Diciembre 26, 2024

Tras 50 años de fracaso neoliberal, sólo queda proteger al trabajador

Disponer de una visión global para ver cómo va el mundo y hacia donde podría derivar, requiere examinar en una breve cronología, ciertos sucesos que parten a principios de los 70´s.  Es un período de cambios estratégicos en la economía Norteamericana que modifica la economía global; en especial, los grandes países en desarrollo que empiezan a ser receptores de los cambios que rediseñaron una nueva concepción industrial basada en la tecnología, que incorporó los fuertes aumentos de precio del petróleo.

 

 

Los estándares legados por la II G.M.,  son  abandonados lentamente cuando países como Japón se ven obligados a repensar una concepción más económica de la industria. Estados Unidos se demoró en hacer los cambios y transcurrieron varios años antes de hacer ajustes.  Los automóviles con motores V8 de 425 Hp, que apenas rendían 3,5 Km por litro, eran el símbolo de una cultura del esplendor y de la superioridad para producir y consumir con altos niveles de consumo energético. El cambio fue modificando la estructura del PIB, y la industria que en 1970 aportaba un 24,3 % del PIB, cayó en el 2010 a un 12,8 % según datos de la ONU. 

 

Los efectos de los precios de la energía, obligó a buscar una solución que permitiera enfrentar el desequilibrio. Impusieron dos cambios de gran importancia. El primero fue iniciado por R. Nixon quién decidió el 15 de agosto de 1971 terminar con la convertibilidad del oro por dólares, lo cual eliminaba  las restricciones para emitir dólares en grandes cantidades, sin respaldo y poder aumentar  sustancialmente las reservas, gracias a la “creación de los petrodólares”.  Esta política fue aplicada en los gobiernos de  R. Nixon, G. Ford, J. Carter, R. Reagan, G.H. Bush, G.W. Bush  y B. Obama, quienes siguieron incrementando la deuda fiscal y financiaron las guerras en el Medio Oriente, Irak, Afganistán, además de sostener las tropas estacionadas en Japón, Alemania, Corea del Sur, etc. Con excepción del período de B. Clinton, que redujo la deuda, el monto de la deuda fiscal escaló desde menos de ¼ de billón de dólares en 1970  hasta los actuales US$ 20 billones.

 

El segundo factor de gran relevancia fue diseñado en el período de Bill Clinton, quien propuso el reto: ¿Cómo podía EE.UU. crecer año tras año, sin crear inflación, manteniendo la hegemonía del dólar, colocando su deuda en el mercado, aumentando la “riqueza” de las familias…etc.?  La respuesta se atribuye al ingenio de Robert Rubín, un abogado que trabajó en Goldman Sachs durante 25 años, muy ligado a la alta banca y al mundo financiero que propuso, la globalización de la economía, la desregulación financiera junto con la importación de productos baratos y un déficit comercial financiado por el superávit de capital. La parte financiera la pondría la reserva Federal emitiendo dólares y la parte comercial e industrial sería un rol que se dejaría a la UE, China y otros países. En 1999 el presidente Bill Clinton ordeno anular la Ley Glass-Steagall, que separaba la banca de inversión de la comercial, cambios indispensables para cumplir el objetivo.

 

Para quienes están más alejados de la economía, es importante distinguir que un déficit comercial significa que un país está importando más bienes y servicios que los exportados. Ahora, lo usual es que los grandes mercados como el de Estados Unidos sean atractivos para los privados y otros gobiernos donde invertir en bonos, en el mercado bursátil, etc., lo cual creó un excedente de capital.  En los inicios de la ingeniería financiera se focalizaron en cruzar estos dos puntos para crecer sin inflación y detener el crecimiento de China.

 

Los sucesos que ocurren después de los 70´s, comprenden diversas recesiones, guerras, crisis bancarias, cambios de gobiernos, etc., que sería muy extenso detallar. En lo fundamental podemos destacar que bajo el mandato del ex Presidente Ronald Reagan, en 1981 se inician los 3 decenios siguientes más fuertes en desregulaciones, donde destacan hombres muy ligados a Goldman Such, la gran banca y todo aquellos que formaron el nuevo imperio financiero, dejando atrás al sector industrial. Entre ellos, Donald Reagan, Alan Greenspan, Robert Rubin, Lawrence Summers y varios más que pusieron la lápida a toda la legislación reguladora que surgió en el periodo de  F. D. Roosevelt como consecuencia de la gran depresión de 1929 y de las décadas posteriores.

 

Los aspectos descritos, forman la base de la matriz que amplificó la crisis y fue exportada al resto del mundo hasta crear una deuda mundial monumental que hoy es de US$ 200 billones impagable y que, como veremos, se acrecentará con el nuevo gobierno de Donald J. Trump. La tendencia de incrementar la deuda es tan alta que las estimaciones de los técnicos señalan que es necesario inventar casi 2,5 dólares para generar 1 dólar de PIB (ley de retorno decreciente). El principal componente de esta matriz está basado en la fe de una deuda estructurada en dólares sin respaldo, que estará garantizada en la medida que Estados Unidos mantenga la supremacía hegemónica de la economía y sea creíble por el resto de los países. Esta condición los obligó comprometerse en numerosos acuerdos y TLC, que permitirían ampliar el libre comercio y la globalización, sin embargo, la economía continuó con bajo crecimiento y aumentó el déficit, que en 2016 fue de US$ 502.300 millones.

