La isla caribeña La Española contiene dos países: República Dominicana y Haití. La primera ocupa dos tercios de la isla. Haití un tercio, en el occidente, frente a Cuba.
Haití fue aislado todo el siglo XIX y parte del siglo XX por haberse liberado militarmente de Francia y haber sido el primero en América en terminar con la esclavitud. Dominicana recibió siempre el buen trato de Europa y los EEUU, que en los sesenta lo invadió para eliminar una revolución nacional y que, con Trujillo, apoyado por EEUU, abrió las puertas a inversiones capitalistas en la minería, la agricultura, los servicios y más tarde el turismo.
Hoy República Dominicana es, en América, un país medianamente desarrollado, y Haití sigue viviendo en el subdesarrollo incluso extremo.
Ambos – pequeños- tienen alrededor de 10 millones de habitantes cada uno.
Muchos haitianos viven legal e ilegalmente en Dominicana. Todos los años alrededor de un millón de haitianos pasan a Dominicana a trabajar en la agricultura y a ser explotados más que los campesinos dominicanos, que ven en ellos a negros que les quitan trabajo.
En República Dominicana los haitianos son mal vistos y mal tratados.
Los hijos de haitianos que han nacido en Dominicana no son dominicanos sino haitianos, según las leyes de Santo Domingo, que no respeta “el jus solis”, el derecho más elemental de la nacionalidad en el planeta: tú tienes la nacionalidad de la tierra donde naciste o puedes optar por ella. Para los haitianos en República Dominicana eso no es así.
Hoy, fines de noviembre, en Haití, siempre lleno de crisis -viven normalmente en crisis- los problemas económicos y sociales se han acentuado.
El alza muy fuerte en los combustibles ha afectado a la inmensa mayoría de sus 10 millones, a todos los que deben comprar, incluso a los que no utilizan directamente la gasolina porque siguen ocupando la leña o el carbón de leña para calentar su alimento, y se han gatillado las protestas por todo el país.
El 23 de noviembre la oposición, en Port au Prince, la capital, salió a las calles para manifestarse desde el barrio alto de Petionville hasta el centro cercano al mar donde está el Palacio Nacional y las poblaciones más grandes de la gran capital.
En Les Cayes, al sur, ha habido muertos y escenas de pillaje y represión por parte de la Policía Nacional y guardias privados.
Todas las actividades están paralizadas. Bahamas cerró su embajada en Haití. Canadá pide evitar cualquier viaje al país. La embajadora de EEUU, Mme.Michelle Sinon, se reune con partidos exigiendo diálogo, un recurso sucesivo y permanente que no lleva a ninguna parte.
Y más: numerosos políticos dominicanos proponen construir un muro limítrofe con sus vecinos, y exigen un plebiscito para que se realice conjuntamente con las elecciones presidenciales de 2020. El Presidente del Partido Social Cristiano dominicano definió como “urgente” la construcción del muro “para que no haya ningún ilegal en nuestras tierras”; “la gente, con hambre, dejará Haití, pero República Dominicana no es culpable de ese hambre”.
Para hacer más dramática y difícil la situación haitiana hace una semana un temblor de sólo 5,9 grado dejó una veintena de muertos y muchos heridos en el noroeste, en Port de Paix (Podepé en creole) que fue la primera capital haitiana, cubriendo y descubriendo la tragedia de ese país.
El límite- la frontera- entre ambos países tiene sólo 360 km., la mayor parte marcada por ríos fáciles de vigilar.
La frontera terrestre es relativamente corta. No sería raro que el primer muro moderno y total de América se levantara en una isla, en medio del peor subdesarrollo y para impedir el paso de lo que algunos dominicanos llaman “los hambrientos”.
Ese muro racista a construir en su propio límite este se sumaría, para Haití, al del bloqueo impuesto tras su independencia, que lo dejó aislado, sin capitalismo y sin europeización, y a los factores que hoy día lo tienen reducido a un país “extraño”, el más pobre de nuestro continente.