Para ser rico hay que ser muy tacaño, y la diferencia entre ricos y pobres es que los primeros apenas regalan a su mamá una barra de chocolate, mientras que los pobres gastan hasta lo que tienen para celebrar a la madre en un restaurant.
Entre los más avaros de los ricos de Chile se contaba a don Jorge Alessandri Rodríguez, el Paleta, una persona que solo tomaba té y agua Panimávida. Odiaba a su padre, don Arturo, por las infidelidades que provocaban sufrimiento en su adorada mamá, doña Rosa Ester Rodríguez.
El creer que Chile es parcela propia, por parte de la oligarquía, no es nuevo en la historia: mi padre me contaba que cuando era subsecretario de Hacienda, don Arturo Alessandri, a la sazón presidente del Senado, lo llamaba para recibir su mesada con dinero del fisco, con la advertencia de no contarle al avaro de su hijo.
Sebastián Piñera hace honor a los Presidentes de antaño tasando a un precio irrisorio su casa de veraneo en Caburga: que no pague las cotizaciones de bienes raíces no nos debe sorprender, solo demuestra su habilidad para evadir impuestos; cuando lo pillaron con las manos en la masa tuvo que reconocer que su mansión estaba avaluada en $12 millones de pesos, cuando en verdad su avalúo fiscal supera los $400 millones.
Los plutócratas son padres ejemplares: no solo a sus hijos y nietos, sino que también en vida saben apoyarnos temprana y oportunamente en los negocios. Vicente Balmaceda, uno de los personajes de las columnas de Edwards Bello, se dio el lujo de gastar toda la herencia en borracheras y amoríos.
En la familia Pinera el único simpático – junto a su padre, don Pepe, – es el Negro, y los dos han realizado la hazaña de dejar en saldo rojo la tarjeta de crédito del avaro Sebastián.
Los millonarios saben muy bien que jamás van a ir a la cárcel, y la pena por sus ilícitos será reemplazada por clases de ética, dictadas por profesores en una universidad jaibona. El profesor, normalmente debiera ser un antiguo evasor de impuestos – hoy jubilado – y nadie como él puede tener el mérito de haber hecho una práctica profunda en el tema de la ética empresarial.
En la primera sesión les dirá que el primer mandamiento será evadir impuestos por sobre todas las cosas, pues los únicos que pagan son los jiles de medio pelo, y ojalá sean empleados públicos a quienes se les descuenta por planilla.
Otro mandamiento importante es usar la inteligencia y la pericia para no ser descubierto por los inspectores de Impuestos Internos. Si por azar fueren denunciados ante la fiscalía, contratarán al mejor penalista a fin de que logre, por medio de argucias, que la llegada del juicio oral se prolongue indefinidamente.
Ningún “caballero” adinerado ha caído preso, salvo el caso del juez Rivas que fue capaz de enviar ante el pelotón de fusilamiento al aristócrata Roberto Barceló, que había asesinado a su mujer, Rebeca Larraín.
Hoy no existe la cárcel vip de Capuchinos – se incendió – y Capitán Yéver es muy “reguleque” para albergar a los “caballeros” de Chile, además, enviarlos a dormir a un camarote es indigno para su rango.
En el pasado, había aristócratas a quienes les agradaba y les convenía, pues seguían haciendo buenos negocios, hoy el riesgo sería caer en la cárcel Colina, aun cuando las malas lenguas dicen que también hay celdas “VIP”, y muy bien dotadas por cierto, muy propicias para abrir nuevos campos de negocios màs rápidos, efectivos y rentables.
Los ciudadanos medio pelo, que estúpidamente votan por Sebastián Piñera, así sepan que no les va a llegar ni un solo peso, y tengan que traicionarlo al poco tiempo de asumido el poder. No le pueden perdonar a su gran Presidente que sea un nepotista, mil veces superior a Napoleón que dejó a sus hermanos instalados en los tronos de Europa. Que sus hijos viajen con èl y hagan millonarios negocios en China solo muestran que es un padre amoroso que, desde ya, quiere dejarlos “bien instalados”. Por otra parte, es muy de roto pagar el impuesto a la herencia.
No sería nada malo que una vez dejado el mando de la nación a nuestro Presidente se le enviara a un curso de ética empresarial, así estas lecciones sirvan de muy poco, pues desde la Independencia nuestra clase rectora ha demostrado mucha habilidad para enriquecerse sobre la base de la estafa al Fisco.
Un aristócrata venido a menos es muy mal mirado. En el siglo XIX en Chile una de las aristócratas, casada con un Erràzuriz, empobrecida en su vejez tuvo que coserle a su hijo un traje con la morada de don morada de don Crecente Errázuriz.
“Cuevitas”, (posteriormente el Marqués de Cuevas, se puso a llorar al ser reconvenido por su madre por comerse el postre de lúcuma que su pobre familia tenía para agasajar a sus invitados muy copetudos.
Los millonarios nunca delinquen solo cometen errores.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
13/05/2019