Noviembre 15, 2024

El autor que predijo el triunfo de Piñera y Trump prevé una crisis de régimen en los próximos dos años

El 1 de diciembre pasado el cientista político Fernando Duque escribió un extenso artículo en el cual exponía seis causas por las que Sebastián Piñera sería el próximo presidente de Chile. En su oportunidad el ensayo fue publicado en El Clarín de Chile y fue objeto de la intolerancia política y, por cierto, también académica, de una aireada audiencia. Sus puntos de vista fueron repudiados y recibió, incluso, algunos injustos improperios. Anoche, sin embargo, la metodología del profesor Duque, Phd de la UCLA, resultó de una exacta precisión, acertando de forma impecable en los resultados.

 

Fernando Duque, que en estos momentos vive en Puerto Montt, trabajó durante más de treinta años en el PNUD realizando largos trabajos en naciones del Africa Central y subsahariana. Ha publicado varios ensayos y es un experto en ciencia política y en el pensamiento de Maquiavelo.

Una buena parte de su vida la ha pasado en Estados Unidos. Es, por tanto, un gran conocedor del sistema político estadounidense. Sobre estas bases publicó varios ensayos durante la campaña electoral presidencial 2016, en la cual vaticinó, contra todas las predicciones del establishment, el triunfo de Donald Trump.

El ensayo en el cual pronosticó el triunfo de Piñera está continuado con otro, en que prevé una crisis económica con graves consecuencias políticas que llevarán en el corto plazo a una crisis de gobernabilidad y de régimen.

FERNANDO DUQUE

En el breve trabajo que recordamos, se dan seis causas, motivos o razones por las cuales se podía anticipar como altamente probable que Piñera fuera elegido presidente de Chile.

Primero, Chile es un país que ha caído en un profundo proceso de decadencia política. El Estado chileno está conformado por numerosas instituciones públicas que no funcionan o funcionan muy mal. Entre estas instituciones con defecto de funcionamiento están las relacionadas con la planificación, desarrollo, control y supervisión de elecciones. Esta situación hace posible que la derecha realice exitosas actividades de cohecho y que por ello no sufra mayores consecuencias.

Segundo, históricamente la derecha chilena tiene una larga experiencia en campañas y actividades de corrupción electoral. Un solo ejemplo basta para documentar esta situación. A principios del siglo XX los dueños de fundos, minas y empresas industriales le daban a sus trabajadores una bota o zapato izquierdo y si el candidato del patrón ganaba se le daba a los trabajadores el zapato derecho. La derecha tiene una larguísima experiencia en comprar votos y seguramente ya ha creado un enorme fondo destinado a este propósito y con ello asegurar la victoria de su candidato. La derecha actualmente tenía una enorme presión e incentivo para movilizarse a fondo. Había pánico y esto se reflejó en la drástica caída de la bolsa de comercio de Santiago.

Tercero. Sebastián Piñera es una persona extremadamente inteligente (tiene un doctorado en Economía de la Universidad de Harvard) y es altamente probable que haya contratado a los mejores expertos electorales de Estados Unidos y Europa para garantizar un sólido triunfo en las elecciones. Es preciso señalar que Piñera tuvo una conducta y un comportamiento brillante cuando treinta y tres mineros fueron atrapados en una profunda faena minera. Piñera de su bolsillo contrató a dos distinguidos expertos estadounidenses para que estudiaran el problema y le propusieran un programa de salvamento. Esta consultoría tuvo un rotundo éxito aclamado en Chile y en todo el planeta.

Cuarto, el electorado nacional recuerda que en la anterior administración de Piñera, el país tuvo un crecimiento económico mucho más rápido y gracias a ello se crearon muchos más puestos de trabajo de los que ha creado la actual administración de la Nueva Mayoría. No cabe duda de que el funcionamiento de las instituciones estatales en el anterior periodo de Piñera fue mucho menos ineficiente que en los periodos de la Concertación y luego en el periodo de la Nueva Mayoría.

