Hace pocos días comenzaron a publicarse más de 250.000 cables reservados y confidenciales del Ministerio de exteriores de los EE.UU.. Según la historia extraoficial, el origen de esta megafiltración sería un joven soldado raso, asignado a un batallón de inteligencia desplegado en Iraq, que entró a su trabajo con un disco compacto de Lady Gaga, copió un archivo y lo traspasó para su difusión a wikileaks.org, ONG informática cuyo objetivo es la transparencia de los gobiernos y de las corporaciones multinacionales.
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Esta megafuga, como era de esperarse, produjo múltiples reaciones.
Para muchos carece de importancia, se trata de cosas que conocíamos o suponíamos, más chismes y copuchas. O, a lo menos, no serían tan trascendentales, no hay documentos ultrasecretos, para cambiar nuestras opiniones sobre la política mundial ni para dañar de manera irreparable a los implicados ni a las relaciones internacionales.
Otros sostienen que puede ser una maniobra de servicios de inteligencia, como la
CIA, para crear conflictos en regiones donde los EE.UU. pierden influencia, p.ej., en América del Sur, o el Mossad, para demostrar que Irán también es un peligro para los estados suníes de la península arábiga y bajar el perfil al conflicto con los palestinos.Para admiradores extranjeros de los EE.UU., el texto de los cables demuestra que el discurso de la política exterior de ese país coincide con su práctica y, si alguien queda mal parado, son algunos de los gobiernos que mencionan los diplomáticos norteamericanos.
Para los realistas en política internacional, los que piensan que los países sólo tienen intereses que defender, no misiones, en el mundo caótico que describió Hobbes, los cables prueban que los diplomáticos estadoundenses cumplen con su deber.
Para Robert Gates, el Ministro de defensa de EE.UU., considerado el realista de la administración Obama, y quien se formó en la CIA durante la guerra fría, no en la política, si bien algunos telegramas son torpes y su gobierno se encontrará en una situación embarazosa en algunas partes del mundo, las consecuencias para la diplomacia norteamericana serán relativamente modestas.
La reacción de la clase política estadounidnse fue, sin embargo, de furia. Para Hillary Clinton se trata de un atentado en contra de la comunidad internacional. Para el gobierno francés, la víctima es la soberanía de los Estados. A los que participan en la fuga y su difusión se los acusa en EE.UU. de terroristas, piratas, espías o traidores. Y se exige que la supuesta larga mano de la justicia estadounidense caiga sobre esos delincuentes, cualquiera fuera su nacionalidad y lugar en que se encuentren. Y así comenzó la primera guerra informática mundial, que fue precedida por una fría entre China y Google, este último con el respaldo indirecto de Washington.
De los cables hasta ahora publicados destaca la manifiesta declinación del poder norteamericano y la porfía de Washington en mantener la hegemonía en un mundo que dejó de controlar.
Las pruebas son múltiples La escasa participación de tropas europeas de la OTAN en sus guerras asimétricas en el Oriente medio. La incapacidad de controlar la situación en Pakistán, un país nuclear, en que tiene gran influencia el islam radical. La creciente independencia de América Latina, y no solamente de los países bolivarianos. La rebeldía de Israel, que continúa con la construcción de asentamientos en tierras palestinas ocupadas. La negativa de los potentados de la península árabiga a cortar el flujo de donaciones a grupos islámicos fundamentalistas. La corrupción de Karzai. Turquía, miembro de la OTAN, “con su peligroso Ministro de exteriores”, según uno de lo cables filtrados. La falta de apoyo a sus proposiciones en el G 20, incluso de países donde tiene bases militares. Etc., etc..
Todo ello a pesar de que, como lo indican los documentos filtrados, la administración Obama intenta dialogar, con aliados, neutrales e incluso adversarios declarados, lo que no ocurrió con Bush. Sin embargo, la actual administración no abandonó el garrote, la presión con la amenaza del uso de la fuerza, aunque cada día es menos creible después de Iraq y Afganistán.
La guerra informática, que es consecuencia de la fuga, es la mayor confrontación hasta el día de hoy entre el orden establecido y la cultura que nace de las tecnologías de la infomación y las comunicaciones. Y como todas las guerras del presente, no terminará con la rendición incondicional de quien parece más débil, los internautas de la transparencia que enfrentan nada menos que a Washington.
Los gobiernos deberán olvidarse de los secretos de Estado si quieren utilizar métodos modernos de comunicación o de archivo. Cualquiera traza que se deje en internet o en discos duros puede hacerse pública por piratas informáticos, computomaníacos o funcionarios indignados por la hipocrecía del gobierno o de la empresa en que trabajan.
La otra alternativa es cerrar internet, pero como lo descubrió Beijing en su conflicto con Google, es una fascinante arma de doble filo, incontrolable, pero también lo es para los terceros. Por lo demás, una vez que se desarrolla una tecnología es imposile volverla a encerrar en la lámpara mágica que es el ingenio humano, como ocurrió con la nuclear.
Lo mismo ocurrirá con las grandes empresas multinacionales, se rumorea que la próxima filtración que difundirá wikileak.org es sobre transacciones financieras.
La filtración en comento es, a la vez, una confirmación y la aparición de un nuevo actor en la marcha hacia un mundo posimperial o, si se prefiere, multipolar. Cierto es que del debilitamiento de EE.UU. se habla desde la implosión de Wall Street. Ahora todos somos socialistas, fue una de las portadas de Newsweek el año recién pasado. La irrupción como potencia política de ONG informáticas, con su propio proyecto de modernos Robin Hood, es la gran novedad de este incidente.