
En la coyuntura actual, para Sergio Grez asistimos “a un colapso del acuerdo de gobernabilidad suscrito entre los partidarios de la dictadura y sus opositores moderados en la segunda mitad de la década 1980, pero también a una crisis de legitimidad del modelo económico neoliberal y del sistema de democracia restringida, tutelada y de baja intensidad administrado por dichas fuerzas desde
El historiador y académico de
Según el autor, “esta obra intenta superar el sesgo hagiográfico y teleológico de las historias oficiales ‘instrumentales’ y aleccionadoras de los relatos pioneros sobre el comunismo chileno, incorporando distintos aportes que conservan validez en una obra de conjunto, sustentada en una investigación más profunda”.
Grez asegura que su nuevo trabajo “reconstruye el trayecto del lento arraigo inicial del comunismo en este país, intentando seguir la senda de su intervención organizada en las luchas sociales y políticas. El historiador anunció que en este texto “relata y analiza la historia sui generis de un Partido Socialista latinoamericano influido por el marxismo de
Entre otras obras de historia política, Sergio Grez publicó en 2007 Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “
Para Fernández Abara, “el énfasis principal del libro se centra en las relaciones entre las corrientes anarquistas y el movimiento obrero, lo que no obsta para que el autor entregue algunas informaciones valiosas sobre la influencia del anarquismo en círculos artísticos, intelectuales e incluso bohemios. Para lograr su objetivo, el autor recurrió a un amplio corpus de fuentes compuesto por periódicos -con fuerte énfasis en la prensa obrera- y folletos, junto a documentos oficiales, como boletines de sesiones del Congreso y archivos de las intendencias”.
La obra está estructurada de acuerdo a criterios cronológicos y temáticos. Esta mezcla aporta al lector una gran cantidad de información sobre la evolución de las organizaciones libertarias y sus relaciones con el movimiento obrero, la que es expuesta en una clara narración diacrónica, sin por eso abandonar la vertiente interpretativa, que se hace notar especialmente en los análisis que el autor realiza de la composición y el ideario de la corriente anarquista. El libro se divide en cuatro partes: en la primera relata el surgimiento del anarquismo en Chile y su difusión hasta el año 1907, en la segunda analiza sus principales ideas, en la tercera identifica los cuadros ácratas y señala sus principales características y en la cuarta analiza la reorganización y expansión del anarquismo entre 1908 y 1915. El texto es complementado por 103 páginas de anexos, las que contienen “Textos de testimonio, propaganda y debate político” (p. 289) y “Poesías y canciones ácratas” (p. 357), permitiendo un mejor acercamiento del lector al tema tratado a través de la lectura de fuentes primarias.
En el período estudiado, Grez detectó “la construcción de una corriente o tendencia libertaria enraizada en los sectores populares”, que habría comenzado a incubarse en la última década del siglo XIX. Si bien el anarquismo dio continuidad a los ideales ilustrados de “regeneración del pueblo”, rompió con la tradición reformista y democrático-liberal que caracterizaba al movimiento popular decimonónico chileno, dando paso a un discurso revolucionario que adquirió rasgos clasistas. Se trataba de una tendencia que en sus orígenes estaba poco definida y era difícilmente distinguible del socialismo. De hecho, el autor sostiene que el anarquismo y el socialismo habrían tenido en Chile un origen común, cuya expresión orgánica fue
Grez y la actual coyuntura
En un reciente artículo-entrevista en The Clinic, publicado el 1 de septiembre 2011, Sergio Grez plantea la apertura de Un nuevo amanecer de los movimientos sociales en Chile.
● Para el historiador, “el año 2011 quedará inscrito en la historia de Chile como el de un nuevo despertar de los movimientos sociales después de más de dos décadas de aletargamiento debido a la combinación de la acción “natural” del modelo económico neoliberal, del recuerdo del régimen de terror de la dictadura, de las trabas y cortapisas legales e institucionales para la expresión de las demandas sociales, de la virtual dictadura mediática impuesta por un puñado de grupos económicos y de poder, además del control y cooptación de estos movimientos ejercidos durante largo tiempo por los gobiernos de
● En el análisis de Grez, “en lo que va corrido de este año, los movimientos sociales en Chile se han sucedido con insólita rapidez, masividad y persistencia. En apretada e incompleta síntesis habría que mencionar la protesta regional de Magallanes, las movilizaciones contra el megaproyecto de HidroAysén, las marchas por los derechos de la diversidad sexual, los paros comunales de Calama, la protesta de Arica, las huelgas de los trabajadores del cobre (estatales y privados), los paros de los empleados fiscales, sin olvidar la persistente lucha de los mapuches por la recuperación de sus tierras y la reconquista de su autonomía y libertad. Pero, sin duda, el más masivo y de mayores efectos sociales, culturales y políticos, ha sido el movimiento por la educación pública cuya columna vertebral y principal componente son los estudiantes”.
