La pregunta que podemos hacernos todos es si Donald Trump efectivamente está ejerciendo un liderazgo propio basado en posicionar su programa de gobierno contenido en el slogan, “América Primero”, o está siendo controlado por poderes entronizado en el establisment de ultra derecha, las agencias de inteligencia o el poder oculto del gran dinero que busca recuperar el equilibrio necesario para sostener el modelo económico neo liberal.
A medida que se va instalando una corte más amplia en el gobierno, se aprecia un aplanamiento del discurso de campaña, marcado por un giro hacia la mantención de las viejas prácticas de dominio del mundo exterior, lo que supone que Donald Trump ha sido convencido que, salirse de la globalización y cerrar la economía, es la muerte para Estados Unidos.
De este cambio significativo da cuenta el “The New York Times” a través de un artículo de Alan Rappeport, para señalar que el populismo del estratega político Stephen K. Bannon, está siendo marginado por Trump. En la misma línea, un hecho notorio e importante es que se ha diluido la necesidad de, no calificar a China como manipulador de divisas, tal como fue anunciado a viva voz, y que tampoco se eliminaría el Banco de Exportación e Importación.
Otros cambios que se aprecian en las últimas declaraciones es que podría considerarse la posibilidad de volver a nombrar a Janet Yellen como presidenta de la Reserva Federal y que no está urgido por imponer impuestos o aranceles en las fronteras, propiciado por el portavoz Paul D. Ryan, quién además debe cargar con el fracaso de no haber podido alinear a los republicanos en la Cámara, para eliminar el “Obamacare” en salud.
Todos los puntos anteriores fueron fundamentales en el discurso de campaña, por eso el ataque a Siria ha sorprendido a diversos actores y muchos tienen dudas de la existencia de armas químicas por parte de Siria. Edgar Jallad, un experto del servicio árabe que comenta para la BBC, dijo, “EE.UU. no tiene mucha credibilidad en la región, la gente tiene la experiencia del intervencionismo de Washington e incluso hay quienes recuerdan cómo EE.UU., invadió Irak con el pretexto de que había armas de destrucción masiva en Irak” para luego comprobar que tales armas no existían.
La discusión sobre las armas químicas de Siria es un asunto difícil de comprobar, sin embargo, para el profesor Günter Meyer, director del Centro de Investigaciones del Mundo Árabe de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia, en Alemania, encuentra un detalle de contexto que no se puede perder de vista: “los rebeldes sirios están acorralados y el gobierno de Al Assad en posición de ventaja”. “De semejante ataque con gas letal solo pueden beneficiarse los grupos opositores armados”, señala el experto alemán.
Tanto el ataque a Siria como el desplazamiento de la flota naval encabezada por el portaviones Carl Vinson a la península de Corea, es el mecanismo elegido para confundir y distraer la atención pública norteamericana y mundial para crear una nebulosa que atenúe la reacción negativa que ha recibido el liderazgo de Donald Trump, y vaporizar los planes iniciales como candidato, que están siendo reemplazados por una reformulación más acorde con la política requerida por la ultra derecha, además de aminorar el costo político asociado a la ciudadanía que lo eligió y que ha empezado a desertar.
El fenómeno descrito no es nuevo, en América Latina lo conocemos muy bien como un doble estándar entre el discurso de campaña y el que efectivamente se realiza. Sin embargo, en el caso de Donald Trump, el retroceso ha debilitado su liderazgo o al menos lo ha perjudicado, para lo cual ha salido a mostrar los dientes, medida respaldada por el poderoso mundo del gran dinero, que busca apuntalar a un presidente que les parece carente de capacidad como estadista, pero que les sirve para continuar con su propio plan de concentrar poder y riqueza.
La tensión militar crea gran preocupación dentro de la población estadounidense, que es partidaria de poner límites, en especial cuando ven a los veteranos de guerra deambular perdidos en las calles. Una encuesta realizada por la CBS News por teléfono entre el 7 y el 9 de abril 2017, a través de una muestra aleatoria a 1.006 personas a nivel nacional, consigna que el 57% de los estadounidenses aprueba el ataque aéreo contra objetivos militares sirios, sin embargo, una mayoría son recelosos de cualquier implicación militar más allá de los ataques aéreos, más aun teniendo en cuenta la retórica no intervencionista. El mundo no debe caer en el miedo ante un efecto buscado y con riesgo calculado en las frías reuniones del pentágono y de las agencias de inteligencias, lo que no es óbice, para que se gatille algún incidente que arrastre el mundo a un conflicto de proporciones desconocidas.
