Louis XVI no logró nada al ponerse el gorro republicano y beber del “bigoteado” y brindar a la salud de la nación. Macron, el Presidente-rey, preparó detalle por detalle su discurso al país, pronunciado el día lunes 10 de diciembre. Nadie puede negar sus dotes de actor – tal vez aprendido de su profesora, Mme. Macron.
El discurso fue visto por 25 millones de franceses, cifra récord en los mensajes presidenciales. En la mayoría de las rotondas se instalaron televisores y se comentaban las frases claves del Presidente, en la mayoría de los casos – como ocurre hoy con casi todos los mandatarios – sin creerle del todo sus “generosos” anuncios.
Macron, al no haber tenido una carrera política previa y llegar directamente al poder, no entiende la psicología del pueblo francés, y está convencido de que con algunos anuncios de índole económica puede detener la insurrección de los “chalecos amarillos”. Comenzó su discurso apoyando el actuar de la policía y rechazando la violencia, olvidando que dentro de los manifestantes se encontraban muertos y heridos; además, las fuerzas del orden, en Nantes por ejemplo, ordenó a los estudiantes, en forma brutal, a arrodillarse y con las manos en la cabeza. (Como si fueran prisioneros de guerra)
A continuación, llegó el momento de las ofertas: 1) aumentar en 100 euros el salario mínimo; 2) eliminar el impuesto a los jubilados que perciben menos de 2.000 euros; 3) pedir a los empresarios que paguen el aguinaldo con ocasión de las fiestas de fin de año; 4) declarar al país en un estado de emergencia económico-social. Estos ofertones eran fáciles de entender y memorizar, pero no dejaron contenta a la gente.
Uno de los efectos de la rebelión de los “chalecos amarillos” es que nadie cree en las declaraciones de los personeros de las distintas instituciones del Estado, tampoco en los políticos ni en los periodistas. El único medio de comunicación de masas al cual se accede es el de las redes sociales, que es la post-verdad comunicativa. En el fondo, tres grandes ideas son las hegemónicas: a) que Macron es el rey-Presidente de los ricos y que debe renunciar; b) que el salario o la pensión no alcanza para terminar el mes; c) que la democracia representativa está obsoleta e impide, por tanto, la participación popular, (el voto cada cuatro años para la elección de autoridades enajena la voluntad popular, pues los representantes ya no la representan).
Macron confirmó que es el Presidente de los ricos al negarse a reponer el impuesto solidario a los más adinerados; a su vez, no mostró ninguna voluntad de abrir camino a la participación popular, a través del referéndum o de la revocación de mandato.
A diferencia de De Gaulle, en 1968, Macron no tomó el camino de disolver la Asamblea Nacional, convocar a elecciones, ni mucho menos, llamar a un plebiscito. En este caso, Macron perdería en cualquiera de las salidas democráticas existentes, y no tiene la grandeza que tuvo De Gaulle de optar por la renuncia de perder el plebiscito.
Al día siguiente del discurso, los estudiantes secundarios se tomaron los Liceos en la mayoría de las ciudades de Francia. Los “chalecos amarillos” tienen la particularidad de atraer y motivar a la mayoría de los sectores sociales de Francia: en cualquier rotonda pueden encontrarse grupos de vecinos jubilados, estudiantes, cesantes, de distintos partidos políticos… que expresan a los franceses de a pie. El clivaje está entre el rey y los súbditos, entre los ricos y los que apenas les alcanza para sobrevivir…
En los períodos de turbulencia social los tiempos transcurren más rápido de lo normal y la vida cotidiana deja de ser apacible para transformarse en un torbellino de acontecimientos. En cuatro días todo ha cambiado: el lunes, 10 de diciembre, el Presidente Macron intentó apagar el fuego con un vaso de agua; el martes 11, los escolares se tomaron los Liceos y, ese mismo día, durante la noche, un terrorista disparó contra ciudadanos que se encontraban en la Feria Navideña, en la ciudad de Estrasburgo, a pocos pasos del Parlamento Europeo y de la Catedral.( tres muertos y trece heridos)
Sabemos que sólo vale la post-verdad de las redes sociales, y no faltan los fanáticos de las teorías de la conspiración y acusan, nada menos que a Macron de haber preparado el atentado para distraer a la opinión pública, provocando la unión de los franceses frente al terrorismo y, de esta manera, tratar de detener “las marchas de los sábados”, pues sería muy fácil acusar de terroristas y anti patriotas a los “chalecos amarillos”( Acusación muy torpe y inverosímil)
Horas después del discurso de Macron la Francia Insumisa llamó a continuar las manifestaciones para el sábado, 15 de diciembre, en un cuarto acto. Por el contrario, Macron logró el apoyo del Partido Republicano – la derecha francesa -.
El costo de las medidas propuestas por Macron caerán sobre el erario galo, que ya tiene un endeudamiento que se acerca a los lìmites aceptable por la Comunidad Europea.
El atentado en Estrasburgo cambia el panorama: el Ministro de Interior, Christopher Castener, ya decretó la alerta terrorista en esta ciudad, lo que impide todo tipo de manifestaciones: Por otro lado, el Partido Socialista francés retiró la censura al Primer ministro, que debiera votarse hoy en la Asamblea Nacional. A su vez, todos los partidos políticos – desde el Frente Nacional hasta la Francia Insumisa – han condenado el atentado.
La presión a los “chalecos amarillos” para que suspendan el cuarto acto del próxima sábado es muy grande, lo cual supone que, so pretexto de las Fiestas Navideñas, el atentado en Estrasburgo, sumado al agotamiento de las fuerzas represivas, permita por ahora, en nombre de la unidad nacional frente al terrorismo, una salida momentánea a Macron, que se encontraba entre las cuerdas de una Francia rebelde y a una ciudadanía sumisa.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
12/12/2018