![cannabis_weed](https://archivo.elclarin.cl/wp-content/uploads/2013/02/cannabis_weed.jpg)
Se ha venido desplegando una campaña a fin de despenalizar el consumo de marihuana. La propuesta en su formulación es equívoca e induce a error por cuanto, y sus propulsores no pueden ignorarlo, el consumo de estas y otras drogas no está penalizado.
Es evidente entonces que el verdadero fin perseguido es legalizar su producción, distribución y comercialización en cantidades que exceden lo meramente personal.
En la sociedad existen drogas ya legalizadas como el alcohol y sus efectos en la conducta humana se perciben claramente en los espacios policiales de medios de comunicación.
Quienes promueven esta campaña nos plantean la perspectiva altruista de “crear, meditar, filosofar”; la verdad es que no he visto en mi vida, que ya no es tan corta, crear nada de valor bajo los efectos de la droga. No veo como Kant, Hegel o Schopenahuer pudieran ser entendidos, asimilados y proyectados de mejor manera bajo una sustancia que hace perder el sentido, impide muchas veces caminar y realizar los actos más elementales.
He asistido a decenas, sino cientos de eventos científicos y no he visto a nadie catapultado a grandes aciertos bajo los efectos de la marihuana.
Ponerse bajo los efectos de las drogas no es asunto exclusivamente personal pues como un factor que altera la conducta dice relación también con la vida de otros. Es también un problema de salud pública, brutal para nuestros jóvenes pobres que sometidos por sus adicciones no reciben prácticamente ayuda estatal alguna.
Es en sí mismo el hecho de drogarse un acto que el estado deba prohibir. De hecho no lo prohíbe como ya dijimos, a todo evento, en toda circunstancia y en cualquier época, creo que no.
Las respuestas a estas interrogantes, de tanta trascendencia social, no son a-históricas o desprovistas de un contenido analítico de clase.
Un pito de marihuana en un joven sin educación, o con la de este sistema que es casi lo mismo, apremiado por una sociedad que idolatra el consumo y que paga sueldos miserables es una engañosa fuente de escape que lo terminará embruteciendo. ¿Las drogas hacen bien o mal a la juventud de un país?
Los jóvenes en las poblaciones pobres de Chile están sufriendo el embate brutal de la pasta base y la marihuana. Es el punto de partida para el delirio, muchas veces doméstico, y en sus propios hogares, para la prostitución más desenfrenada y lastimera. Una elevada cantidad de delitos se cometen bajo el influjo de la droga que jóvenes puestos ante los jueces, el día después ni siquiera recuerdan lo que pasó.
La sospechosa ineptitud de los organismos estatales para reprimir el flujo de la droga ayuda objetivamente la mantención del sistema de dominación capitalista.
Que algunos pocos jóvenes puedan hacer un uso razonable y controlado de la marihuana, no habilita a establecer esto como una regla general.
La dominación de la oligarquía chilena en el centenario como también lo dejó consignado Recabarren, se hacía mediante el “chuico” de vino y el alcoholismo que embrutecía al proletariado.
La marihuana no hará jamás a un joven un ser autónomo, dueño de su propio destino.
No predico desde el púlpito de lo inmaculado, señalo simplemente los riesgos, ya evidentes, para una juventud popular como la nuestra.
Vivimos un país tan injusto, tan deshumanizado, una selva donde el hombre es el lobo del hombre, un país donde el rasgo distintivo es la angustia existencial que se ahoga con alcohol y drogas. Para terminar con esto hace falta una revolución y esa batalla de las ideas no la haremos marihuaneados.
ROBERTO AVILA TOLEDO