En un par de ocasiones he señalado que contrariamente a lo que se cree los bancos no tienen plata. Hasta hace un par de años, un banco disponía en capitales propios de no más del 3% de los créditos que concedía. Hoy en día, Acuerdos de Basilea mediante, los bancos debiesen aumentar esos capitales propios a un 7%. Debiesen.
Hubo bancos que fueron mucho más allá en la irresponsabilidad y prestaron 135 dólares por cada dólar del que disponían, lo que significa que sus capitales propios no cubrían ni siquiera un 1% de la masa de créditos en curso. Se gana más plata cobrando intereses por dinero que no se tiene. Los banqueros lo saben y lo practican con entusiasmo. Desde luego hay un detallito: si sólo un 3% de los créditos acordados se revela irrecuperable… el banco está técnicamente quebrado porque no le quedan capitales propios. La contabilidad financiera, más conocida como financial chamulling, les permite contabilizar como activos los intereses a percibir en el futuro, ¡lo que origina una muy inestable bicicleta que en estos días se está dando una hostia que no veas!
Los Acuerdos de Basilea, -que obligan a los bancos a aumentar sus capitales propios en proporción a los créditos acordados-, tienen dos pequeñas dificultades: a) no hay ningún organismo en el planeta capaz de verificar el aumento de capital, b) nadie sabe a ciencia cierta lo que los bancos han prestado, ni la “calidad” de esos créditos, lo que hace imposible calcular el monto de capital necesario que habría que inyectarle a los bancos. Capitales propios de un 7%, de acuerdo. Pero… ¿el 7% de cuánto?
La gigantesca crisis financiera actualmente en curso se disparó en el segundo semestre del 2007, hace ya cinco años, y todavía nadie sabe qué es lo que hay en los balances de la banca mundial: otra brillante manifestación de la “transparencia” con la que los expertos en neoliberalismo se llenan la boca todos los días. El gobierno español, completamente entregado al juicio de los mercados financieros y a la autoridad de la troika (FMI – Comisión Europea – Banco Central Europeo), declara en el día de hoy estar procediendo a una “auditoría contable” para saber cuánto dinero se necesita para rescatar el sistema financiero hispano.
Se trata de instituciones financieras como Bankia, que hasta ahora estaba dirigida por Rodrigo Rato, ex Director Gerente del Fondo Monetario Internacional, ese que le da lecciones de transparencia al mundo. En Italia, quién está intentando saber lo que ocultan los bancos italianos es Mario Monti, ex consultor de Goldman Sachs, el banco que falsificó las cuentas públicas griegas. Antes de ejercer esas eminentes funciones Mario Monti fue Comisario Europeo, ¡o sea miembro del gobierno europeo encargado de verificar que se respetan las reglas!
Quién preside el Banco Central Europeo es Mario Draghi, que fue vicepresidente europeo de… ¡Goldman Sachs! Luego ejerció durante cinco años (2006-2011) como máxima autoridad del Banco Central italiano. En esa augusta función participó en la construcción de la mayor deuda pública de Europa, y la tercera más importante del mundo en volumen. Italia debe en torno a un 120% de su PIB.
Estos son los rufianes que trabajan arduamente para encontrarle soluciones a la catástrofe que ellos mismos crearon. En eso Europa le copió a George W. Bush, quién nombró Secretario del Tesoro (Finanzas) a Henri Paulson, el presidente de Goldman Sachs que se enriqueció vendiendo los productos financieros tóxicos que gatillaron la crisis de la que hablamos.
Cuando se trata de rescatar la banca privada con dinero público, estos tíos toman la precaución de no dañar los intereses de los accionistas. Aún cuando las pérdidas superan con creces el poco capital propio que los accionistas pusieron, -o sea que ya no son dueños de nada sino deudas-, cada rescate cuida de recapitalizar los bancos conservando, o incluso aumentando, la participación financiera de dichos irresponsables. Al Capone dirigiendo el Servicio de Impuestos Internos, el cartel de Medellín a cargo de la lucha contra el narcotráfico, Ben Laden portando la maleta con los códigos de la bomba atómica. Una aritmética extremadamente simple.