Leí que en mi querido país –absolutamente desconocido para usted- dijo que “no debemos vivir atrapados en el pasado”, algo que al parecer usted hace muy bien. Debo decirle que el mismo día de su visita a Chile supe, por medios chilenos, la verdadera suerte de amigos y compañeros muy queridos de Temuco, que hasta ahora estaban (como muchos otros chilenos) desaparecidos.
Conocí muy de cerca a varios de ellos pero le recordaré solamente a uno: Florentino Molina, obrero, dirigente político sensible, culto y patriota. Él cojeaba dolorosamente de una pierna y ya en aquel año de 1961 era una persona mayor. Resulta entonces bien difícil, por decir lo menos, creer que doce años después, en el fatídico 1973, junto a otros de sus compañeros detenidos y torturados como él, “asaltó el polvorín del Regimiento Tucapel, todos armados con gran cantidad de explosivos”. El Informe Rettig da cuenta detalladamente de este caso de víctimas de Pinochet ocultas bajo miserables mentiras.
Le digo que me atrapó el pasado porque ví en la televisión que el actual Presidente de Chile lo saludó con un abrazo, señor Obama, besó finamente la mejilla de su esposa y sus hijas, y lo invitó a la misma casa donde asesinaron al Presidente Allende. Y ese actual mandatario chileno tiene la misma posición política de otros que entonces, ayudados por poderosas personas de su país, señor Obama, y naturalmente muchos millones de dólares, pusieron a Pinochet en el poder.
Si, no me cabe duda, que para usted es fácil olvidar el pasado.
Yo, ya le dije, vivo atrapada por él desde el mismísimo 11 de Septiembre de 1973 cuando debí salir de mi casa, estando la mesa dispuesta para compartir con los hijos, a asumir junto a mi compañero y nuestra hija menor, la incertidumbre del exilio.
Y resulta que ahora, cuando ya cumplí 84 años en un acogedor pueblito mexicano, tengo hijas, nietas y nietos y bisnietos desparramados por México, Chile, Suecia y hasta Nueva Zelandia.
¿Cómo reunirlos siquiera por una vez? ¿Cómo disponer una mesa grandota para que quepan todos, y verlos y tocarlos y escucharlos contar la vida de cada uno? ¿Cómo poder visitar la tumba de nuestros seres queridos en Santiago, Temuco, Villarrica?
Créame que me dio una envidia verde cuando lo ví en Pudahuel bajar la escalerilla del avión tiernamente tomado de la mano de su hija mayor, con su esposa a unos pasos detrás de usted (como manda el protocolo) también de la mano de su hija menor. Todos sonrientes llegando a un país que no conocen, pero que debido en parte a la intervención encubierta del suyo, guarda todavía huesos de chilenos respetables enterrados ilegalmente en el desierto, ocultos en las quebradas o lanzados a los ríos e incluso al mar para ser olvidados. Sin embargo, ellos fueron y son inolvidables en la memoria colectiva de esa Patria herida. Le reitero: para usted tiene que ser muy fácil “no vivir atrapado por el pasado”.
Ligeia Balladares, periodista jubilada, miembro del Colegio de Periodistas de Chile, registro Nro. 499, pensionada como exonerada política.