Enero 2, 2025

Wikileaks: el miedo y la vergüenza del Imperio

Lo peor – escribía Emile Cioran – es el miedo a la vergüenza. Después de los más de 250 mil cables diplomáticos estadounidenses publicados por Wikileaks, los comentaristas en todo el mundo subrayaban que los EE.UU. han sido ‘avergonzados’, ‘humillados’, hasta ‘puestos de rodillas’; a menudo, añadían, que en Washington reinaba furia y miedo.
 

Es sin embargo de dudar sí los EE.UU. han sentido realmente alguna vez el cioraniano ‘miedo a la vergüenza’: la manera en que siempre han llevado a cabo la política en su ‘patio trasero’ lo contradice; y es de dudar también que hoy tuvieran alguno de estos sentimientos por separado.

Quizás los únicos avergonzados ahora son los que pensaban que la diplomacia y la política se hacen de manera más sutil; los que creían que – parafraseando a Bismarck – las salchichas se hacen de la carne de la primera calidad. Pero mirando desde la perspectiva de Realpolitik – que no necesariamente significa una mirada ‘desde las cimas del cinismo’ – las revelaciones de Wikileaks tienen una ambigua capacidad de sembrar miedo tanto en Washington, como en las capitales de sus adversarios, cosa que puede ser aprovechada por los EE.UU.

Por ejemplo. Ya que la parte fuerte del paquete está dedicada a Irán, que según la diplomacia estadounidense ‘ya casi tiene una bomba atómica’ y que ‘dispone de cohetes capaces de alcanzar a la Europa Occidental’, esta filtración parece hacerle llegar a la opinión pública mundial un mensaje quasi-catoniano: ‘Teherán tiene que ser bombardeado’. Este efecto ha sido reforzado de hecho por la prensa estadounidense que después de haber consultado a la Casa Blanca censuró los cables que ponían en duda la sola existencia de aquellos cohetes.

La lectura de los mensajes de las embajadas estadounidenses en América Latina deja una impresión parecida: gracias a estos leaks los EE.UU. logran posicionar indirectamente frente a la opinión pública temas que más les interesan y que ya desde hace tiempo intentaban, con mayor o menor éxito, filtrar: las notas diplomáticas ‘revelan’, por ejemplo, que los Estados Unidos están ‘preocupados por las actividades de las células terroristas en la región de la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay’, o por ‘los profundos nexos entre Venezuela, Cuba e Irán’, y que hasta ‘se preocuparon’ por la salud mental de Cristina Fernández de Kirchner. A pesar de que es sabido que lo que verdaderamente le preocupa a Washington en la Triple Frontera son la biodiversidad y los enormes recursos de agua, después de haber traducido estas ‘revelaciones’ al lenguaje mediático tenemos otras informaciones. Que ‘allí está Al-Qaeda’, que ‘Venezuela está siendo gobernada por espías cubanos’, que en las minas de uranio venezolanas en vez de mineros trabajan ‘expertos iraníes’ y que ‘la presidenta de Argentina es una loca’.
Los pocos cables ‘latinoamericanos’ que dejan al rey desnudo (o semi-desnudo), como el que demuestra un desconocimiento completo de la política interna de Bolivia o el que contiene análisis de la embajada en Tegucigalpa que apunta a una ilegalidad total del golpe de estado en Honduras (que suponía una constitucionalidad y que Washington luego legalizó de facto), se quedan insoportablemente cortos: ¿de verás no hay nada más que ‘revelar’ acerca de la complicidad de los EE.UU. en aquel coup d’état?
Todo eso no quiere decir que uno tiene que ser paranoico, como si recién saliera de una función de Ghost Writer, última película de Roman Polański que narra las manipulaciones de los servicios secretos estadounidenses. Difícilmente es creer que todo eso pudo haber sido filtrado por los mismos EE.UU. Eso quiere decir que para leer las filtraciones de Wikileaks se necesitan sujetos políticos independientes, con fuertes convicciones éticas, para resaltar su verdadero contenido; si no, el modo de su lectura nos será sugerido por los EE.UU. y sus apologetas. 

El desacuerdo y el disenso – cómo nos enseñó Antonio Gramsci – son elementos críticos en la creación de la hegemonía. Y qué mejor ocasión para disentir un poco del Imperio, que leyendo estas espectaculares revelaciones, para que luego todo siga igual.

Lo peor, en este sentido, sería si las filtraciones de Wikileaks le ayudarían a Estados Unidos a preservar su dominio imperial, ejerciendo por ejemplo sus presiones geopolíticas.

Solo de nosotros depende si ellos sentirán un verdadero miedo y una verdadera vergüenza, la que deberían sentir.
* Periodista polaco

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