Cumpliendo casi todos los pronósticos de las últimas demoscopias que lo situaban bastante lejos de la “mayoría excepcional” que demandaba al pueblo catalán, Artur Mas (Convergencia i Unió, CIU) resultó ser el gran derrotado de la jornada electoral del 25N, con 50 escaños, 12 menos que en las pasadas elecciones autonómicas del 2010.
Aunque Mas ganó finalmente las elecciones, lo hizo pero a “lo Pirro”. Su mesiánica y megalómana apuesta política sufrió un contundente revés a manos de un pueblo cívico y maduro que demostró, una vez más, no estar disponible para aventureros ni oportunistas. Un pueblo que puesto a elegir, en materia de nacionalismo y autodeterminación, no dudó en optar por quienes genuinamente tienen pedigree en la materia: Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), quienes, en definitiva, tras doblar su representación parlamentaria, pasando de 10 a 21 escaños, se transformaron a la postre en los grandes vencedores de estas elecciones autonómicas.
Con ello, Catalunya no solo dio una muestra al mundo de madurez cívica (con un histórico 69% de participación), sino que además de una profunda vocación de autodeterminación y pluralismo político, de lo cual da cuenta la variopinta configuración que dejó en el parlamento luego de su masivo paso por las urnas.
Por un lado, con un sólido y mayoritario bloque nacionalista, al que habría que sumarle, claro está, las izquierdas en alza, representadas, en este caso, por el ICV (con 13 escaños, 3 más que la anterior elección) y en la irrupción de las CUP (con 2 representaciones), también partidarias de la autodeterminación; por otro, las derechas españolistas, con los “PPopulares” topando techo en su votación (con 20 escaños, uno más que la vez pasada) y Ciutadans, su díscola “marca blanca”, como es de esperar, robando “los huevos al águila”, y triplicando sorpresivamente sus escaños (pasó de 3 a 9). Por último, con los socialistas catalanes (PSC) topando fondo luego de la deriva en caída libre que arrastran desde la era ZP.
No deja de llamar la atención, respecto de ésta última formación, que celebraran por el simple hecho de que el resultado final fue menos catastrófico que el pronosticado en casi todas las encuestas; por lo que cabe preguntarse: ¿si la vez pasada con 28 escaños obtuvieron el peor resultado de su historia, qué representa, entonces, el hecho de que hoy hayan obtenido 8 escaños menos?
Es evidente que Mas no supo decodificar la histórica manifestación de la Diada en Barcelona, para ello hace falta algo más que ser buenos surfistas, pues resulta que los casi dos millones de catalanes que se expresaron ese día (11S), por todo lo que ya sabemos, también lo hicieron por una “Catalunya social” (y contra los hachazos al estado de bienestar) aquella que está a en su antípoda ideológica, y que, por lo demás, él jamás pretendido ni podrá representar.
Pues como dijo Vicenç Navarro, el “Chomsky” catalán, se trata de una “lucha legítima y democrática por el derecho a decidir (que puede o no abocar en una demanda para la independencia), como parte de una lucha que está ocurriendo a lo largo de toda España, contra unos establishments políticos y mediáticos...”
Finalmente, como Artur Mas tras su fracasada aventura no tuvo la estatura ni la entereza política de presentar su dimisión, como es lógico y era esperado, cabe formularse un par de preguntas al respecto. ¿Cómo se gestiona todo esto? Pues, bien pudiera ser que la virtud se trasmute en catástrofe y que lejos de un hermoso y celebrado arcoíris pluripartidista los catalanes tengan, en breve, una verdadera “bolsa con gatos” en el gobierno y el parlamento.
Es que el tema social en la agenda política (y en la deficiente gestión del gobierno CIU) representa un auténtico talón de Aquiles, una verdadera fractura en este (súper) bloque nacionalista. Algo, por lo demás, para nada fácil de administrar ni subsanar.
Asimismo, con la inmanejable crisis económica encima, el serio cuestionamiento a la democracia y sus instituciones (léase partidos políticos, parlamento, monarquía, etc.), la efervescencia social in crescendo… ¿Rajoy estará dispuesto a mitigar su intransigencia frente a Catalunya o esperará la realización del referendo? Creemos, sinceramente, que no tiene otra alternativa que hacerlo.
Afortunadamente al menos esta “democracia” sirve para algo: para manifestar alto y claro la voluntad de un pueblo, aquello que Artur Mas demostró, como buen político que es, que no supo o no pudo leer ni interpretar.