Noviembre 4, 2024

Hacer Universidad, rehacer la Universidad

Se tiene la sensación de que la universidad ha perdido el rumbo. El mundo la necesita más que nunca, pero por razones nuevas y, para clarificar el nuevo papel que debe jugar en el mundo, tenemos que encontrar un nuevo vocabulario y un nuevo sentido de propósito”. (Ronald Barnett).

 

 

Se escucha con frecuencia que nuestras universidades de América Latina padecen hoy la nostalgia de haber perdido la tradición de Occidente, la tradición de la campana de cristal, pero lo que debiera plantearse es que la persistencia de las políticas neoliberales ha traído desazón y hasta desesperanza a la academia, digamos al sector académico más crítico, por su conciencia de las implicaciones; el menos crítico parece adaptarse al darwinismo social, a la perspectiva de que los humanos desempeñamos un papel determinado en el mundo que vivimos, fincado en la supervivencia y la evolución del más fuerte.


Ronald Barnett ha advertido que nos esperan tres dificultades, en particular: a) aceptar que la universidad debe mantener sus valores y propósitos dentro del nuevo marco (económico-político-social); b) aceptar realizarlos en las nuevas condiciones; y c) aceptar que es la indicada para hacerlo. (R. Barnett; 2002)[1]. En suma, hacer suya la responsabilidad de extender el papel que le correspondió en el contexto del Estado de bienestar al del Estado neoliberal, el que está por una sociedad donde la incertidumbre y el riesgo son los principales condimentos del éxito de los individuos, a partir de reglas inequitativas.


Si se plantea este asunto desde la perspectiva crítica, sucede que nuestras universidades están siendo descolocadas por las políticas “innovadoras” y no saben aún cómo autodefinirse ni reposicionarse; el costo tiene a profesores transitando por los espacios de las instituciones, para decirlo con dos pinceladas, con la cabeza baja, ribeteando la desesperanza. Ya no se reconocen entre sí, porque no se auto-reconocen. Sabemos quiénes somos, pero no lo que somos.


El asunto principal es hacer universidad, rehacer la universidad. Los saberes no bastan, requerimos inteligencia, imaginación y ética para aprender, investigar, inventar, aplicar, rediseñar y extender los productos de la cultura local, nacional, regional y global, que la rescaten de la interdependencia de los capitales. Todo esto nos lleva a vacilar, a equivocarnos, a insistir, a repensar, a despistarnos otra vez, hasta que logremos la identidad del nuevo propósito: una universidad más allá de los muros, pero al servicio del bien común. Se trata de procesos troncales y complejos, y de que las responsabilidades anteriores asignadas a nuestras universidades no sólo no son pertinentes en estos días, sino que tampoco están a la altura de la legitimidad que hoy se les reconoce, sea en la esfera de lo público, sea en la de lo privado.


Para mayor complejidad, las políticas minimalistas del complejo político-empresarial desconocen olímpicamente la existencia de asuntos privados que adquieren carácter público, entre ellos, precisamente, la educación formal, cuyas tareas fundamentales son la socialización y la culturización de todos durante toda la vida (Unesco). Alguien, en la web, hace pocos años, planteaba: “¿Qué se supone que tienes que hacer cuando de repente te das cuenta que todo está cambiando y de que todo lo que conocías va a desaparecer ya?” Y otro decía: “¿Y si pudiera nadar en el cielo?” Y otro: “¿Y quién podría vivir sin una imagen más?” En fin, síntomas de navegantes en la red de la cultura virtual, que no suelen darse en los intramuros de nuestras universidades, al menos, no con tal soltura. ¿Estamos dispuestos a revertir el lance sostenido de la burocracia y la tecnocracia juntas con vista a los mercados? ¿Hay formas de superar sus paradigmas, esto es, los soportes ideológicos de sus aspiraciones y expectativas? ¿Reharemos la universidad? Rehagámosla.


*Poeta chileno, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Colaboración especial para Clarín de Chile.



[1] Ronald Barnett. Claves para entender la Universidad. En una era de supercomplejidad, Girona, Ed. Pomares, 2002.

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