La política de Donald Trump es más bien de shock. Expulsar a los inmigrantes indocumentados, exaltar la xenofobia, dejar indefensos a 25 millones de personas que viven bajo la pobreza, eliminar los planes de salud, quitar el financiamiento a las agencias no gubernamentales que apoyan el trabajo social, reducir o eliminar las regulaciones contenidas en las leyes Dodd-Frank a Wall Street, imponer aranceles o cerrar las fronteras, etc., son parte de los compromisos adquiridos durante la campaña destinados reforzar el modelo de economía neo liberal. Son los que están siendo readecuados porque su ejecución, sería un caos según lo reconoce la propia derecha, que aceleraría la crisis que tiene casi paralizada la económica y con peligro de ruptura financiera.
Además de aquello, la consecuencia más importante que está empezando a intranquilizar a Wall Street ha sido el frenazo a la reforma tributaria, debido a las dificultades para eliminar el programa de salud del, “Obamacare”. Dicho traspiés ha impedido la liberación de recursos que permitiría avanzar en la rebaja de impuestos a los más ricos y a las grandes empresas. Los analistas financieros anticipan una caída bursátil dentro de ocho meses, si no se concretan dichas rebajas. Los dos objetivos no se pueden ejecutar a la misma vez, porque producirían un déficit presupuestario insostenible. Adicionalmente, el programa de renovación en infraestructura interna agregará un gasto de US$ 1 billón que financiarán con emisión de nueva deuda, más el aumento del gasto militar de US$ 54.000, millones para un aparato de guerra que ya consume sobre US$ 600.000 millones anuales.
La tensión geopolítica producida a través del aparato militar está fríamente calculada para tocar la periferia de las zonas de influencia de Rusia, China, Corea, etc., y producir miedo no sólo en los estadounidenses, sino en todo el mundo. El cambio realizado por Donald Trump, pretende ser disuelto o volatilizado desplazando fuerzas militares que se suponen van a erradicar el terrorismo. Lo que está claro es la gran incertidumbre que rodea a los planes económicos de la Casa Blanca y la frustración entre algunos de los partidarios de Trump. Por ejemplo, Larry Kudlow, el economista que aconsejó a Trump cuando era candidato, dijo, “Es un caos total”. “Se siembra la confusión, y la gente pierde la confianza. El proceso está roto “. Otra cosa que está perfectamente clara, es el compromiso de reducir en US$ 20 billones la deuda federal en cuatro años, lo cual es un cuento de hadas.
El gran problema de Estados Unidos, no es sólo el giro de la política de Donald Trump. Lo que realmente se está desmoronando, es el desequilibrio económico y financiero que sigue asfixiando al país y a gran parte del mundo que han seguido la misma política neo liberal. El énfasis en la concentración del ingreso y el constante traspaso de recursos a los más ricos y a las poderosas corporaciones mundiales, sigue frenando la demanda de una inmensa población comprendida en la globalización, que no es parte de la elite y que observa como lentamente va derivando en la pobreza.
También se percibe que el llamado que hace Donald Trump a las naciones civilizadas del mundo a unirse en su cruzada contra el mal, por el ataque a Siria, se parece más a un acto de magia que procura salvar el imperio con su política de “América Primero”, dirigido a unir países en su lucha contra el terrorismo, pero que no ha avanzado mucho porque, ¿Podrá encontrar líderes incondicionales preparados para seguir su política, teniendo en cuenta la hostilidad mostrada y que, seguir sus objetivos implica negar el desarrollo de sus propios países, en beneficio de una “América Primero” que no tiene nada que ofrecer.
La soberbia que ha caracterizado a Donald Trump, incluso con los miembros de su partido, lo ha debilitado, y por eso, la noticia de hoy con el anuncio de un bomba lanzada en los túneles de Afganistán, donde se escondería el Estado Islámico, ha sido difundida en todos los medios de prensa bajo el eslogan de “la madre de todas las bombas “, un arma no nuclear que persigue el efecto mediático de reponer el liderazgo que Donald Trump no ha sido capaz de capitalizar, y que está siendo manejado por la ultra derecha, incluida la participación de su hija, para impresionar al resto del mundo y alinearlos a la política de la extrema derecha, que está enarbolando el garrote para doblegar a quienes sientan que pueden ser resistentes a contribuir con los propósitos de la elite y del nuevo presidente.
La política exterior de Estados Unidos es la misma, tiene un largo recorrido con el estandarte de instalar una fantasía de la paz, la libertad y la democracia, como la gran excusa después de apoderarse de extensas zonas invadiéndolas o imponiendo tiranos a cargo de dictaduras que les facilita el acceso a la enorme riqueza en recursos naturales de otros países, de los cuales no somos ajenos, después de perder cientos de miles de millones dólares con el cobre.
Por consiguiente, la pregunta que deberíamos hacernos todos, es ¿quién está realmente detrás del poder hoy en Estados Unidos y como serán los efectos en el resto del mundo, en especial los países en desarrollo y con mayor razón, los países más pobres?