Pasará poco tiempo antes que las sombras borrascosas que cruzan a los restos náufragos de la Concertación, se disipen. Será cuando los plazos institucionales adviertan que las elecciones están a un paso. Entonces las querellas bajarán de tono y todo volverá a la misma normalidad en que han vivido por más de de veinte acomodados, beneficiosos y productivos años.
Las presiones indebidas, el clientelismo, los acomodos, marullos, nepotismos y negociados, que aparecen con alarmantes tonos de escándalo en la prensa, no son cosa nueva. Ha sido la manera de repartirse el botín entre los que administraron por más de veinte años esta copia feliz del edén.
Que recién salgan ahora las denuncias por boca de sus gestores, lejos de constituir un propósito loable, valiente e higiénico, no hace sino demostrar que se trata de una conducta propia de una cultura más que de hechos aislados. Durante mucho tiempo se ocultaron sistemáticamente conductas impropias que llegaban hasta las más altas autoridades de la república. Sin que los ofendidos, dijeran ni pío.
Lo de fondo, el trafico de influencias, el negocio de cargos y puesto, las prebendas y los saltos por sobre los conductos normales, a la siga de miserables beneficios económicos, son cosa sabida hasta por el más inadvertido.
Que después de tanto recién salgan a la luz no hace mucho más vergonzoso un sistema de acomodos y beneficios ilegítimos. Lo que pudo haberse dicho antes, se dice ahora, al amparo salvador que da la distancia de las responsabilidades administrativas, judiciales y morales.
Pero, ¿y qué paso en aquellos casos en que el Ministro, sub secretario, presidente incluido, aceptó la presión? ¿Tuvo que incluir en sus plantillas a funcionarios que entraron sólo porque fulanito lo exigió sin que mediaran curriculums o experticias?
¿Qué proyectos fueron afectados por esos personajes que entraron por las ventanas?
Tanto, o quizás mucho más importante que un Ministro aparezca denunciando al senador que le puso la daga en el cuello, ante lo cual según él, se negó, sería saber de aquellos que sí aceptaron la amenaza o que lo hicieron prescindiendo de ésta. Como una manera de que hoy por tía y mañana…ya se sabe.
¿Cuántos funcionarios que llegaron a los veintidós ministerios y sus respectivas sub secretarías lo hicieron por esa vía chanta, mientras se desplazaba a funcionarios de carrera o a postulantes con más méritos que ser de la patrulla de un senador, diputado u operador político?
No son pocos los escándalos que han perseguido con porfía a numerosos funcionarios del anterior equipo de sostenedores del sistema. Y serán muchos más los que quedaron a buen recaudo del silencio y la oscuridad.
Hoy sabemos que era posible presionar a un Ministro para incluir en sus planillas a sujetos enviado por su Padrino. Y ni siquiera los presidentes de la época quedaron fuera del alcance de las máquinas repartidoras de poder y compradoras de lealtades a precios con cargo al fisco.
El choque Girardi Velasco tiene el mérito, algo es algo, de contribuir al descalabro de un sistema de políticos que no sirve. El ya deteriorado prestigio de esta clase, suma con estas desavenencias y acusaciones, algunos grados más de declinación.
Personajes que durante muchos años levitaron en la política a costa de la gente crédula y necesitada, aceleran hoy su retroceso histórico. Es cierto que en política nadie muere, pero también es cierto que muchos zombies que deambulan en busca de oportunidades de segunda generación, dejan un olor que la gente ya sabe reconocer.
Pero todo saben que estos arrebatos que desclasifican una información conocida por todos, es un chaparrón que pronto va a pasar. Siempre ha sido así. Una tarde de estas se juntan en el restauran de moda y ya a la altura del primer pisco sour, se perdonarán desubicaciones, exabruptos y desatinos, y a la altura del plato de fondo, volverán a ser los amigos y socios que han sido durante todo este tiempo.
Habiendo tanto en juego resulta una tontera sin nombre pelearse por tan poco.