Sumamos 508 millones de personas y 28 países, contando con el Reino Unido; sorprende la rapidez con que toda Europa tras el referéndum del Brexit ha pasado a nombrar ya 27 y sin embargo no ha descontado 64 millones de británicos a la Unión. Se aconseja desde esta columna paciencia sobre el proceso de desconexión británica y no dar por seguro el resultado final hasta ver en el informativo la instalación de la garita policial, el control de pasaportes y la barra fronteriza en el campo de Gibraltar. Douane, customs,
Seis décadas se cumplen desde el arranque de la construcción política de Europa tras la segunda guerra mundial. En realidad se conmemora la firma en marzo del 1957 de los Tratados de Roma, por Alemania (entonces Occidental o Federal), Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos.
De seis países a 28, tomando Bélgica como uno y Alemania como otro, no como el medio que firmó el certificado europeo de nacimiento. Este crecimiento numérico sintetiza el éxito del proyecto político de Europa, su expansión permanente, hasta hoy; y explica también muchas de sus dificultades.
Los tratados fueron tres y crearon la Comunidad Económica Europea, algo sobre energía atómica y se incluía el carbón ya acordado seis años antes. Desde Maastricht 1992 hablamos de Unión Europea.
Con motivo de este 60 aniversario, la Comisión Europea ha elaborado un documento de prospectiva, ejercicios siempre bienvenidos, siempre interesante: “Libro blanco sobre el futuro de Europa. Reflexiones y escenarios para la Europa de los Veintisiete en el 2025”.
Lo primero que hay que aclarar es quién hace el documento. La Comisión es el Gobierno de la Administración europea y las políticas comunes, que comparte el mando con los Estados miembros y en menor medida con el Parlamento; junto con otras instituciones como el Banco Central Europeo, que va por libre, el Tribunal Superior de Justicia y otras cosas menores que forman en conjunto la UE.
Con apariencia de falsa objetividad, falsa porque la Comisión es parte del mando y del proceso, plantea cinco escenarios sobre cómo podría evolucionar Europa de aquí al 2025 dependiendo del camino que decida tomar.
Escenario 1. Seguir igual. Uff.
Escenario 2. Solo el mercado único. La UE de los 27 se centra gradualmente en el mercado único al no alcanzar acuerdos los Estados miembros en un número creciente de ámbitos.
Escenario 3. Los que desean hacer más, hacen más. La UE de los 27 sigue funcionando como en la actualidad, pero permite a los Estados miembros que lo deseen una mayor colaboración en ámbitos específicos, como la defensa, la seguridad interior o los asuntos sociales. Surgen una o varias ‘coaliciones de voluntades’ (esta expresión recuerda a las guerras de Bush junior). Los tiros parece que van por aquí.
Escenario 4. Hacer menos pero de forma más eficiente. La UE de los 27 centra su atención en aumentar y acelerar los logros en los ámbitos de actuación prioritarios que ha elegido, mientras que interviene menos en los que se percibe que no aporta valor añadido. Centra su atención y sus recursos limitados en un número reducido de ámbitos políticos.
Escenario 5. Hacer mucho más conjuntamente. Los Estados miembros deciden compartir más competencias, recursos y tomas de decisiones en todos los ámbitos. Las decisiones se adoptarían con mayor rapidez a nivel europeo y se aplicarían con celeridad.
Hay que agradecer que se mencionen aunque dispersas las debilidades, qué ha fallado o a qué se teme: aparecen aquí y allá que “para demasiada gente la UE no estuvo a la altura de sus expectativas al enfrentarse a la peor crisis financiera, económica y social de su historia”, cierto.
Se critica la práctica de echar la culpa a Bruselas de los problemas y atribuirse el mérito de los logros en el país respectivo.
“La confianza de los ciudadanos en la UE ha disminuido”, reconocen.
“Cerrar la brecha existente entre las promesas y su cumplimiento es un reto constante”, que se debe en parte a que “la UE no tiene una arquitectura fácil de entender”; nada se apunta como solución.
“Existe un desfase entre las expectativas y la capacidad de la UE de colmarlas”, se reitera.
Todo el que pone algo por escrito arriesga y se expone a la crítica, el documento tiene olvidos y lagunas, agujeros negros que son interpretables independientemente de la voluntad o no de los redactores.
Aquí apunto dos. Por una parte, poco se escribe sobre la Europa social, una clamorosa ausencia cuando es apuntada como obligada salida de una Europa que se ha distanciado del ciudadano cuando peor lo estaba pasando. Habla mucho el documento de comercio, de euro, de unión económica y monetaria, de inmigración y fronteras, nada de empleo, de protección social, de ciudadanía, de derechos, de corrección de desigualdad entre personas o territorios.
La segunda objeción al documento de la Comisión Europea apunta hacia la política exterior y de seguridad: “La OTAN seguirá aportando seguridad militar a la mayoría de los países de la UE, pero Europa no puede ser ingenua y debe velar por su propia seguridad. Ser un ‘poder blando’ ya no es suficiente cuando la fuerza puede prevalecer sobre la ley”, afirma el documento como verdad revelada, no como escenario.
Curiosamente en los cinco futuros imaginados la Comisión Europea incluye que se refuerza la cooperación o el trabajo conjunto en seguridad y defensa (salvo en la reducción al mercado único), algo poco probable a pesar de los anuncios recientes, que probablemente se queden en algún avance en competencia empresarial e incluir el sector de la seguridad en las ayudas de I+D, método ya clásico para financiar programas de armamento. Si hay menos Europa no habrá seguridad y defensa compartida, y si la cosa sigue más o menos igual pues poco se avanzará en un asunto directamente ligado a la soberanía nacional.
El reciente documento de la Comisión Europea ignora además su propia “estrategia global para la política exterior y de seguridad”, que con el título de “Una visión común, una actuación conjunta: una Europa más fuerte”, presentó en julio del 2016 la responsable de exteriores y también vicepresidenta de la Comisión, Federica Mogherini.
Se apunta en ese documento hacia una autonomía estratégica de Europa, un enfoque global de los conflictos, plantea “reforzar nuestra seguridad y defensa en plena conformidad con los derechos humanos y el Estado de derecho”. Frente a las guerras preventivas, “diplomacia preventiva”, y aparece varias veces en el texto mencionado el acuerdo nuclear con Irán como un ejemplo práctico.
Por tanto, el presidente Juncker no se habla mucho con la vicepresidenta Mogherini.
Un diagnóstico de la actualidad comunitaria podría indicar que se ha impuesto la resolución bilateral de los asuntos, la renacionalización de las políticas y el protagonismo exclusivo de la Europa financiera y monetaria.
La Comisión Europea reconoce que los cinco escenarios no son excluyentes, que es engañoso reducir el debate a una elección entre más o menos Europa, aunque así lo presenta para incentivar el debate.
El futuro será una combinación de elementos y dependerá de la iniciativa política por un proyecto común cuando Reino Unido está en el camino de salida y Francia, Alemania e Italia tienen elecciones pendientes que centrarán su foco en asuntos internos.
“Durante generaciones, Europa siempre ha sido el futuro”, escribe la Comisión Europea. Que siga siendo así dependerá de la propia Comisión y de los 28 Estados que forman la UE.
La realidad es que las instituciones comunitarias están hoy pilotadas por políticos e ideología de clara orientación liberal-conservadora, que alguna responsabilidad tendrán en la salud del enfermo.
Al ciudadano le toca votar cuando le consultan para cambiar o no la relación de fuerzas y presionar en lo que pueda.
*Periodista, master de la UAM