Para fines de octubre del año 2018, el fascismo se apoderará de Brasil. La oligarquía fascista brasileña implementará el mismo cuidadoso y sofisticado trabajo de comprar votos de la misma forma que antes lo hizo Macri en Argentina, Kuczynski en Perú, Piñera en Chile y Duque en Colombia. En América Latina, la inmensa mayoría de la población (los pobres) tiene las características de lo que se ha denominado el síndrome del “familismo amoral”.
Los familistas amorales son individuos de bajo estatus socioeconómico y que se han desencantado con la política. Todo esto particularmente debido a la extrema corrupción existente en los partidos políticos tanto de derecha como de izquierda. Los gigantescos cambios políticos y sociales que se iniciaron a partir de la mitad de los años setenta en el mundo, ha provocado el renacimiento del familismo amoral en las poblaciones afectadas. En gran parte del planeta, el neoliberalismo destruyó la socialdemocracia y su exitoso modelo socioeconómico llamado “Estado de bienestar”.
Para mediados de los años setenta del siglo pasado, las elites políticas socialdemócratas, ya habían caído en un imparable proceso de corrupción ética. Esto determinó la pérdida de los valores que habían inspirado la construcción del Estado de bienestar en los años treinta en los Estados Unidos y en los años cuarenta en la Europa Occidental. Los valores implementados por el Presidente Franklin Delano Roosevelt después de la gran crisis del año 1929, fueron los mismos valores que sirvieron de base para el plan Marshall que inició la reconstrucción europea después de 1945. Estas virtudes éticas de las elites socialdemócratas gobernantes en Occidente, fueron gradualmente decayendo y para mediados de los años 70 del siglo XX, la socialdemocracia perdió el poder en Occidente. Estas corruptas elites socialdemócratas fueron reemplazadas por un poderoso movimiento neoliberal. El neoliberalismo propagaba la idea de que la desastrosa inflación y la drástica caída del crecimiento económico en Occidente eran directamente causadas por las prácticas económicas implementadas por políticos corruptos que habían transformado el Estado de bienestar en un mecanismo para el enriquecimiento desvergonzado de las llamadas elites progresistas.
A partir de 1975, la nueva elite neoliberal en el poder gradualmente destruyó el Estado de bienestar, eliminó el proteccionismo económico y dio inicio a la nueva globalización neoliberal. Se redujeron drásticamente los impuestos de los ricos y de la clase empresarial y se dieron toda clase de garantías para el renacimiento de un nuevo capitalismo que en manos privadas pudiera producir un acelerado crecimiento de las economías occidentales.
Ya han pasado 45 años desde esta globalización neoliberal, y ella es la reina suprema en gran parte del planeta. Esta globalización ha creado una gran clase de súper ricos que se han apoderado de casi todo el ingreso y la riqueza creada en los últimos 45 años. Como consecuencia de esta gigantesca desigualdad socioeconómica y cultural, la mayoría de la población ha caído en una catastrófica condición de proletarios y familistas amorales. Es decir, estos son individuos que solo se preocupan de la sobrevivencia de ellos, de su reducido grupo familiar y de un puñado de amigos. El destino y suerte de la sociedad toda y el bienestar de la mayoría no les interesan. Son apolíticos y piensan que el mundo está corrupto en forma extrema y que nada bueno se puede esperar de los políticos tanto de izquierda como de derecha.
Ellos piensan que el Estado es una institución solo dedicada a favorecer a la minoría rica de la sociedad. También piensan que la política es una actividad sumamente peligrosa y que solo trae problemas. Por lo tanto, trata de abstenerse en las elecciones y solo vota cuando recibe una apreciable coima o beneficios monetarios sustanciales. La inmensa mayoría del electorado latinoamericano, que no pertenece a la elite socioeconómica, está desgraciadamente formada por familistas amorales y por lo tanto los políticos que tienen la fortuna suficiente para comprar votos son normalmente elegidos. Esta peculiar característica de la política latinoamericana es lo que ha permitido que en los últimos años las derechas neoliberales hayan ganado elecciones importantes en el continente. Las únicas excepciones recientes se dan en Venezuela y en México. En México la corrupción y el bandidaje extremo, llegó a un nivel insoportable y además el pueblo sufrió ofensas y humillaciones de parte de su vecino del norte. En Venezuela, la derecha no es solo corrupta sino que también, increíblemente incompetente.
Por todo lo anterior, se puede predecir que al igual que Macri en Argentina, Kuczynski en Perú, Piñera en Chile y Duque en Colombia; Bolsonaro será el siguiente Presidente en Brasil. Para las fuerzas revolucionarias verdaderas latinoamericanas, este resultado electoral debería ser considerado como favorable. Esto, pues para fines del año 2020,es altamente probable que se desate una gigantesca crisis socioeconómica. Para esa fecha, Brasil, que tiene una enorme e impagable deuda externa, con seguridad caerá en una catastrófica y profunda depresión económica. Desde un verdadero punto de vista revolucionario es altamente positivo que la catástrofe económica caiga sobre las elites fascistas y derechistas. Esto pues, elites en desesperación, siempre producen horribles crímenes contra la humanidad. Estos crímenes y abusos de injusticia extrema, son un fenómeno que invariablemente transforma a muchos familistas amorales en desesperados y verdaderos revolucionarios. Los crímenes cometidos son de tal magnitud, que el familista amoral no tiene otra salida sino tomar las armas para defenderse tanto a sí mismo como a su familia. Es de esta forma, como a través de la historia, los pueblos dominados, dormidos y apolíticos, son violentamente despertados y no tienen otra alternativa, sino luchar desesperadamente por la sobrevivencia de ellos y los de su clase. Estas son las fuerzas vitales que invariablemente alimentan una verdadera revolución.
La historia de todas las grandes revoluciones, incluyendo la inglesa del siglo XVII, la de Estados Unidos de 1776, la francesa de 1789, la rusa de 1917, la china de Mao Zedong y la cubana de Fidel Castro, todas ellas fueron posible porque el pueblo desesperado no tuvo otra alternativa, sino tomar las armas y destruir a sus odiados y criminales enemigos. Para el año 2020, es probable que Brasil caiga en un abismo que sea capaz de crear las condiciones ideales que postulaba Marx y Engels y que inevitablemente producían la revolución. La misma catastrófica crisis económica que probablemente destruirá el fascismo en Brasil, también destruirá los gobiernos neoliberales de Argentina, Chile, Perú, Paraguay y Colombia.
- Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt
18 de octubre de 2018