Hemos tenido dos pérdidas sensibles. Dos de los nuestros han partido y traspasado la frontera definitiva: Ligeia Balladares, y Rolando Fernández.
Ambos profesionales comprometidos con la verdad, con un gran sentido de su responsabilidad social y ético, pero también ciudadanos, patriotas, demócratas a carta cabal.
Ello les llevó a un compromiso político, apasionado con la democracia, con la libertades, con la verdad, con los derechos humanos..
El Golpe de Estado de septiembre de 1973, y el dictadura fueron para ambos un trauma personal, social y político, y sufrieron en un caso el exilio y en el otro la prisión y la tortura. Y ambos la pérdida de amigos y parientes.
Ambos cumplieron sin embargo con lo que consideraron sus deberes: combatir a la tiranía y participar, sin dudas, en la lucha por la recuperación de la democracia.
Sus nombres, aunque no aparezcan en los discursos recordatorios, están impresos en la historia del periodismo democrático y en la historia de Chile.
Ligeia, fue reportera de El Siglo, y tras 1973 fue redactadora en el programa Radio Magallanes, de la emisora soviética “Paz y Progreso”, y formó parte del equipo de Escucha Chile, de Radio Moscú Internacional. Y en 1980 viajaron de Moscu a México y en 1983 retornaron.- la Ligeia y el Chino, ya no se les concebía separados- a Chile, luego que por gestiones del Colegio de Periodistas les fue levantada la infamante letra “L” estampaba por la dictadura en los pasaportes de muchos chilenos.
Vuelta a Chile, Ligeia Balladares, fue colaboradora del semanario Pluma y Pincel y de El Siglo clandestino; también formó parte del equipo fundador de Fortín Mapocho.
“De esos tres medios fue exonerada. Jubiló por edad en 1990. Imposibilitada de seguir trabajando en su oficio –y por otras causas- ella y su esposo decidieron retornar a México a fines de 1995, adonde y a causa del exilio, habían quedado dos de sus hijas”, escribe Guillermo. Ravest.
“El Chino” recuerda en una breve biografía de su compañera, estas palabras sinceras y dolidas: ”Los que no lo reconocen, pero saben el por qué y no lo dicen, ahora soy autoexiliada. Y a mucha honra soy exonerada política, aunque me pese mes a mes mi escuálida pensión”.
Ligeia Balladares es autora de los siguientes libros: “Lecciones, Tonterías y otros Poemas”, Temuco, 1959; “Campesino y Proletario”, narración biográfica de Víctor Contreras Tapia, Moscú, 1978; “Cuentos para Contar” (para niños), Santiago, 1987; “Voy a dar un Pormenor”, relatos autobiográficos, Universidad Autónoma Chapingo, México, 2002; y “Exilio”, poemas, Universidad Autónoma Chapingo, México, 2009.
Sus cenizas reposarán en el pueblito mexicano San Miguel Tlaipxpan, donde vivió sus últimos 17 años y otra parte en el Cementerio de Temuco, junto a los restos de sus padres y hermanos.
Rolando Fernández, fue uno de esos maestros y seres humanos imprescindibles. Lo conocí también en las filas del periodismo, como corresponsal de El Siglo y en otros medios, y el escenario de la política, de la militancia comunista
Pero siempre fue un ejemplo de la discreción, y no creo que simplemente era un viejo bohemio, amigo de sus amigos. Encerraba mas de alguna sorpresa, y lo que si siempre me quedo en claro, fue que era de una vieja guardia, silenciosa, sacrificada, dueña de secretos y cumplidor de tareas que la discreción guardaba bajo una mirada sorprendente por su transparencia y su profundidad, alegría de vivir y certezas.
Rolando Fernández, que sin duda fue un maestro, lo dijo cuando cumplió 92 años: “ He vivido intensamente , unido al dolor y alegrías de la gente humilde y estoy en paz con la vida.. Y como periodista, me gustaría que los jóvenes profesionales sintieran con mayor fuerza lo que significa la responsabilidad de informar ajustados a la Verdad,”.
Y como le recordó Miguel Angel San Martín, en la hora de su partida:
“Militó en la prensa y en el Partido Comunista.
Fue un aporte durante el Gobierno de Salvador Allende.
Fue perseguido y maltratado durante la dictadura de Pinochet.
Pero, por sobre todo, fue un chillanejo que presumía de tal condición, que preparó un reportaje histórico de la ciudad que no alcanzó a ver la luz”.
Estoy seguro que en los momentos de la despedida, estuvieron junto a Ligeia , el paisaje de imponentes volcanes, los bosques del sur, los empecinados torrentes cordilleranos, el espejo de los lagos, el suave ondular de los trigales, acariciados por el viento. Estuvieron los sabores de la tierra, el mensaje tutelar del cultrún y la trutruca y el trompe, su lluvia temuquence y el rostro innumerable de los hombres de la tierra.
Y Rolando, revivió a sus compañeros caídos, a sus camaradas de aventuras y trincheras, y revivió los horizontes de su Chillán entrañable, donde dejó la huella, de hombre de bien, de viejo patriarca, y de patriota leal.
Hoy cuando han partido más allá del horizonte, desde donde no hay retorno, les recordamos porque el recuerdo es un ejercicio de la nostalgia tanto como una enseñanza, un ejemplo. Fue un honor haberles conocido.