Quinto, para que un buen programa de cohecho y compra de votos funcione bien, es necesario que el programa no sólo sea bien diseñado sino que también es indispensable, que gran parte del electorado sea suficientemente corrupto como para dejarse comprar por pequeñas sumas de dinero. El electorado chileno que no pertenece al 19% de la clase media acomodada, hace ya muchos años que se ha convertido en una enorme masa de los llamados “familistas amorales”. Es decir ciudadanos preocupados intensamente sólo del bienestar de su familia inmediata y de un pequeño grupo de amigos. El familista amoral considera que la sociedad, el Estado y la política en general, son sus enemigos. Por lo tanto, rechaza la participación ciudadana en actividades políticas legítimas y de bien público.

La actividad política de gran parte de estos familistas amorales, se limita a un corrupto clientelismo político en donde se participa en actos electorales sólo si el voto es pagado o si posteriormente recibe a cambio de su voto algún empleo público. Una gran proporción de chilenos que reciben un ingreso mensual de 500 mil pesos o menos y que conforman el 80% de la población nacional, caen bajo la designación de familistas amorales. Es en este grupo social donde la posibilidad de actividades de cohecho tiene mayor probabilidad de tener éxito.

Sexto, el Frente Amplio y particularmente, el partido Revolución Democrática, está constituido por jóvenes idealistas que creen que Chile puede empezar a resolver su gigantesco problema de desigualdad, injusticia social y falta generalizada de productividad, tanto en el sector público como el privado, mediante el proceso electoral. Estos jóvenes líderes políticos están pensando en el largo plazo y por lo tanto están dispuestos a sacrificar las posibilidades electorales del senador Guillier, de la misma forma como Marco Enríquez sacrificó las posibilidades electorales del ex presidente Frei.

Los líderes del Frente Amplio anticipan que la derecha no podrá resolver ninguno de los graves problemas que afectan al 80% de los chilenos. Entre estos graves problemas están la eliminación de la constitución pinochetista y la creación de una nueva constitución verdaderamente democrática. Arreglar el catastrófico tema previsional, mejorar la salud de los contribuyentes de Fonasa, mejorar el patético transporte público, reducir la gigantesca desigualdad económica y cambiar la matriz productiva del país. En otras palabras, producir y exportar bienes con alto valor agregado y dejar de exportar rocas. Hoy día Chile tiene el peculiar problema que todo lo que vende en el mercado mundial es barato y todo lo que compra es caro y con valor agregado. Esta estructura de comercio internacional es absurda y naturalmente debe ser eliminada. Para los miembros del partido Revolución Democrática, en cinco años más, los problemas de Chile serán inmensamente peores que los actuales. Por lo tanto las condiciones estarán dadas para realizar electoralmente los gigantescos cambios que el país necesita. Es preciso crear las condiciones necesarias para una verdadera revolución democrática y estas condiciones serán mucho mejores en el año 2022.

Es necesario recordar que la decadencia política de Chile no es un problema reciente. Este proceso de subdesarrollo político se inició en los años 70 del siglo XIX y desde esa fecha sus características no han cesado de empeorar. La primera república liberal tuvo un tremendo éxito al liberar a Chile de la dominación española. Esto lo hicieron los padres de la patria entre 1810 y 1818. Aquí los héroes principales son José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins. No obstante, después del gobierno de O’Higgins, el experimento liberal empezó a tener gravísimos problemas y el país cayó en un largo periodo de anarquía que terminó con la derrota de las fuerzas liberales en la batalla de Lincay en 1829. En esa fecha nació la muy exitosa república portaliana, que duró cuatro décadas, de 1829 a 1871. El país tuvo un proceso de desarrollo económico fenomenal. No menos de un crecimiento del 10% al año y esto por 40 años. El país pasó de ser una pobre colonia agrícola a un dinámico país en proceso de industrialización.

No obstante, en los últimos años del periodo del presidente José Joaquín Pérez (1861 a 1871), empezaron los primeros síntomas de decadencia política. El presidente Pérez eliminó el sistema de mérito dominante en la administración pública y creado por el ministro Portales. Así la administración del Estado se debilitó sustancialmente. Muchos funcionarios honestos, patriotas y expertos en el arte de administrar y formados durante los presidentes Prieto, Bulnes y Montt, fueron reemplazados por familiares y amigos liberales del presidente Pérez. Ahí empezó la decadencia de las instituciones políticas en Chile. Esta decadencia continuó con los presidentes liberales que duraron cinco años en sus cargos en las décadas de los años 70 y 80 del siglo XIX.

