La gran prensa internacional se ocupó el mes pasado de la primavera árabe
, que en realidad todavía no termina, a mi parecer, pues ahora se hace presente en boca del presidente de Palestina lo que puede ser un nuevo conflicto en el seno de Naciones Unidas, pues en actitud desafiante el presidente Abbas exige en estos días que el organismo multinacional admita a Palestina como Estado miembro, con los derechos y las obligaciones que corresponden en plenitud.
Luego del estremecedor agosto, ahora ha venido consolidándose la quiebra de Grecia y de otras de las naciones que integran efecto dominó
que puede provocar la quiebra griega.
La problemática griega es cada vez más probable que adquiera caracteres muy peligrosos para la comunidad europea, pues los mercados de ese continente se están hundiendo, se dispara la prima de riesgo muy generalizadamente, y se perfila de esta manera un tsunami económico en la región, que vendría a ser una segunda recaída en alguna de las mayores economías del mundo. El viernes pasado, las bolsas europeas cayeron entre 4 y 5 por ciento, y por otra parte, Italia produjo un montón de dudas a los inversores por no recortar sus gastos, arrastrando también a España, según el periódico El País, que indudablemente quisiera que esto no fuera sí, sin embargo, lo da por hecho, muy destacadamente en su edición del 6 de septiembre.
Hay quienes piensan que las guerras mundiales, sobre todo, aunque no exclusivamente, fueron diseñadas y efectuadas para mejorar las grandes economías y resarcirse de situaciones muy singulares, que incluyen el error de gobierno en su mayor dimensión, como causal de estas guerras, y no andan muy desencaminados de la realidad, que se convierte en los grandes secretos que involucran a la seguridad nacional de estas naciones que todavía se pueden dar el lujo de resolver buena parte de sus problemas financieros de coyuntura mediante una guerra, contra una o varias de las otras potencias que les disputan los mercados más importantes, éstos sí hablando, ya no de la coyuntura, sino de lo estructural.
¿Qué quieren recuperar mediante el uso de la fuerza de invasión, por ejemplo? Pues podemos tomar para este análisis tan superficial alguno de los muchos ejemplos que la historia consigna, desde las luchas entre las grandes tribus nómadas, cuando se les agotaban las pasturas para sus ganados o simplemente para los caballos de sus ejércitos. Podríamos mencionar en este caso a los belicosos mongoles guiados por Gengis Khan, o también, más cerca de nosotros, a los ejércitos sureños de EU, persiguiendo y matando a los indios que poblaban amplios territorios de donde sacaban las pasturas para las cabalgaduras de sus tropas.
Podríamos también considerar algunos de los grupos que poblaron el territorio de lo que ahora es México, y lo mismo podríamos aventurar algunas hipótesis acerca de la desaparición de culturas completas de las que poco se sabe de su desaparición, dejando grandiosos vestigios de la importancia que tuvieron algunas, como la maya y la teotihuacana.
De estos fenómenos podríamos continuar, casi indefinidamente, a lo largo de la historia de todo el mundo, en aquellos tiempos en los que los botines de guerra compensaban los gastos y las pérdidas de hombres y de mujeres, en cada guerra que se realizaba precisamente para ello, para ampliar así sus fuentes de riquezas expresadas en las cantidades de tierras ricas y productivas que se obtenían de esta manera.
Pero también habrá que preguntarnos si no sucede que, en casos tan actuales como al que nos estamos refiriendo, el de la crisis y la recesión económica que amenaza a gran parte del cada vez más escaso espacio fértil y productivo, de tal manera que se encuentran en el fondo de las motivaciones para lanzar invasiones, contra países muy lejanos que ya han aprendido a defenderse, y aunque muy fuera de proporción, los países invadidos, con las armas más eficaces para la conquista bélica, imaginable, y las más eficaces para la eliminación de los supuestos enemigos, luego resulta que las innovaciones fracasan y se prolongan más allá de lo considerado, y el costo en material bélico y en vidas propias resulta también desproporcionado respecto de los beneficios
esperados y tienen consecuencias imprevistas sumamente graves, incluso de orden sociológico, que en otros tiempos, en los que las luchas eran cuerpo a cuerpo, los botines de guerra servían también para apuntalar las economías de los pueblos así agredidos.
Lo que pasa hoy es que el poderío militar es demasiado costoso, y lo es más ponerlo en marcha para fines de conquista o de recuperación de riquezas, mediante la obtención de botines imaginarios, que luego resulta que, en la práctica, no vienen en el mismo paquete que se obtiene como recompensa o como botín, pues no hay otra manera de llamarlo con propiedad. Tal es el caso, como claro ejemplo, de las luchas que se desarrollan para obtener el petróleo y el gas que, como es natural, no está envuelto para regalo de los invasores, para que lo lleven tranquila y fácilmente a sus casas, sino que está precisamente en el subsuelo, y los naturales de los países agredidos con finalidades de despojo ya saben, porque la historia se los ha enseñado, defender el subsuelo, con mayor eficacia de la que usaron, muy asimétricamente, para mantener la soberanía nacional a salvo de las invasiones.
No podemos saber, repitiendo el ejemplo que ya dimos más arriba, si las naciones que lanzaron la invasión de Irak pudieron finalmente obtener el petróleo que esperaban lograr, o parte de los 100 mil millones de barriles que Irak tiene en su subsuelo. Parece que no ha sido fácil, como seguramente se esperaba. Tampoco creemos que Afganistán hubiera facilitado la extracción del gas tan apreciado; lo que sí se sabe, por simple deducción de los hechos a la vista, es que la crisis que se teme sea inminente en Europa, así como la recesión global, que también se considera posible que se diera en las más grandes economías mundiales, pueden tener alguna relación con las guerras que se han desatado directamente, por algunas potencias, o bien mediante