Hace algunos años, Naomi Klein, reconocida investigadora canadiense, escribió un libro que resulta ser la historia no oficial del libre mercado “La doctrina del Shock”(2007), en la que muestra cómo la implantación de políticas neoliberales se ha llevado a cabo en momentos de crisis políticas (guerras o golpes de estado),económicas (grandes turbulencias locales o mundiales) o naturales (catástrofes). La actual crisis económica a nivel mundial, en desarrollo, pareciera convertirse en el momento propicio para una nueva arremetida conservadora en diferentes partes del mundo.
Las noticias del mundo global no son alentadoras. Una mirada panorámica nos muestra un anémico crecimiento de la economía estadounidense, desaceleración de la locomotora china y crisis abierta en la eurozona con un desempleo promedio del 11% que es el doble en España. Como ya parece habitual cada tantos años, el capitalismo mundial se aproxima a una nueva crisis. La salvedad, ahora, es que aquella burbuja que se generó en Manhattan hace una década se ha transformado en una metástasis o, si se prefiere, en una “burbuja global”.
Nos aproximamos a una crisis económica global, una circunstancia muy extraordinaria que no resulta previsible. Se trata de una “singularidad” que involucra economías regionales completas, como la zona euro, a economías como la China con 1.400 millones de habitantes o a los Estados Unidos, todavía la primera economía del planeta. La globalización que nació como una integración mundial de los mercados bajo la impronta neoliberal ha generado un escenario tan intrincado y complejo que no hay país alguno capaz de escapar de los efectos de una debacle de proporciones. Hoy se habla de España o Grecia, pero lo cierto es que todo el sistema financiero mundial está en graves aprietos.
El escenario latinoamericano, por lo menos aquel que puede observarse en la última Cumbre de las Américas, es política y económicamente muy heterogéneo. Los países de la región están escasamente integrados, a pesar de valiosos esfuerzos de algunos gobiernos. Salvo el caso de Brasil y México, se trata de economías pequeñas a escala global cuya modalidad ha sido llamada “capitalismo neo-extractivista”, con agudos problemas sociales no resueltos cuyo destino a mediano plazo es incierto. Si bien la presencia de China como socio comercial se ha acrecentado estos últimos años, una crisis de la economía europea o norteamericana va a tener repercusiones serias en la región. Para desgracia de nuestros pueblos, ya conocemos las recetas del FMI en estos casos, austeridad fiscal, desempleo y miseria para los más.
La economía en nuestro país es particularmente sensible al clima mundial. Vamos a atravesar turbulencias y lejos de estar “blindados”, como alguna vez se proclamó, lo cierto es que en cada crisis, los chilenos asalariados ponemos en riesgo no solo los empleos sino también los ahorros previsionales y la posibilidad misma de una vida digna. El cobre, una de las principales exportaciones chilenas, sigue a la baja, mientras el peso se desvaloriza ante el alza del dólar. Estos indicios son preocupantes y no afectan tan solo, como pudiera pensarse, a grandes empresas. La receta es conocida, en el “Capitalismo del desastre”, las grandes empresas reclaman alternativamente subsidios estatales o privatizaciones, en ambos casos los que pagan las pérdidas son los ciudadanos. Un estado disminuido en sus capacidades de protección o asistencia social en virtud del credo neoliberal no puede sino agravar el pesimismo frente a las consecuencias de esta nueva crisis económica global que ya ha comenzado.
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS