Diciembre 27, 2024

La gestión de Donald Trump, un desastre mundial garantizado

El estilo de gobernar de Donald Trump, se encamina peligrosamente hacia un desastre mundial, al buscar una mayor autonomía en su accionar como presidente, respecto de una variada temática política donde se ha mostrado proclive al uso de la fuerza o la agresividad para tomar decisiones. Lo primero que se evidencia es su tendencia narcisista, un rasgo personal que se traduce en una especie de pulsión que lo lleva a imponer sus propias ideas, contrariando incluso a la gente de confianza que él mismo ha nominado en el gobierno. Altos cargos de funcionarios o mandos militares de gran importancia en el manejo de crisis bajo tensión con armas nucleares, han sido cambiados por Donald Trump, nombrando funcionarios más agresivos que podrían alentar su desborde personal, como el nuevo asesor de seguridad nacional John Bolton, quien ha declarado que el desarme de Libia sería la propuesta que Estados Unidos quiere para Corea del Norte.  

 

 

 

El viceministro de Relaciones Exteriores Kim Kye-gwan, dijo personalmente respecto de Bolton: "No ocultamos nuestros sentimientos de repugnancia hacia él".  Bolton reemplazó al teniente general HR McMaster, a quien Trump había llegado a considerar como, no lo suficientemente agresivo.  Bolton ha sido y sigue siendo un firme partidario de la invasión de Iraq, basada en la mentira sobre supuestas armas de destrucción masiva, y ha abogado públicamente por bombardear a Irán y a Corea del Norte.

 

La duda que surge es si Trump, está capacitado mentalmente para aquilatar el riesgo de escalar a una crisis mayor, que puede derivar en un conflicto mundial. Trump se siente cada vez más confiado en sus habilidades presidenciales sin tener que depender de consejeros, hasta que algún país adversario abra el fuego y ponga a prueba su control. Todas las zonas en estado de guerra, de una u otra forma, comprometen a otras potencias militares, ya sea interviniendo con tropas, entregando armamento o compartiendo información estratégica.  

 

Su  visión de hombre multimillonario, lo impulsa a imponer la supremacía blanca, con el apoyo republicano y de los sectores ultra derechistas, que apoyan  su agenda política discriminatoria y racista, poniendo tanto vallas físicas como legales a la inmigración y/o  para expulsar latinoamericanos, centro americanos, asiáticos, árabes, africanos, etc. Lo más grave para Estados Unidos es el distanciamiento político, diplomático y económico que está logrando  con países que gozaban de una buena cooperación mutua y que está cambiando por la política del más fuerte.

 

La duda que surge es si Trump, está capacitado mentalmente para aquilatar el riesgo de escalar a una crisis mayor, que puede derivar en un conflicto mundial.

 

 

También se advierte el sello de su anterior actividad como empresario que utiliza la arrogancia, el desprecio o la prepotencia hacia sus interlocutores, donde el abuso de poder hacia las mujeres es muy conocido. Algunos recordarán el grosero empujón al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, para hacerse espacio en la primera fila, antes del inicio oficial de la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN, en Mayo 2017. En su actuar reactivo, todo aquel que crea resistencia o no es funcional a sus deseos es despedido. Así ha ocurrido, mayoritariamente con  funcionarios, asesores y secretarios de estado que ha sacado de sus cargos como, Sally Yates, Michael Flynn, James Comey,  Rex Tillerson, Sean Spicer y una larga lista de 26 ex colaboradores.

 

Otra característica que es indispensable examinar de su gobierno, es de tipo ideológico. Quienes lo eligieron, hoy podrían estar lamentando la profundización del modelo neo liberal de economía, porque a ellos no les está llegando el beneficio. No obstante lo anterior, parte de los norteamericanos parecen confiar en el regreso a un idílico período de bienestar, si el país es más fuerte y agresivo para enarbolar el garrote en las negociaciones y obligar al mundo a tributar un mayor beneficio para EE UU. La mala noticia para Estados Unidos es que los cambios ocurridos en los grandes países, han permitido crear una creciente autonomía productiva, financiera e incluso de afinidad política que reunió a Rusia y China en un mismo bloque, y que los vuelve menos dependiente del dólar.  

 

El debilitamiento del dólar es en parte consecuencia de la reducción del mercado mundial donde ofertar la deuda estadounidense. Con excepción del periodo de F. D. Roosevelt que implementó la protección social y al trabajador, su extensa regulación fue lo que permitió sacar a Estados Unidos de la profunda crisis iniciada en 1929. Con posterioridad, la variación económica solo ha sido proponer más o menos regulaciones. Hoy los republicanos con Donald Trump, han vuelto a reimpulsar una fuerte desregulación que incluyó una rebaja de impuestos a los sectores más ricos, acentuando la concentración económica y la desigualdad dentro de EE UU.

 

La política de renegociar tratados, rescindir  los acuerdos con otros países o respecto de quienes no siguen los pasos ideológicos de Estados Unidos, como Irán, Siria, Corea, Cuba, Venezuela, etc., es parte de una modalidad sistémica que permite trasladar la guerra a escenarios externos para activar la industria de guerra interna y cumplir además sus objetivos geopolíticos. Libia, con Muammar Gaddafi, renunció voluntariamente a su programa de armas nucleares, asegurándose que a cambio, su país podría salir del asedio internacional. Años más tarde, fue derrocado por la acción de la OTAN y el bombardeo de Estados Unidos, terminando el cuerpo de Muammar Gaddafi y su hijo Mutassim tirados en el suelo de una carnicería en Libia. Eso lo sabe Kim Jong-un y es la razón que hace muy difícil para Corea del Norte aceptar el desarme de sus armas nucleares. Ningún país, ni la O.N.U., están en condiciones de  garantizar que Corea del Norte, sin armas nucleares, no será arrasada posteriormente, porque es en Corea del Norte, precisamente donde la ideología choca de frente con la ideología neoliberal de Estados Unidos.

 

El presidente Donald Trump,  y su eslogan de, "Hagamos Estados Unidos grande de nuevo", fue la fórmula escogida para crear afinidad con los trabajadores de más edad, con la fantasía de recuperar los empleos perdidos de los años 60´s o principios de los 70´s. Se atribuye la responsabilidad de ello a los chinos con 6 millones de empleos perdidos entre 1999 y 2010, un tercio de todo el empleo manufacturero.  Este  argumento que se utilizó en la campaña de Donald Trump, por cierto no es real. Estados Unidos está en la fase de agotamiento de un sistema que extrajo la mayor plusvalía de los recursos naturales baratos, que son finitos, en un planeta asfixiado por los contaminantes. 

 

El mercado ha ido estructurando la asignación de recursos basados solo en la rentabilidad económica para privilegiar  la riqueza del 1% de los más ricos, que lo hacen construyendo elefantes blancos por todos lagos y negando las urgentes necesidades que son vitales para la sobrevivencia humana. Se olvidaron que fueron ellos los que comprometieron con Ronald Reagan, la "Globalización", dimensión que permitió abrir los canales a los industriales y consorcios más ricos de Estados Unidos, no solo para trasladar su producción a China, sino además para evadir el sistema tributario de Norteamérica, y de paso, dejar las enormes utilidades generadas en el extranjero en paraísos fiscales en todo el mundo, de lo cual tampoco tienen culpa los chinos.

 

Luego han insistido que para aumentar la productividad era urgente  flexibilizar el trabajo y además, se introdujo la robótica. No fue suficiente para Washington y ni para Wall Street, porque el crecimiento no alcanza para financiar los US$ 900 mil millones del gasto militar norteamericano, dentro del cual sólo 3 portaviones como el Gerald Ford, y otros dos más que están en proceso de producción, cuestan casi US$ 40 mil millones. Los cambios continuaron apoderándose de la industria y la manufactura, hasta que apareció una nueva concepción productiva que se está introduciendo con la  inteligencia artificial. Dicen que permitirá terminar con las deficiencias de los humanos, activando de paso la obsolescencia del trabajo humano en la industria y la manufactura. Trump, idealizó en el carbón y en las viejas fábricas de acero su oferta para hacer creer a los ilusos, que volverán a ser grandes otra vez.

