Enero 2, 2025

La venganza

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shootgunLa dicotomía de los perdedores de todos los tiempos, enfrentados a la oportunidad de pasar alguna cuenta a los prepotentes, mandamases o criminales,  ha sido si justicia o venganza. Y mientras los perdedores discurren cuestiones de la moral y las buenas costumbres, los malos se rearman y los pasan a cuchillo, cuando menos, por alzados, rosqueros y terroristas.

 

Desde el punto de vista del populacho, la justicia tiene mala fama, pero se le respeta de una manera casi religiosa. Aún cuando siempre opera sólo del lado de quienes hacen las leyes y quienes las administran. Raras veces en la historia la justicia ha estado de parte de quienes han sido los que más la han necesitado. Y cuando en el horizonte ha parecido algún atisbo de cambio en las reglas del juego, esos mismos poderosos se han metido esas leyes y esa justicia en buen parte, y han sacado sus aceitados fusiles y acerados corvos.


El Estado de derecho es una ficción afilada que sólo apunta en una dirección. Curiosamente contra los más desposeídos.


Dictadores sanguinarios, criminales aborrecibles, explotadores inhumanos, tiranos ladrones, han muerto en sus mullidas camas, rodeados de honores, riquezas y servidumbre, sin haber sido siquiera rozados por la justicia para el pago de sus crímenes.


Algunos consideran que también es una vía legítima esperar el Juicio Final para que aquellos que la deben, la paguen. Y aún cuando hubiera en el fin de los tiempos que rendir ante algún Todopoderoso los actos con que concluimos nuestro paso terrenal, se corre el riesgo de que hayan surtido efectos las donaciones y las misas u opere en el más allá la amnistía o el simple acomodo, tan popular en la Tierra.


En estos casos es cuando cobra su real valor, su magnífica prestancia y sabroso regusto, la venganza. En estos y en otros difíciles de clasificar, pero que guardan como cuestión común la necesidad de recobrar la decencia y la higiene humana.


Larga como la esperanza del pobre, dicen los pobres cuando se refieren a una espera estéril. Resignados a la semi vida que les ofrece un mundo de injusticia y explotación, esperan que desde algún recoveco de la historia salga algo que ponga las cosas en su lugar.


Pero la fuerza innegable de los hechos nos hará concluir que por la vía de la disciplinada observación de las normativas que exigen los poderosos, jamás se va a lograr la erradicación de la injusticia, la explotación, el genocidio, el hambre y la guerra.


Una vez en Chile se intentó impulsar el más bello de los intentos por construir un país justo, dueño de su destino, de sus riquezas y de sus propias decisiones. Ese caso excepcional  pareció acumular en ese impulso, toda una energía que por siglos, generaciones de chilenos habían acumulado. Era también una manera sublime de venganza tras siglos de opresión, explotación y servidumbre.


Es que la venganza no sólo se expresa en términos tan brutales, y satisfactorios habría que agregar, como por la vía del fusilamiento, la horca o la guillotina.


De tarde en tarde la venganza del pobrerío tiene un carácter más complejo y, por lo tanto, mucho más difícil de entender como vehículo de justicia en su estado más puro. Es cuando la venganza del pobre apunta en donde más les duele: sus riquezas, sus poderes, los mecanismos por los cuales viven, generación tras generación, de carne humana explotada, reventada.


A veces los corcoveos de los perdedores ponen en peligro los beneficios sobrenaturales de los que gozan los poderosos. A veces una bala poética deja las cosas en su lugar cuando el pecho lleno de charreteras de un genocida es atravesado por un tiro justiciero.


Esas acciones románticas que con el paso de los años pasan a ser leyenda, novelas o películas, confirman que la ruta más corta, y que ofrece las más grandes satisfacciones en el camino hacia la justicia, sigue siendo la venganza.

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