Diciembre 27, 2024

La política de “en la medida de lo posible” o la filosofía de la impotencia política

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concerta4La definición de la política como “el arte de lo posible” ha dado que hablar.

 

Se ha transformado en la cantinela de cuanto político o columnista ha querido explayarse acerca de la “mesura”,” tino”, “tacto”, “prudencia” y otras supuestas virtudes que guiaron el operar específico de la política concertacionista en el contexto post dictadura.


Durante el Gobierno de Patricio Aylwin lo “posible” o lo único que se puede hacer sirvió para justificar a un gobierno timorato que partió dándole vuelta la espalda a las promesas y demandas ciudadanas, trabajadoras y populares con y por las que fue elegido. De manera más clara, fue la consigna de un gobierno que inauguró la seguidilla de renuncios a las aspiraciones ciudadanas al cambio después de 16 años de terrible dictadura militar.

 

“En la medida de lo posible” es la esencia misma del pacto entre concertacionistas y derecha civil pro-golpista-militares. Lo “posible” fue lo pactable y consensuable erigido en norma. Esta filosofía de la acción política (que en realidad privilegia el statu quo) se caracteriza por el acomodo a la institucionalidad heredada y a las relaciones de fuerzas y poder existentes. Hace gala de un pragmatismo rebajado a medidas “posibles” que, como hoy vemos, consolidaron aún más el modelo de neoliberalismo capitalista irracional y su régimen político restringido. Lo “posible”, en estos casos, es lo considerado imposible de realizar debido a la falta de ingenio y coraje político e intelectual para diseñar un proyecto de sociedad más justa e igualitaria.

 

En el marco de esta ideología conformista, convertida en imperativo político (no hacer olitas ni a la jerarquía militar, ni a los empresarios, ni a sus medios, ni provocar “incertidumbre legal” al capital foráneo, se dice ahora después del fallo contra Termoeléctrica Castilla), todos y todas, los y las concertacionistas, (para qué hablar de la derecha feliz de tal giro “realista”) se callaron. Funcionó al máximo la llamada “Espiral del Silencio”. No decir nada de lo que iba contra la regla de oro de que lo “posible” es aceptar gobernar con y en medio de lo que hay.

 

En la práctica, hubo una sumisión total de la política a la realidad construida según intereses de una minoría social que tenía entre sus manos las riendas del poder, los medios y la riqueza. Derechamente, una filosofía política de la impotencia.

 

Es contra esa política de “en la medida de lo posible”, según la vara concertacionista, que hoy los movimientos sociales se rebelan.

 

No es necesario haber leído a Jean-Jacques Rousseau (1754) para saber que las instituciones se construyen y deshacen según proyectos histórico e intereses bien concretos. Que la llamada institucionalidad (un conjunto histórico de instituciones) es pura convención y que en su supuesta legitimidad hay mucho de engaño (el mismo J.-J. Rousseau).

 

Hoy, los diversos reagrupamientos y movimientos sociales buscan otros posibles generados por la fuerza de la acción colectiva. Es posible y necesario educación pública y salud universales y gratuitas; vivir en un medio ambiente sano; distribuir la riqueza social acaparada por una minoría; convivir en y con instituciones generadas por los que han estado hasta ahora excluidos del mando político y económico.

 

Pero hay también lo considerado “posible” por una “izquierda” que todo lo ve según lo que los “ciclos” permiten. Sus teóricos ven “ciclos” que determinan lo posible allí dónde lo que hay es la historia que hacen los hombres y mujeres que se levantan movidos por proyectos emancipadores después de haber vivido derrotas políticas e ideológicas.

 

Así, en un mundo donde es necesario la acción colectiva y un proyecto debatido entre iguales para hacer grandes cambios estructurales, los teóricos de los ciclos pregonan reformas mínimas. Además, hacen pactos reformistas cuando es necesario proyectos emancipadores; apoyan líderes providenciales cuando se impone construir espacios democráticos de agrupación y de poder de trabajadores, pobladores, estudiantes y mujeres abiertos a otros posibles.

 

Porque lo propio de los movimientos sociales es abrir puertas a esos otros posibles.

 

Desde abajo la respuesta llega clara. Sí, es posible re-nacionalizar el Cobre y el Litio, lo dicen las organizaciones que llaman a una campaña y a movilizaciones para ello. Sí, es posible convocar a una Asamblea Constituyente, lo dicen varias agrupaciones que quieren democracia para Chile. También es posible aspirar a una vida sana, lo lograron los ciudadanos de la comunidad de Totoral que le ganaron judicialmente a la trenza de intereses de Castilla-empresarios-Gobierno. Los estudiantes han dicho muchas cosas justas, falta obtenerlas. Las mujeres también pueden obtener la igualdad con derechos propios.

 

Poder actuar es lo propio de la condición humana.

 

De poder se puede por la acción colectiva. Porque la política es el arte de agrupar y reagrupar fuerzas una y otra vez cuando las condiciones lo requieren y en pos de un proyecto liberador. No es el remedo de libertad negativa de los liberales; es la libertad como acción posible, voluntariosa y racional de los de abajo que emerge de aquella frase de Marx: “La humanidad se plantea sólo los problemas que ella puede resolver”. En Chile la humanidad se ha encarnado en los movimientos sociales y sus reclamos por un Chile mejor han sido planteados contra la inercia, los compromisos e intereses del establishment político y de su orden social, político y económico.

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