La única excepción a este fatal proceso de decadencia política fue la brillante administración del presidente José Manuel Balmaceda y que gobernó Chile entre 1886 y 1891. El presidente Balmaceda cambió políticas liberales y retomó el proceso de industrialización nacional. También trató de nacionalizar las minas de salitre que habían caído en manos inglesas. Esta patriótica política nacional puso al presidente Balmaceda en directa confrontación con el hegemón de aquella época, es decir, el imperio británico. Esta superpotencia organizó y financió una campaña militar para derrocar al presidente Balmaceda y ella tuvo éxito en 1891, cuando fue obligado a suicidarse.

Después de la muerte de Balmaceda, se inició la segunda república liberal, la cual se extendió de 1891 a 1920. Este segundo intento liberal, también fracasó rotundamente, cuando después de la primera guerra mundial, los precios del salitre chileno se fueron al suelo. Entre 1920 y 1973, Chile experimentó un sistema mixto de desarrollo económico donde la economía se movía con dos motores, el sector público y el sector privado. Chile también trató de crear un “Estado de bienestar” imitando la exitosa experiencia iniciada por el presidente Franklin D. Roosevelt en los Estados Unidos en el año de 1933. No obstante, debido a que la sociedad chilena sufría de una avanzado proceso de corrupción ética, el Estado de bienestar chileno, pronto cayó bajo las garras de políticos corruptos que convirtieron la administración pública nacional en una gigantesca pulpería donde se pagaban favores políticos y con esto las instituciones estatales cayeron en el modelo clientelista que se caracteriza por una extrema ineficiencia y baja productividad en las actividades del Estado.

Como consecuencia de todo esto, el proceso de re-industrialización nacional, iniciado en 1920, terminó fracasando en 1973. Las numerosas empresas públicas, creadas después de 1920, pronto se transformaron en una maquinaria tan ineficiente como el corrupto sector privado. Este proceso de decadencia política y desarrollo económico frustrado, basado en un Estado empresario, llegó a su catastrófico término en 1973.

AFP

En esta fatídica fecha se inició la tercera república liberal que instaló un sistema económico que aún continúa. Los líderes civiles y militares que impusieron el neoliberalismo, prometieron que en 30 años, es decir, para el año 2003, Chile sería un país desarrollado. En otras palabras, en un país donde el 60% de la población tendría un nivel de vida similar al de la clase media acomodada de los países desarrollados. Y sólo un 40% de la población tendría el nivel de clase trabajadora ocupando cargos con bajos salarios en la agricultura, la minería y la industria.

Hoy día, 15 años después de la meta profetizada por los neoliberales, sólo el 19% de la población nacional tiene el estándar de vida de la clase media de los países ricos. El 1% pertenece a la elite global con una riqueza jamás tenida en Chile en todos los años anteriores, pero el 80% vive en condiciones miserables, con un ingreso familiar de 500 mil pesos al mes o menos. En otras palabras, la inmensa mayoría continúa pobre y sólo una pequeña minoría ha alcanzado el sueño neoliberal.

En estos 44 años de neoliberalismo, los dos motores del desarrollo chileno, han caído en gravísimos problemas. Las instituciones estatales han seguido aumentando su proceso de decadencia política. Los cargos de la administración pública se llenan siguiendo el sistema clientelista o también llamado del despojo (esto es cuando los cargos de la administración del Estado se usan para pagar favores políticos y no para implementar eficientemente políticas públicas). Por lo tanto el Estado es corrupto e ineficiente.

Por su parte, el sector privado nacional, desarrollado en dictadura, sigue estando a años luz de los niveles de eficiencia y productividad que sí tiene el sector privado en los países desarrollados de occidente. Si Chile no tuviera las enormes riquezas nacionales que le dan su favorable clima y geografía, el país sería tan pobre como Haití y los países del África subsahariana. El país depende del cobre y un 70% de este valioso recurso está en manos de multinacionales extranjeras.

Se puede así pronosticar que después de cuatro años de la segunda presidencia de Piñera, las condiciones estarán dadas para que los jóvenes que dirigen el partido Revolución Democrática, puedan finalmente acceder al poder. Lo único que uno podría agregar es que esta vez, la revolución puede que no sea tan democrática como la esperan los miembros de este partido.

 

1.Duque Ph.D.

Cientista Político / Puerto Montt

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