Enero 13, 2025

Envilecidos por sus mandos

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protestas2El video muestra como un carro lanza gases de Carabineros se acerca a la puerta del Liceo de Aplicación en toma, y descarga, sin mediar ningún tipo de provocación y cuando los muchachos duermen, sus gases venenosos al interior. Intentos clandestinos a altas horas de la noche han protagonizado carabineros para desalojar el Liceo Nº 1, amenazando y agrediendo cobardemente a las niñas que están en la toma.

 

 

Estas acciones marcadamente criminales son hechas al amparo de los mandos policiales en cuyas mentes trastocadas por la formación que reciben, consideran a los estudiantes enemigos a los cuales hay que someter, sino simplemente liquidar.

 

En el Cuerpo de Carabineros, como en las demás ramas de las Fuerzas Armadas, no ha llegado ni por asomo la democracia. El historial de aborrecibles crímenes en los que se vio envuelto Carabineros de Chile durante la dictadura, parece no haber sido suficiente enseñanza como para desterrar métodos contrarios a los derechos humanos.

 

Resulta paradójico que un servicio público cuyo lema es orden y patria, se preste para reprimir con cierta fruición a todo el que discrepe y haga uso de su derecho a manifestarse. El orden para Carabineros parece entenderse como el silencio y la inmovilidad y la patria, los intereses de los que mandan.

 

Permanece en los mandos policiales la idea del enemigo interno. No se entiende de otra manera el deleite con el que atacan a estudiantes, la mayoría de ellos menores de edad y por lo tanto, según las leyes, sujetos a ciertos protocolos que los protegen precisamente de la brutalidad policial, incluso cuando cometen un delito.

 

En países desarrollados los policías tiene derecho a sindicalizarse, incluido el derecho a hacer huelgas. En el nuestro, la ideología que hay detrás de la formación policial determina personas que viven en una esquizofrenia que los hace inevitables en casos de accidentes o catástrofes y repudiables cuando utilizan los medios que el Estado les proporciona para atacar de la manera criminal a los estudiantes.

 

Los mandos policiales envilecen a su personal al obligarlos a golpear a mansalva al que protesta. Resulta evidente que en el interior de la policía sobrevive el mismo ánimo que llevó a ese cuerpo a ser aborrecido por la comunidad internacional por los crímenes que cometió durante la dictadura.

 

Hoy, en democracia, no son pocos los asesinatos por agentes policiales que ha disparado sus armas contra personas cuyo único delito es luchar por sus derechos. Mapuches, estudiantes, pobladores, han caído abatidos por tiros policiales. Y en muchas de esas oportunidades, violando no sólo la normativa vigente, sino que la más mínima moralidad, se han dado mañana para encubrir esos crímenes mediante la mentira, el ocultamiento de pruebas o el burdo montaje.

 

Y no pocos jefes policiales han debido dejar las filas acusados de maniobras poco claras, arreglines bajo cuerda o el simple abuso de su autoridad. Las investigaciones prometidas, nunca han entregado un resultado. Y otros tantos funcionarios, se han visto involucrados en asaltos, robos y estafas.

 

Se debería recurrir de protección contra los mandos policiales o contra el Estado por envilecer a personas que uno supone normales, y llevarlos a cometer delitos amparados en el uso de la fuerza y las armas.

 

El legítimo deseo de hacer carrera como policía, servicio que se supone esencial para el funcionamiento del país, la protección del más débil, el control de la delincuencia y la pronta asistencia en casos de accidentes y de catástrofes, se ve truncado y trastocado cuando se obliga a esas personas a castigar brutalmente a sus semejantes.

 

Un país democrático lo es en la medida que sus policías y sus militares también lo sean. Un cuerpo policial militarizado, formado en un enfermizo odio a todo lo que sea distinto o al que se manifieste haciendo uso de un derecho humano observado por los países democráticos, no puede tener cabida en un ordenamiento nacido de principios democráticos.

 

Las autoridades políticas son las responsables de llevar a personas supuestamente normales a tener un comportamiento que limita con el delito. Apalear de manera inmisericorde a un flacuchento estudiante que protesta, gasear de manera indiscriminada exponiendo a los efectos nocivos de esas sustancias a todo el que respire cerca, golpear con saña a niñas y someterlas a tocaciones  enfermizas, disparar a mansalva a civiles desarmados, no son hechos que las autoridades responsables finales del actuar policial desconozcan.

 

Los mandos superiores y las autoridades políticas son quienes deben responder por llevar a personas normales, hombres y  mujeres, a considerar como parte de su trabajo con el cual se ganan la vida, el castigar, golpear, gasear, mojar y apalear a seres humanos.

 

 

 

 

 

 

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