del desarrollo de la informática o la reingeniería empresarial.

De igual forma promovería el debate sobre el envejecimiento de la población y las mayores expectativas de vida y pensaría en formas de financiar la inactividad de adultos mayores con capacidad profesional, pero sin los conocimientos técnicos que requieren las empresas modernas.

Examinaría con todos los sectores de la población el funcionamiento del actual sistema de pensiones, que no cumplió los objetivos que se pregonaron cuando fue creado, y la forma en que financiaremos al número creciente de ancianos que carecen de salud y seguridad social.

Si yo fuera la Michelle diría la verdad acerca de los errores de los funcionarios públicos, la verdad respecto a mis errores y trataría de no premiarlos con el silencio o el ascenso a mejores cargos.

Llamaría a participar a los jóvenes y a las mujeres, a los más excluidos en la toma de decisiones. En primer lugar impulsando a todos los niveles la selección de cargos en función del talento de cada cual, a nivel del Gobierno, a nivel de los partidos políticos y de las organizaciones. La selección por concurso con transparencia, independientemente de las ideas políticas de cada quien sería el primer impulso a la participación de los jóvenes. De la misma manera, llamaría a elaborar y trasmitir ideas sobre los diferentes problemas en todas las instancias que fuera posible.

Expresaría que hay algunos problemas que no tienen solución desde arriba, o sólo con más recursos estatales, como es el caso de la drogadicción, el embarazo juvenil, la delincuencia y, por ello, llamaría a la organización comunal, especialmente a la organización de las mujeres. Mujeres que, desde ya, podrían organizarse en función de la campaña electoral, proponiendo formas de solución a sus problemas, para constituir posteriormente organizaciones de defensa permanente de la ciudadanía.

No hay otra forma que la organización ciudadana local para frenar la contaminación, los pagos excesivos a las empresas que suministran servicios de utilidad pública, la mala construcción de las viviendas populares y otras formas de avasallamiento a la ciudadanía de los poderes fácticos. No habrá otra forma de defenderse del desempleo, la delincuencia y la drogadicción que con organización local. Durante la dictadura fueron las ollas comunes, ahora pueden ser otras formas de defensa pacífica que cautelen la dignidad de pobladores y habitantes de zonas excluidas y que los ayude a ayudarse. Con un mínimo de apoyo estatal, la organización local puede multiplicar los beneficios.

Se necesitan muchos Ombusdmen a nivel local y, lógicamente nombraría o buscaría una forma transparente de elección o selección de un Ombusdman a nivel nacional que funcionara de forma independiente sin cooptación política con el objeto de asegurar la defensa de los derechos ciudadanos como un todo. Trataría de que en su Oficina hubiese algunos cargos voluntarios que ocuparan ciudadanos ilustres ad-honorem también seleccionados por concurso público.

Velaría por que se cumpliera sin dobles estándares la Constitución. Si ésta se define como defensora del libre mercado habrá que ver las formas objetivas y legales de impedir el avance de los monopolios y los monopsonios, sin ruptura ni cuestionamiento a los más poderosos, pero pidiéndoles consecuencia respecto a las propias leyes que crearon. Recordaría a los empresarios que las privatizaciones se hicieron durante el Régimen Militar para terminar con los subsidios a las empresas estatales, por lo que les pediría consecuencia, renunciando a los subsidios que actualmente reciben del Estado a través de exenciones tributarias, eliminación de impuestos, franquicias, condonaciones de deudas, préstamos blandos y perdonazos.

Si yo fuera la Michelle, en todos los foros con la Oposición, que insiste en que los problemas de desempleo y delincuencia no se han solucionado, les pediría especificar las soluciones que ofrecen y especialmente sus formas de financiamiento. No se puede llamar a solucionar problemas que requieren recursos y al mismo tiempo mantener la regla fiscal o no imponer un royalty a la extracción de nuestras riquezas naturales. Tampoco se puede aceptar como solución al desempleo que se rebajen los salarios para que los empresarios puedan contratar más trabajadores, porque ello sólo es repartir la pobreza. Tampoco es coherente exigir a las empresas más contrataciones cuyas reingenierías de la última década han perseguido básicamente alivianar su carga laboral.

Debido a todo esto, tendría que hacer una campaña electoral modesta, basada en la participación voluntaria de los más humildes, como se hizo antes, llamando a constituir Comités por Michelle en las poblaciones, donde la discusión y formas de solución de los diferentes problemas sea la forma de hacer propaganda, donde la limpieza ornamental de espacios públicos fuera otra de las formas. Ello sería más valorado, especialmente por los jóvenes, que infinitos posters, fotografías y gigantografías. Que cada partidario de Michelle plante, o cuide, un árbol podría ser una consigna.

Si yo fuera la Michelle impulsaría a mis partidarios a confiar nuevamente y a luchar por la transparencia en todos los actos de nuestra vida diaria, especialmente si ocupamos cargos públicos.

Si yo fuera Michelle estaría agradecida, contenta y asustada, pero por sobre todo, preferiría morir a destruir las ilusiones de los que aún siguen esperando que algún día venga la alegría.

 

*Publicado en 2005 antes de la primera campaña de la Señora Bachelet

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