 

China dejó de comprar deuda de EE UU y cambió su posición a vendedora neta, con reservas que han bajado en cerca de US$ 1 Billón, casi un 25% para quedar con aproximadamente US$ 3 Billones. Es parte de una política que integra con los países BRICS, (Brasil, Rusia, India China y Sudáfrica),  destinada a construir sus propias instituciones y estructuras capaces de rivalizar con el FMI, el Banco Mundial y otros que permitan cambiar la supremacía del dólar. 

Para estimular la economía norteamericana reforzaron las finanzas mediante los QE´s (Expansiones monetarias) con la compra de bonos por más de US$ 4,5 billones de dólares, inyectando más dinero a la economía, con tasas de interés de casi cero. Los recursos se concentraron en el sector más rico de la élite financiera, quienes lo utilizaron  para recomprar sus acciones y aumentar la especulación financiera. Crearon un mercado de capitalización en  acciones sobre valorado de 130,8 % del PIB, y además formaron la burbuja más grande de  la historia mundial en el mercado de bonos globales, que subió de los $ 10 billones de dólares en 1990 a los US$ 100 billones actuales.

 

Las economías en desarrollo de China e India, con una población casi 8 veces superior a Estados Unidos tienen tanto potencial para crecer como para producir 20 millones de personas consideradas genios, y es lo que está golpeando la hegemonía de Norteamérica con usinas que concentran el 60 % de la producción mundial de acero, y a la vanguardia de la industria manufacturera en números rubros para abastecer a todo el mundo a precios muy bajos. El problema real para EE UU, es que pese a la crisis en occidente, China sigue avanzando a casi un 6%  en su PIB.

La matriz creada por la ingeniería financiera instaló un poder que adolece de fallas estructurales como son la excesiva concentración de capital, la caída en la demanda y la innovación tecnológica que dará el golpe final al neoliberalismo. En estos días se publicó el resultado del PIB de Estados Unidos correspondiente al primer trimestre del 2017, el cual registró un magro 0,7%, un resultado más débil que lo proyectado por la mayoría de los economistas, que comprende un aumento del consumo de apenas 0,3%. La demanda no crece y hace temer que en Estados Unidos cierren más de 8.600 tiendas de cadenas de ropa y decenas de centros comerciales. Escribe Francisco S. Jiménez en, “El Economista” de España,  “Estados Unidos asiste en tiempo real al fin de un modelo económico y estilo de vida que llevan instalados en el país desde los años setenta: la muerte de las cadenas minoristas y los centros comerciales. En lo que va del año, han cerrado 2.880 establecimientos, más de la mitad que en todo el año 2016”.

 

Hemos llegamos a Donald Trump y su retórica de hacer grande América otra vez. Reducir o eliminar del presupuesto numerosos gastos de ayuda social, terminar con el Obamacare en salud, sacar o revisar a Estados Unidos de los TLC, y reducir los impuestos. Reducirá el impuesto de sociedades del 35% al 15%. Repatriará los ingresos extranjeros estimados en US$ 1,2 billones (empresas Norteamericanas que mantienen sus utilidades fuera de EE UU), reemplazando el impuesto de  35% por un 8,75% sobre el efectivo y un 3,5% sobre los ingresos ya reinvertidos en activos. Además de lo anterior, anuncia que reducirá  los 7 tramos del impuesto sobre la renta individual a 3 niveles. El máximo será de 35% y los otros serían del 25% y 10%, dejando a las parejas casadas exentas por los primeros 24.000 dólares (anuales). Se elimina el impuesto a las herencias de más de US$ 5,5 millones que sólo afecta a los más ricos, la élite del 1%.

 

Todas estas medidas, más el aumento del gasto militar, generaría según los cálculos de especialistas una caída en los ingresos fiscales de hasta US$ 7 billones de dólares en el mediano plazo. El gobierno de D. Trump, espera compensar el déficit con un aumento del PIB sobre el 3%.  Es importante mencionar que las empresas afectas al 35% en Estados Unidos, según un estudio reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso, determinó  que la tasa impositiva (real) de las empresas en Estados Unidos es apenas 18,6%, la mitad respecto de la tasa superior del 35%, por lo tanto la rebaja es más aparente que real.  No sólo es falso que la rebaja de impuestos vaya a beneficiar a la gran mayoría de los estadounidenses. Es un plan diseñado para apoyar a los que ya son inmensamente ricos, a las grandes empresas, acelerando la concentración de la riqueza y sin conocer los detalles aún de cómo van a financiar la caída de los ingresos fiscales. ¿Trasladar las fábricas a EE UU, cuando un trabajador mexicano cobra seis veces menos que uno en EE UU?, no es razonable. El salario promedio de un trabajador mexicano en Estados Unidos fue de US$ 1.870 dólares mensuales a fines del 2016, en cambio, el salario medio en México fue US$ 291 mensuales, seis veces menor.