● Añadió Grez que “tal vez la principal virtud de este movimiento –aparte la de poner en la agenda política con tremenda fuerza la cuestión educacional- ha sido su aporte a la repolitización de la sociedad chilena, potenciando la reactivación de otros sectores y cuestionando certezas, valores, normas, instituciones y formas de hacer las cosas que parecían haber adquirido características “naturales” para millones de ciudadanos sometidos a la hegemonía ideológica del neoliberalismo. Hasta hace unos cuantos meses solo una minoría de chilenos cuestionaba seriamente el lucro en la educación y el rol subsidiario del Estado. Hoy son millones los que exigen junto a los estudiantes una educación estatal gratuita, laica, democrática, igualitaria y de calidad. El cambio ha sido radical. Igualmente, hasta hace poco, plantear demandas como el plebiscito para zanjar disyuntivas de gran interés ciudadano, la renacionalización del cobre y una reforma tributaria para financiar la solución de los más acuciantes problemas sociales, además de la convocatoria a una Asamblea Constituyente para que por primera vez en su historia los pueblos de Chile ejerzan su soberanía, eran sueños de izquierdistas impenitentes, sin gran eco social. Hoy son temas ineludibles y hasta la “clase política”, que ha pretendido monopolizar la representación ciudadana en las últimas décadas, debe, muy a contrapelo de sus naturales inclinaciones e intereses, tomarlas en cuenta para rebatirlas o simular acuerdo con ellas para mejor contener las exigencias provenientes de la sociedad civil”.
● Para el historiador, “asistimos, tal como lo han señalado diversos analistas, a un colapso del acuerdo de gobernabilidad suscrito entre los partidarios de la dictadura y sus opositores moderados en la segunda mitad de la década 1980, pero también a una crisis de legitimidad del modelo económico neoliberal y del sistema de democracia restringida, tutelada y de baja intensidad administrado por dichas fuerzas desde 1990. Al mismo tiempo se extiende el cuestionamiento a las viejas formas “delegadas” de hacer política a través de representaciones institucionales divorciadas de las bases sociales, altamente centralizadas y jerárquicas. En su lugar, los jóvenes y otros actores sociales han venido construyendo desde hace años formas más democráticas y horizontales, como los colectivos sociopolíticos, las asambleas territoriales y locales y las coordinaciones sectoriales, regionales y nacionales de colectivos y organizaciones sociales cuyas políticas y decisiones se toman colectivamente y en las que no es extraño que los dirigentes y voceros sean removidos por sus bases si éstas lo estiman conveniente. El sistema político binominal, la elitización de la política “profesional” y los abusos de la “clase política”, han engendrado sus propios sepultureros: una ciudadanía popular y de clases medias crecientemente empoderada. La crisis del sistema es profunda aunque aún no es ‘terminal’”.
● Ante la pregunta de The Clinic ¿Qué falta para que la democracia de baja intensidad y el extremista modelo neoliberal chileno sean desalojados del escenario histórico?, Grez respondió: “Varios elementos. Los más importantes e inmediatos parecen ser los siguientes:
● “En primer lugar, que los trabajadores en tanto tales (y no sólo como pobladores, consumidores, padres o apoderados) entren decididamente en la lucha por sus propios derechos, con los mismos grados de autonomía, radicalidad y sagacidad política demostrados hasta ahora por el movimiento estudiantil. Ellos son y seguirán siendo el elemento decisivo, como lo es la infantería en la guerra, considerada tradicionalmente como la reina de las batallas.
● “En segundo término, es indispensable que los movimientos sociales (no sólo el estudiantil) sean capaces de elaborar sus propias propuestas políticas y de tender lazos solidarios entre sí para formar un frente común ante sus adversarios. Esos movimientos deben buscar sus puntos de acuerdo para construir plataformas unitarias consensuadas democráticamente. Pero también es imprescindible que se doten de sus propias representaciones en la esfera política. El profundo desprestigio que envuelve al duopolio de la “transición chilena” (
● “La convocatoria a una Asamblea Constituyente en la cual los representantes de los movimientos sociales sean la fuerza principal, debería ser el horizonte político para la refundación de una segunda República, que deje atrás la soberanía delegada y esencialmente nominal que ha imperando durante 200 años, sustituyéndola por la soberanía efectiva de los pueblos que viven en este estado-nación. El plebiscito sobre la educación puede ser un hito importante en ese camino hacia la soberanía popular”.
*) Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno