Salvador Allende, en su último discurso de resistencia ante el ultraje golpista expresó: “[…] si me asesinan el pueblo seguirá su ruta, seguirá su camino con la diferencia quizás que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada. Yo tenía contabilizada esta posibilidad, no la ofrezco ni la facilito. El proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente. Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a la postre no podrá detenerse.” (8:45 am. Radio Corporación. Santiago)
En efecto. El proceso popular y democrático que tuvo su apogeo en la Unidad Popular emergió por última vez en las Jornadas de Protesta Nacional en la década del ´80, para luego sucumbir a las concesiones que la Concertación concreto con los poderes económicos y políticos de la derecha pinochetista enquistada en la institucionalidad.
En los últimos años hemos visto como la expresión popular – por ahora desde la juventud con ocasional integración trabajadora- en su más amplio sentido reemergió elevando las banderas de uno de los objetivos que hiciera suyo el programa de la Unidad Popular: una educación garantizada por el Estado y de calidad. Y con el tiempo apropiándose de la nacionalización de los recursos naturales, de una asamblea constituyente – como le propusieran a Allende en su momento – para cambiar de cuajo la Constitución fraudulenta que marca las reglas del juego político en la actualidad, un sistema proporcional y representativo de la sociedad, entre otras.
Sin embargo, los continuadores de los otrora dirigentes de partidos, en parte vanguardia del movimiento popular sesentero, hoy se han convertido en elementos prescindibles para la conservación y crecimiento de este. La directiva de la CUT se ha enajenado de las luchas por lo trabajadores, los dirigentes que se constituyeron como fundamentales para el proyecto revolucionario y democrático del Allendismo, han cedido a los privilegios que antes eran exclusivos de sus contrincantes. Se han derechizado.
En el reciente acto homenaje por el natalicio 104º de nuestro Presidente, hicieron acto de presencia los principales personeros de los partidos de la afortunadamente moribunda Concertación. Incluida la DC fascista, como la describiera Teitelboim a Leighton en el ´72.
Los que la lógica, a primeras, nos hubiese presentado como los continuadores del protagonismo partidario en las demandas de los segmentos populares y medios a comienzos de esta transición infinita, hace muchos años han condenado al ostracismo el proyecto socialista. Para estos sectores socialdemócratas, la persona de Salvador Allende se disoció del político que fue. De su proyecto. Pues Salvador Allende, era un Ser Humano, ciudadano común, de frente a sus pares, pero un Ser Humano político. Una persona que buscaba proyectar su concepción humanista en la práctica por medio de la política. Su práctica política es indisociable de su humanidad. Su praxis, era su esencia. Ahora, para estos, no es más que un simbolismo carente de humanidad y de proyecto. No obstante pretenden por medio de ritos a leguas artificiales, conservar el sustrato simbólico del allendismo con su contenido humano pero en ausencia del sentido programático. Se quedan cortos.
Al día de hoy, convengamos que los que han homenajeado a Salvador Allende en el ex Congreso Nacional, enterraron bajo felonías su programa de gobierno, el único programa en la historia político – institucional de Chile que tuvo el margen de certeza necesario para volverse concreto. Bajo los telones de su pragmatismo se han vuelto pasivos y autocomplacientes. Han instrumentalizado la imagen del Presidente Allende para objetivos a fines a su política pragmática, vacilante. Lo renegaron humana y políticamente. Ocuparon este espacio para el reencuentro en pos de cálculos políticos elitistas y endogámicos, de espalda a la sociedad. En momentos en que se homenajeaba a la víctima, se aflataban lazos con los victimarios.
El PS, acepto tácitamente el gesto de buena (hipócrita) voluntad de la DC, por lo tanto los rechazos públicos que suscitaron los dichos del golpista Aylwin, por parte del PS, quedaron en meros gestos comunicacionales guardando conservar una imagen pública que pretendía hacer concreto un algo que en realidad es etéreo y carece de raíces.
Paralelamente, un PPD de adn instrumental y por tanto indefinido, ha pretendido dar un giro a la izquierda. En el ámbito de la intencionalidad se aprecia. Aunque, sin duda, es una fiebre pasajera, por su misma composición. Un cambio en el posicionamiento en el espectro político, sin antes haber articulado orgánicamente un programa concreto de transformación y por tanto haber depurado las filas militantes, es un saludo a la bandera. Un PPD a la izquierda deja de ser PPD.
Es por lo anterior, que no es raro que en las grandes movilizaciones sociales de estos últimos años haya rebrotado un lenguaje visual allendista. Pero esta es solo una expresión objetiva coyuntural, pues lo que no se puede dudar es que la figura y el proyecto de sociedad que involucra indefectiblemente esta, ha estado presente por décadas en la subalternidad.
Hoy es necesario, por cierto, conocer el programa de la Unidad Popular. Reestudiar sus estrategias políticas y contextualizar, sin caer en el revisionismo, sus políticas. Sin duda, pasados casi 39 años, el primer proyecto socialista democrático y revolucionario, Salvador Allende, su gobierno y todos los que elevaron este a la práctica, siguen vigentes.