Solo fue una de las muchas noticias que circulan a diario en los medios de comunicación. Ni siquiera mereció gran atención por parte de la mayoría de ellos, aunque su difusión fue masiva. Pero en formato telegrama. Es lo acostumbrado cuando se quiere noticiar sin informar. El resumen generalizado versaba sobre el enfado de Merkel y Macron, los regidores de Alemania y Francia, el corazón de Europa, con Donald Trump, el presidente de Estados Unidos y patrón del nuevo orden mundial, las Piedras Guías de Georgia/ USA.
Sin embargo, lo realmente importante se encontraba en el reconocimiento explícito de la sumisión de Europa a los EE.UU. de Norteamérica. Por ejemplo, si recogemos la noticia relatada por El País, Angela Merkel afirmaba que "hay conflictos a las puertas de Europa. Y la época en la que podíamos confiar en EE.UU. se acabó". Expresiones que vertió en Aquisgrán el jueves 10 de mayo de 2018, fecha para la historia en la que se amenazó seria y abiertamente a los EEUU.
Ese día, con un enfado monumental, la canciller alemana respondía al último disparate del excéntrico presidente norteamericano, que no tuvo otra ocurrencia que retirarse del acuerdo nuclear con Irán. Trump es un presidente que todavía no se sabe si pasará a la historia por resolver el complejo puzzle geopolítico que llevaría al mundo a décadas de estabilidad o provocar una guerra mundial sin precedentes en este siglo XXI. Es una especie de péndulo vertiginoso entre la paz y la guerra, entre lo irracional y lo lógico, entre lo común y lo esperpéntico.
Más allá del enojo de Ángela Merkel, compartido por Emmanuel Macron, y las advertencias derramadas por los líderes europeos ("algunas potencias han decidido incumplir su palabra: estamos ante grandes amenazas y Europa tiene el deber de mantener la paz y la estabilidad en la región") lo interesante llegó cuando ambos reconocieron la sumisión europea a los norteamericanos. No se trata de ningún descubrimiento para aquellos que siguen con cierto interés el escenario internacional, pero resulta absolutamente insólito que dos políticos de la talla internacional de los mencionados, líderes indiscutibles de Europa, realicen un reconocimiento tan explícito. Y no solo llegaron hasta ahí, sino que señalaron la posibilidad de comenzar a dar pasos hacia una futura independencia. Curioso que se sientan tan amenazados hoy mientras en las últimas décadas se ha incendiado la periferia europea de forma convulsiva. Pero esa es otra cuestión.
Porque analicemos las siguientes manifestaciones: "Europa ya no puede confiar en EE.UU. y debe tomar su destino en sus propias manos" o "no podemos dejar que otros [en referencia a Washington] decidan por nosotros". ¿Son acaso expresiones propias de países o Estados soberanos e independientes? ¿Qué países ceden a un tercero la defensa y la política exterior si no son aquellos países sometidos?
Tanto Merkel como Macron concluyeron que, desde el Brexit, momento de la desbandada británica, el hermano pequeño de los norteamericanos que impedía cualquier intento de unión que pudiera generar una potencia mundial, se hace indispensable la construcción de una Europa independiente. "En su lugar, la UE debe hacerse con su propio destino, esa es la tarea para el futuro".
No obstante, El País, medio cercano a los intereses de la OTAN y los EE.UU., ponía en duda que ello fuera posible: "La realidad y el deseo: Merkel asegura que Alemania debe hacer más, pero acaba de anunciar una congelación de su presupuesto en defensa para los próximos cinco años, muy lejos de las cifras que reclama Estados Unidos".
¿Es posible un Europa independiente? ¿Ello supondría mayor coste económico, como afirma El País, o generaría un considerable ahorro económico?
Si tenemos en cuenta que Europa cuenta en la actualidad con más militares que los norteamericanos y casi el doble que el número de militares rusos, no resulta muy complejo concluir que la formación de un Ejército europeo significaría un ahorro considerable en cuanto al gasto armamentista y militar y una más que apreciable racionalización de los recursos.
Europa tiene en la actualidad, según la Agencia Europea para la Defensa (AED), un total de 1,4 millones de militares, cifra que podría rebajarse en un tercio, con el consiguiente ahorro económico, sin que ello supusiera merma alguna en la seguridad del continente. Pensemos que a día de hoy no existe potencia rival cercana a Europa salvo Rusia, la cual cuenta con entre 870.000 y 900.000 efectivos militares según Alexander Golts, y con la que sería relativamente sencillo llegar a un entendimiento en el caso de ser Europa un ente independiente.
Porque lo cierto es que casi ningún analista considera creíble un conflicto militar más allá del existente en Ucrania, máxime cuando los presupuestos militares rusos han descendido este año por primera vez en décadas. No será un caso aislado, Rusia piensa rebajar su gasto en Defensa desde el 5,5% del PIB del año 2017 hasta el 3%.
Contradictoriamente a lo que se podría pensar, el Presidente Putin quiere más gasto en Sanidad y Educación mientras que Europa es exigida por los EE.UU. a casi duplicar el gasto militar para recortarlo en partidas sociales.
Negocio o seguridad
Pero si Europa rebajaría el gasto militar en el caso de formar un Ejército europeo, ¿la exigencia norteamericana de duplicar el gasto militar es una cuestión de negocio o de Seguridad? Apuesten por lo primero. Detrás de Donald Trump se encuentra la industria militar más potente del mundo, la cual facturó en 2016 nada más y nada menos que 434.000 millones de dólares. Cifra que supuso el 58% del mercado mundial armamentista.
Independencia o expoliación
Esa es la gran decisión que debe tomar Europa: seguir siendo un protectorado y pagar económicamente por ello o caminar en busca de la independencia, lo que supondría reducir el gasto militar global y tener peso mundial en las decisiones geopolíticas. Especialmente en áreas de influencia como Magreb y Oriente Próximo que tan rentables le han sido a los EE.UU. como avisperos.
No olvidemos que esta última región es la que más gasta en el mundo en gasto militar, el 5,2%; siendo Arabia Saudí, 10%, y Omán, 12%, las que más invierten. Un caramelo para la industria militar norteamericana, un genocidio regional para el resto del mundo.
PS: Lo subrayado es nuestro.