 

Podemos aceptar que la tendencia mundial sea que la proporción de la producción manufacturera respecto del PIB haya caído a la mitad en estos 40 años, pasó del 42%  al 21%. Alemania y Japón producen bienes industriales de alta complejidad tecnológica, y eso puede implicar una mayor proporción dentro del PIB, pero el resto de la industria barata se fue a los países de menores ingresos. Así es como los trabajadores de países desarrollados están enfrentados a competir con trabajadores de otros países con un diferencial de costo laboral de magnitud  6  o mayor, pero además, están compitiendo con los robots en su propio país y lo seguirán haciendo aceleradamente, lo que implica un vuelco de las naciones más desarrolladas e incluso las en desarrollo hacia los servicios, un proceso irreversible.  Patrick Schwarzkopf, director general del departamento de robótica y automatización de la compañía alemana VDMA, señala que “el número de empleados en la industria automovilística alemana se incrementó un 13% entre 2010 y 2015, mientras que los robots industriales aumentaron un 17% en ese periodo, lo cual desmiente el beneficio de regresar las industrias a Norteamérica inventado por Trump, para engañar a quienes votaron por él.

 

El gran peligro no sólo puede venir de una gran recesión, como la que podría estar incubándose debido a la caída por cuarto mes consecutivo de las ventas de automóviles y un débil PIB de 0,7 % del primer trimestre 2017.  El envejecimiento de la población, el encarecimiento de la mano de obra especializada, el cambio en la industria por la globalización, provocará el paso siguiente que los especialistas llaman la “fase terciaria”,  y que Nick Bostrom, filósofo sueco, director y fundador del Future of Humanity Institute de la universidad de Oxford nos advierte del futuro, “creo que si hay algo que puede cambiar fundamentalmente la naturaleza de la vida en la Tierra, eso es la transición hacia la era de la inteligencia de las máquinas”. En Japón inauguraron el “Hen na Hotel” que dispone de 72 habitaciones atendido enteramente por robots, donde no se ve a ningún humano prestando servicios.

 

Richard Baldwin, economista académico en Ginebra señala, “la tecnología acabará por llevar la globalización al sector servicios, muy intensivo en mano de obra y este sector terciario es el principal sustento del empleo en los países desarrollados”, incluidos los que hoy están en fase de desarrollo. La conclusión brutal es que caerá otro mito, “el concepto de que el desarrollo se da con la industrialización”,  la inteligencia artificial eliminará más empleos que lo que ha hecho la robótica en el sector manufacturero en las últimas décadas.  

El plan del gobierno de Donald Trump, nació muerto. Fue producto de los gritos desesperados de parte de la población que vivió en la cultura del consumo.  En una de sus últimas declaraciones a Bloomberg, el presidente de EE.UU dijo que considera recurrir a una ley de la época de la Gran Depresión que separó la banca de depósito de la banca de inversión, la Ley Glass-Steagall, adoptada en 1933 y anulada en 1999 por el presidente Bill Clinton. Llegará atrasada, la burbuja ya está instalada.  ¿Humos al norte de recesión?, el riesgo es real, lo que se está haciendo es erróneo. Si un fabricante estadounidense es forzado a fabricar en suelo de Estados Unidos, eso lo hará más ineficiente que la competencia y ésta acabará llevándose de una forma u otra sus puestos de trabajo.

 

Baldwin afirma que no debemos intentar proteger los trabajos, que eso no tiene sentido. Por mucho que lo hagamos, sólo podemos aspirar a retener temporalmente unos trabajos que se acabarán yendo igual dentro de unos años. Baldwin por el contrario es partidario de proteger a los trabajadores, no a los trabajos y tanto el plan de Donald Trump como el que desea instalar Sebastian Piñera si lo elijen presidente, están destinados al fracaso, son del pasado. Los incentivos a las empresas con rebajas tributarias, reducciones de tasas o protección de las fuentes laborales son simples subterfugios para traspasar riqueza a los ricos sin ninguna eficacia ni eficiencia porque el modelo está agotado. Solo quedará proteger a las personas de un grave colapso social mundial, sobre la base de entregar una renta adecuada para vivir, que incluya a todos quienes vayan perdiendo el empleo o sin empleo.

 

El gran peligro que acecha al mundo es un presidente como Donald Trump, que vive en el mundo de la opulencia semejante a la corte de un rey, con gran inestabilidad y contradicción en sus decisiones. Su falta de condiciones como estadista lo deja sujeto a ser sobrepasado por  los acontecimientos, donde el pentágono y sus asesores son quienes parecen estar a gusto tomando decisiones para el desplazamiento del aparato militar y desterrando el camino diplomático. Quiero concluir esta nota citando  a una mujer a quién no debemos perder de vista en el futuro, podría ser quien desplace a D. Trump en el próximo período, la senadora Elizabeth Warren por Massachusetts.  Respondiendo al presidente Obama en el verano de 2016,  dijo, “se equivocó, no presidente Obama, el sistema es tan amañado como pensamos, de hecho, es peor de lo que la mayoría de los estadounidenses se dan cuenta.”

 

Mario Briones R.

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