El control y dominio del planeta por parte de la civilización occidental, se inició con la llegada de Colón a América. Desde esa fecha, los occidentales gradualmente avanzaron en la conquista del planeta. Esta fundamental tendencia, sólo terminó con el inicio de la primera guerra mundial en 1914. Con esta catastrófica guerra civil entre las potencias occidentales, se inició el retroceso de la civilización occidental.
La segunda guerra mundial aceleró esta tendencia en la decadencia civilizacional. Occidente era así confrontado por el poderío global del comunismo y la Unión Soviética. Europa se dividió en dos bloques fundamentalmente opuestos y el proceso de descolonización se inició en Asia y África. Como resultado de todo esto, las potencias occidentales, particularmente Gran Bretaña y Francia, perdieron sus colonias. Décadas más tarde, la caída de la Unión Soviética al inicio de los años 90 del siglo pasado, dio a la civilización occidental, una nueva oportunidad para expandirse. Así, las fronteras de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) avanzaron hacia el Este de Europa, y la civilización occidental, una vez más, trató de reconquistar el petróleo del Medio Oriente.
Según Samuel P. Huntington, la llegada de la unipolaridad planetaria bajo la dirección de Estados Unidos, creó tres opciones para la política exterior de esta gran potencia. A partir de los años 90 del siglo XX, estas tres opciones de política externa, se pueden esquemáticamente, resumir como: primero la política exterior cosmopolita, segundo, la política exterior imperial, y tercero, la política exterior nacionalista.
En la política cosmopolita, los Estados Unidos quieren abrazar al mundo. Se trata de abrir al país de par en par, para dar entrada a otros pueblos y culturas a su territorio. La política imperialista, por el contrario, trata de imponer los valores y cultura estadounidenses al resto del mundo. En la tercera alternativa, en la política nacionalista, los estadounidenses mantienen su actual sociedad y valores culturales y la protegen como una cultura distinta a la de otros pueblos. De esta forma se reafirma el excepcionalismo norteamericano. A continuación se presenta un análisis más detallado de estas tres opciones.
Política cosmopolita. Esta primera vía trata de renovar las tendencias de política exterior que se dieron en las dos décadas anteriores al 11 de septiembre del año 2001. Los Estados Unidos le dan la bienvenida al mundo. Se aceptan las ideas cosmopolitas, universalistas y progresistas. Los Estados Unidos también aceptan con mano abierta, los productos, servicios y bienes de exportación que el planeta ofrece. Pero aún más importante, la superpotencia norteamericana, acepta a los ciudadanos de todo el mundo. En otras palabras, el país abre sus puertas a los inmigrantes que quieran venir a vivir y a trabajar en el país. El ideal que se trata de alcanzar, es el de una sociedad receptiva con fronteras abiertas. Esta política cosmopolita se complementa dentro del país, apoyando sólidamente las identidades subnacionales, étnicas, raciales, de género y culturales. También se acepta la doble ciudadanía y se apoya con fuerza, las diásporas de expatriados estadounidenses viviendo en el exterior. Todo este gran proceso de cambio cultural es dirigido por una sofisticada elite identificada con las instituciones globales y las normas internacionales. Ahora, lo nacional se somete a lo internacional, se aspira a que los Estados Unidos se transformen en una gran sociedad multiétnica y multirracial. La diversidad cultural es más apreciada que la homogeneidad cultural. A medida que los Estados Unidos reciben gente con lenguaje, religión y costumbres diferentes, los Estados Unidos son mejores, más internacionalistas, cosmopolitas y globalizados. Los estadounidenses con educación superior, se deben identificar con la cultura de las corporaciones globales donde ellos trabajan, y deben reprimir los valores culturales de la comunidad donde ellos viven dentro de los Estados Unidos. En otras palabras, el espíritu de cohesión, integración y comunidad, es hacia la corporación multinacional y no hacia la comunidad de vecinos que siguen teniendo ocupaciones locales y que no demandan capacidades académicas y técnicas superiores para desempeñarse en el mundo global. De esta forma la conducta de los nuevos ciudadanos globales será cada vez más gobernada, no por las leyes federales, estatales y locales de los Estados Unidos; sino por las nuevas reglas impuestas por la comunidad internacional. Reglas provenientes de instituciones tales como la Organización de Naciones Unidas, la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario, la Corte de Justicia Internacional de la Haya, la Ley Internacional, y particularmente, los tratados de libre comercio. De esta forma, la identidad nacional de los Estados Unidos, rápidamente pierde importancia y la nueva identidad global y cosmopolita, gana terreno. El fin del comunismo, les permitió a los líderes neoliberales, perseguir su nueva política exterior, sin temor a defenderse de acusaciones gravísimas que indicaban con fuerza que esta política globalizante y cosmopolita, ponía en gravísimo peligro la seguridad nacional. Para aumentar más este peligro, la política cosmopolita, proponía la invasión de Estados fallidos (regime change), la reconstrucción de naciones (nation building) y muy particularmente, la intervención humanitaria; esto quería decir, que elites que oprimen a su pueblo, inmediatamente caían en el riesgo de ser derrocadas por la comunidad internacional. A toda esta batería de acciones intervencionistas, también se la calificó como política exterior de “trabajo social”.