 

Los cambios están llegando con una gran advertencia. Eudald Carbonell, un reputado paleontólogo, arqueólogo, antropólogo y geólogo español, dice, “Contamos con una tecnología brutal, tenemos unas capacidades extraordinarias… Por fin somos dueños de los procesos que inciden en nuestra evolución”. Todo se ve fantástico, hasta que responde la siguiente pregunta,  “¿Y cuántas vidas se cobrará la actual revolución tecnológico-científica?  Calculo que entre 500 y 1.000 millones de personas. Y será muy rápido, las catarsis ahora están aceleradas”.

 

Finalmente, nos queda revisar el cuarto aspecto que es la economía. Cuando en Venezuela, en Argentina o Brasil, por nombrar algunos, el gasto excede a los ingresos, el déficit se financia imprimiendo billetes, hasta que aparece una gran inflación. Muchos países latinoamericanos conocen ése fenómeno.  En el caso de Estados Unidos, la expansión monetaria se elevó a US$ 4.5 billones, además de una deuda fiscal de US$ 20 billones que volverá a crecer otro billón de dólares dentro de un año, más el descomunal endeudamiento global, parte del cual involucra instrumentos financieros emitidos por los bancos norteamericanos, y sin embargo no se refleja ningún o muy poco efecto inflacionario en los indicadores estadísticos de Estados Unidos. ¿Habrán descubierto los dólares milagrosos?

 

No, la cruda realidad es otra. La velocidad monetaria, un concepto que dimensiona el ritmo al que se gasta el dinero mide la disposición de las personas a mantener el efectivo o la frecuencia con la que se cambia el efectivo. Eso es lo que hoy está cambiando por las señales de aumento, lo cual no ocurría hace más de una década. Paraaumentar o disminuir la base monetaria (moneda más reservas bancarias), la FED compra y vende valores, lo usual es hacerlo con bonos del Tesoro de los EE. UU. Cuando la FED desea aumentar la oferta de dinero, crean (imprimen) dinero y lo distribuyen mediante la compra de valores (papeles) en los mercados financieros a través de los bancos. Para reducir el dinero, hacen lo inverso, venden valores. Los dólares se ponen a disposición de los grandes bancos a bajísimas tasas, para créditos de las grandes empresas, para especular en la bolsa, en reservas que acumulan los países para pagar importaciones, petróleo, etc. Una parte se emplea en créditos para los países con déficits.

 

Indefectiblemente llega el momento de recoger los dólares diseminados en el mundo, que lo afectarán si las tasas suben con rapidez.  Si aumenta la tasa, sube el dólar y se desvalorizan las monedas de los países deudores en dólares que deben destinar una mayor proporción del PIB, (una cuota más grande de su producción), a pagar la deuda. En  los procesos recesivos de EE UU., expandir el dinero para apuntalar la economía ha sido la norma hasta que se forman las burbujas y luego deben hacer una recogida obligada de dólares, subiendo las tasas y vendiendo activos, lo cual se está haciendo hoy, aunque aún con lentitud.

 

La FED ya empezó con el aumento de tasas  y a reducir su balance general y se verá obligada a acelerar los aumentos cuando la economía "se recaliente" y las presiones inflacionarias se escapen de control. En Abril la tasa de inflación fue de 2,5 %, cifra que ya excedió la tasa objetivo propuesta por la FED de 2%. El crecimiento económico actual, ha sido lento, impulsado en gran parte por la deuda. Al retirarse el crédito, la recesión puede regresar, más aún cuando se observa al petróleo rondando  los US$ 80 el barril.

Mario Briones R.

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