Noviembre 16, 2024

En política no siempre triunfa la tozuda insistencia

Mi  padre usaba una frase que en algún grado convirtió en forma de vida, asegurando que en Chile todo –o casi todo- se obtenía  mediante el método que él bautizó con la monserga:   “por demolición”. Se refería a la actitud del “darle y darle, insistir e insistir y seguir dándole”  hasta que por fin se derrumbaban los muros de Jericó, sin trompetas  claro está. Ese era el camino, según mi progenitor. Por demolición.

 

 

Los niños son expertos cultores de tal método. Pataletas, berrinches, escándalos, rabietas, gritos y lágrimas falsas –especialmente cuando todo  ello es aplicado en público- les da generalmente buenos resultados. Así es como consiguen el  juguetillo, el dulce, la galleta, el helado e incluso la comida chatarra.

En política también hemos tenido ejemplos de ello, aclarando que hubo uno exitoso y aún muy recordado, tanto por moros como por cristianos, Salvador Allende, quien luego de  tres postulaciones fallidas, por fin, al cuarto intento, llegó a La Moneda. El doctor socialista quizás no lo sabía, pero aplicó el método proclamado por mi querido viejo, a quien, por supuesto, no conoció ni siquiera supo de su existencia.

El caso de Allende tiene ahora en la segunda década del siglo veintiuno, un seguidor, pero no está acotado a un político, a una persona, no, claro que no… el asunto es más delicado, ya que se trata nada menos que de toda una tienda partidista, la cual desea confirmar aquello de la “demolición” como forma de conseguir objetivos … o imponer nombres.

Los dos últimas administraciones que la coalición llamada Nueva Mayoría logró instalar en La Moneda tuvieron como jefe de estado a una representante del mismo socio, el Partido Socialista, cuestión que fue deteriorando en alguna medida a sus otros aliados, especialmente al Partido Demócrata Cristiano, otrora una de las mayores fuerzas políticas de Chile, el que ha venido en un evidente descenso que hace recordar lo acaecido  al Partido Radical (hoy, PRSD) en la segunda mitad del siglo anterior.

Recordemos que el PDC fue alguna vez dueño de la mayoría absoluta de los votantes; ocurrió en 1964 cuando en la elección presidencial Eduardo Frei Montalva obtuvo el 56% de los sufragios, y el PDC se transformó en la única tienda partidista que en nuestra historia política –hasta ahora- no ha requerido de alianzas ni socios para instalarse en el gobierno. Ello ocurrió el año 1964. De allí en adelante, sólo ha logrado restar… hasta hoy, año 2017, fecha en la cual marca un exiguo 15% de votación a su favor.

Y sigue restando, pero con la apueste “por demolición” tan enhiesta como mástil de bandera, pues no resulta sorpresa ni maledicencia afirmar que hace pocas horas nada más el futuro de la Nueva Mayoría se estancó, y quizás ese bloque oficialista haya comenzado a derrumbarse.

La elección habida en el comité central del Partido Socialista  privilegió a Alejandro Guillier como precandidato a la presidencia de la república, ¿o como candidato definitivo?  No se sabe a ciencia cierta aún, pero lo que sí se sabe es que la postulación de Ricardo lagos no fue aceptada por esa tienda, pese a que contaba con la simpatía del partido demócrata cristiano que, tozudo a rabiar, insiste en llevar candidato propio a pesar de la baja aceptación ciudadana con que cuenta; ya lo dijimos, sólo 15%. 

A esa tienda le sucedió hace años algo que debería tomar en consideración hoy día. De qué se trata? No olvidemos que a fines de 1969 gran parte de la juventud y de la intelectualidad joven que militaba en esa tienda, se escindió de ella formando un movimiento que se integró a un bloque mayor, la Unidad Popular. Me refiero al MAPU, Movimiento de Acción Popular Unitaria. Meses más tarde lo mismo hicieron miles de jóvenes dando origen a la Izquierda Cristiana.

No constituye misterio decir que el PDC, más allá de sus propias fronteras partidistas, privilegiaba la candidatura de Ricardo lagos en las filas de la centroizquierda; y ello se debía a que el ex presidente Lagos se encuentra tan cerca de los lineamientos económicos de la derecha que puede representar a cabalidad los actuales intereses e ‘ideales’ de la vieja Falange.

Pero la Historia se repite primero como tragedia, y después como comedia, tal cual lo dijo certeramente Karl Marx. Vea usted, amigo lector, lo que transcribo a continuación.  

Mi amigo Juan Pablo Moreno, investigador político, me escribe comentando lo siguiente:

<<En su cuenta de tuiter del lunes 10/4/2017 la senadora Carolina Goic, presidenta y candidata PDC a la presidencia, anunció que con la renuncia de Lagos a a las primarias del 02 de julio “era muy difícil que el PDC fuese a las primarias”, y también le rindió un cálido homenaje al mismo Lagos y a sus valiosas ideas para el beneficio de Chile. Así entonces, el ‘laguismo’ se podría mover en el PPD para apoyar a Carolina Goic y sostener al PDC dentro de la Nueva Mayoría e impedir su defunción política 11 meses antes del término del gobierno de Bachelet.>>

Al igual que Juan Pablo Moreno, también creo que el PDC (esta vez con apoyo de Ricardo Lagos y el PPD) preferirá abstenerse de las primarias ya que espera lograr que Carolina Goic pase a segunda vuelta electoral (o “ballotage”), y en ese escenario, tanto la izquierda –incluyendo al PC y al propio Frente Amplio- como el resto del progresismo, ante la manifiesta necesidad de derrotar a Piñera y a la derecha dura, votarían por la candidata del PDC… tal vez, incluso también lo hicieran los adherentes de Manuel José Ossandón.

Esa es la apuesta del PDC (esta vez acompañada por el ‘laguismo’)… la ‘demolición’, porque al igual que ocurre cuando los niños teatralizan ataques de rabietas y pataletas, los padres, finalmente, por pusilánime comodidad, acceden a darles el gusto. El error lo pagarán tiempo después, pero ya será tarde para enmendarle el rumbo a la criatura. 

Sin embargo, la misma Historia enseña que no siempre la tozuda insistencia, la política de la ‘demolición’, logra el triunfo. La irrupción de dos periodistas no militantes, Beatriz Sánchez y Alejandro Guillier-  señala que posiblemente haya llegado la hora de la ciudadanía, del chileno común, del elector, de esa enorme mayoría ciudadana que no milita en partido alguno y que, muy por el contrario, demuestra su hastío no sólo de las actuales tiendas políticas del duopolio, expertas en corruptelas, traiciones  e ineficiencias, sino también del salvajismo de un sistema económico que asfixia a más del 80% de la sociedad chilena.

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