Enero 19, 2025

Esquizofrenia mediático-política: tolerantes con Labbé

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labbet0En el programa de Tolerancia Cero del domingo 25 de septiembre el Director de La Tercera, Cristián Bofill, se mostró circunspecto con el Alcalde de Providencia y se guardó todos los dardos y calificativos que hacía algunos minutos había utilizado para estigmatizar con el mote de “ultras” a un sector de la Confech. Por su parte, Fernando Paulsen hizo su trabajo de periodista al confrontar directamente al ex Dina con su pasado pinochetista y su accionar contradictorio con los valores democráticos.

 

 

Veamos por escrito.

 

Fernando Villegas, en el programa nocturno con Labbé, adoptó su pose de intelectual de derecha anti politically correct e intentó darle un curso de sociología de los movimientos sociales al siniestro personaje que no obedece a razones sino a una concepción de la autorictas proveniente del fascismo español. Si la teoría de los movimientos sociales pertenece a la teoría crítica, en la boca de Villegas sus definiciones aparecían como salidas del alumno que repite de memoria. De mala calidad. Eso sí, denota; para analizar la profundidad del movimiento social antisistema actual, los “intelectuales” y opinólogos orgánicos del régimen no manejan ni conceptos ni análisis. Al menos Villegas tomó prudente distancia del cavernario.

 

El tercer animador, Matías del Río, centrado en una actitud periodística “objetivista” trató de arrancarle al UDI y ex Oficial DINA una declaración donde Labbé reconocía lo que todo el mundo presumía: que éste se había comunicado con el ministro de Educación Bulnes antes de anunciar sus decisiones y provocaciones violentistas y discriminatorias con los estudiantes. En este punto del programa, la imagen televisiva rebasaba de sentido, pues en la sardónica sonrisa del Alcalde de Providencia el flemático Bulnes apareció no sólo en el bolsillo del ex agente de la DINA sino, además, como el cómplice de una maniobra de “orden” donde el mismo Estado de Derecho era utilizado para reprimir con violencia a los estudiantes, apoderados y periodistas.

 

Así, mientras en la Asamblea de las Naciones Unidas, en un ejercicio de demagogia y retórica, Piñera alababa e incluso solidarizaba para la galería con la causa del movimiento estudiantil, Labbé, que dice ejercer la autoridad en nombre del Gobierno y su Presidente, reprimía a alumnos y apoderados. ¿Si esto no es esquizofrenia política, qué es? Maquiavelismo no es, porque “el fin justifica los medios”, según el propio Maquiavelo, cuando se apoya en la búsqueda del bien de la República. Y si es bien leído veremos que el único Principe es el pueblo. Demás está decir que la cosa pública hoy -la noción de bienes compartidos por la comunidad de iguales- es defendida por el movimiento estudiantil en su lucha contra el lucro y por la gratuidad de una educación pública. Ni Labbé ni Villegas lo entienden. Menos Bofill.

 

Nadie cuestionó las premisas ideológicas de Labbé. Porque cuando se defienden los intereses de los sostenedores y el lucro, se utiliza lo que está a la mano de los esbirros elegidos por las clases medias propietarias de Providencia angustiadas por el “desorden” y unidas detrás de su alcalde en la defensa de la sacrosanta propiedad privada. Y en una sociedad mercantilista y neoliberal como ésta, la propiedad de los sostenedores de colegios y universidades es un valor superior a un bien social como la educación. Los estudiantes lo saben; Labbé y los panelistas de Tolerancia Cero parecen ignorarlo. ¿Periodistas con mala formación o periodistas al servicio de la Empresa y de las estructuras de dominación? Cada vez más la duda se instala en la ciudadanía. La televisión como Aparato Ideológico de Estado, junto con sus dóciles profesionales de la información jugaron su rol (se salvó Fernando Paulsen con su sana indignación): a) banalizar la violencia policial en una democracia permite que por las instituciones se paseen individuos con un curriculum más que antidemocrático. Hoy, es lo que que ya no se aguanta, indigna y apela a la acción; b) normalizar (*) una situación preocupante para la ciudadanía y creada por un político con un oscuro pasado represivo de la coalición piñerista que actúa como en los tiempos de dictadura. 

 

Lo peor fue la actitud de Cristián Bofill. Con su cara de niño bueno del “periodismo objetivo” (de “datos duros” señalan), el Director del medio impreso que se presenta como un diario serio (de “referencia” se dice), pero que se ha dedicado sistemáticamente a incitar en sus editoriales a la represión del pueblo mapuche manipula los mismos controvertidos argumentos de Labbé: la necesidad del uso de la violencia para restaurar un supuesto resquebrajamiento de la autoridad del Estado Neoliberal.

 

Un somero análisis de contenido demostraría que en el diario dirigido por Bofill se dan los peores rasgos del periodismo ideológico y parcial acostumbrado al epíteto y a la construcción interesada de la información y del “enemigo”. Cabe recalcar la paciencia del movimiento estudiantil ante los ataques del tabloide de Bofill. E invito al lector a leer La Tercera del sábado pasado por sí mismo (**). Ahí queda evidente la maniobra del diario de estigmatizar a un sector importante del movimiento estudiantil, caracterizado como “ultras” que sostendrían “posturas extremas”. Pero sin explicar cuáles.

 

Con estas estrategias político-comunicacionales se realza la postura de los “moderados” que se sientan a la mesa a “negociar” y se denosta la de los motejados como “ultras” o “radicales” que paradójicamente argumentan sus posiciones (nótese la argumentación de los sectores mayoritarios de la Confech en las mismas páginas de La Tercera). Sin embargo, Cristián Bofill, que trata con guante blanco a Labbé, no explica ni argumenta por qué los llama “ultras”. Se supone que es por exigir educación pública gratuita. Los defensores de la lógica neoliberal y del periodismo al servicio de las clases dominantes no escatiman artimañas ni distorsiones para intentar deslegitimar y excluir a los movimientos sociales y sus demandas sociales cuando éstas apuntan al corazón del sistema.

 

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(*) “Los periodistas, escribe Anne-Marie Gingras, normalizan una situación cuando durante una situación problemática les solicitan a los políticos que precisen sus acciones, proyectos e intenciones. Pero centrando su atención en la acción de los poderes políticos, permitiéndoles a éstos que ocupen todo el espacio mediático […] De esta manera los problemas permanecen en el marco organizado por las autoridades del Estado incluso cuando éstas improvisan y aplican una solución no aprobada […] La normalización tiende a descartar las reacciones populares e insiste en la acción tranquilizadora de los poderes políticos. Esto fomenta la despolitización de los ciudadanos y excluye a la sociedad civil de la participación democrática”. Médias et démocratie, le grand malemtendu, Presses de l’Université du Québec, 2009, 290 páginas.

 

(**) Ver en página R8 de La Tercera ¿Hacia dónde va la Confech? Por C. Farfán y E. González. Allí puede leerse: “[…] los ultras, representados en dirigentes de universidades de regiones.” Aquí no hay explicación alguna acerca de porqué se les caracteriza de manera que sus posiciones, sin ser razonablemente expuestas, sean rechazadas por la ciudadanía a la que se le presenta sin más las posiciones de los llamados “moderados” como moderadas. Se contradice así el principio de la deliberación ciudadana. Los medios dominantes incitan a pensar y actuar según prejuicios generados por la matriz ideológica dominantes. Simple, una posición “ultra” es aquella que se opone a la visión mediática y política dominante. En este caso neoliberal y mercadista. 

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