Política exterior imperialista. El surgimiento de los Estados Unidos como el único poder en 1990, tuvo un gran impacto entre los neo conservadores estadounidenses ubicados en la extrema derecha del partido republicano. Ellos pensaron que Estados Unidos, podía ahora, utilizar su aplastante poder, para reconfigurar el planeta de acuerdo con los valores norteamericanos. En otras palabras, los neoconservadores, aceptaron gustosos la idea, de construir el imperio norteamericano. Esta tendencia imperialista viene desde principios del siglo XIX, desde la implementación de la doctrina Monroe. El impulso imperial fue implementado, por la creencia en la supremacía del poder militar de los Estados Unidos y la pretendida universalidad de los valores norteamericanos. Se argumenta por los imperialistas, que el poder económico y militar de los Estados Unidos, es muy superior al de naciones individuales y también al de alianzas de grupo de naciones. Se señala con fuerza, que este gran poder, obliga a los Estados Unidos a crear un nuevo y mejor orden mundial. También obliga a enfrentar con fuerza y perseverancia el mal a través del mundo. Se argumenta que esta es la última y definitiva cruzada que traerá la paz y prosperidad al planeta. Los neo conservadores verdaderamente creen que los pueblos de otras sociedades, tienen básicamente los mismos valores que tiene el pueblo estadounidense. Ahora, si por casualidad excepcional, ellos no tienen los valores norteamericanos, naturalmente e instintivamente, desean tenerlos. En los raros casos que ellos no tengan estos valores, ellos están equivocados y son pueblos primitivos y salvajes que verdaderamente no entienden lo que es bueno para ellos; por lo tanto, los Estados Unidos tienen la obligación y responsabilidad divina de persuadirlos, a la fuerza si ello es necesario, para que estos pueblos incivilizados, abracen e incorporen los valores que los estadounidenses tienen. En esta alternativa de política exterior imperial, los Estados Unidos pierden su identidad como nación y se transforman en la parte dominante y principal, del nuevo imperio supranacional.
Política exterior nacionalista. Huntington señala, que ni la creencia universalista-cosmopolita de los neo liberales del partido demócrata, ni la creencia imperial de los neoconservadores del partido republicano, reflejan la verdadera situación del planeta a principios del siglo XXI. Los Estados Unidos eran en verdad una gran potencia, pero había otras potencias mayores, tales como el Reino Unido, Alemania, Francia, Rusia, China, Japón; que también tenían considerable poder global. También ahora existen potencias regionales tales como India, Irán, Brasil, Sudáfrica e Indonesia. Se señala con fuerza que Estados Unidos, a pesar de su gran poder, no puede obtener ningún objetivo importante en política exterior, sin la cooperación de alguna de las grandes potencias anteriormente mencionadas. Huntington agrega además, que la cultura, valores, tradiciones e instituciones de otras grandes naciones, no son compatibles con la idea de reconfigurar a otras sociedades de acuerdo a los valores estadounidenses. Los pueblos normalmente sienten, un profundo y sólido deseo, de salvar y mantener su propia cultura original y también sus tradiciones e instituciones. Por lo tanto, resisten con fiereza los inútiles esfuerzos de otras culturas extrañas que tratan de cambiarlos. Además, y esto es vital, cualquiera que sean los objetivos de la elite estadounidense, el pueblo, es decir, la masa proletaria y de clase media norteamericana, tiene otras ideas. No quiere seguir interviniendo en los asuntos de otros países. Las brutales lecciones de Corea, Indochina, Afganistán e Iraq, son demasiado potentes y penosas como para seguir ignorándolas. Por otra parte, existe la llamada “paradoja democrática”. Esta paradoja señala que la introducción de la democracia en sociedades no occidentales termina con la elección de grupos, partidos y movimientos antiestadounidenses. Como ejemplo se citan los partidos populistas que han ganado elecciones en la civilización latinoamericana y los movimientos fundamentalistas que han ganado elecciones en la civilización islámica. El cosmopolitismo y el imperialismo, tratan de reducir y eliminar las diferencias raciales, políticas y culturales entre Estados Unidos y otras sociedades del planeta. Por el contrario, el enfoque nacionalista y aislacionista, reconoce y acepta lo que distingue a Estados Unidos de otros países. Norteamérica no puede transformarse en el mundo y aún así seguir siendo Norteamérica. Otros países no pueden llegar a ser norteamericanos y aún seguir siendo ellos mismos. Los Estados Unidos son diferentes y excepcionales. Esta diferencia en gran medida, es producto de su cultura anglosajona y de su profunda religiosidad protestante. Por lo tanto, la única alternativa al cosmopolitismo y al imperialismo, es el nacionalismo aislacionista. Este nacionalismo es dedicado a la preservación y reforzamiento de aquellas cualidades que han definido a los Estados Unidos, desde su fundación a fines del siglo XVIII: este es el excepcionalismo estadounidense. La religiosidad distingue a los Estados Unidos de otras sociedades y países. Los norteamericanos son masivamente cristianos y protestantes y esto los hace radicalmente distintos a los pueblos no occidentales. La religiosidad conduce a los Estados Unidos a ver el mundo en términos dicotómicos de lo “bueno” y lo “malo”; esta tendencia es así mucho más intensa y profunda que en otros pueblos. Los líderes de otras sociedades, a menudo encuentra esta extremada religiosidad, no solamente extraordinaria, sino también enervante y molesta. Todo esto debido al profundo moralismo de “predicador fanático” con que los estadounidenses tratan temas políticos, económicos y sociales. La religión y el nacionalismo, han ido de la misma mano en los Estados Unidos. La religión define el contenido del nacionalismo. Todo grupo étnico es configurado y determinado por la religión de la misma forma como lo es el lenguaje. La cristiandad ha configurado la formación de la nación estadounidense. La conexión entre religión y nacionalismo está viva y muy fortalecida, a finales del siglo XX. Los países más religiosos tienden a ser más nacionalistas, y dentro de cada país, aquellos individuos más religiosos, tienden a ser más nacionalistas y chauvinistas. La mayoría de los pueblos europeos, clasifican en un nivel muy bajo sobre su creencia en Dios y en su orgullo y patriotismo nacional. En Estados Unidos, ocurre todo lo contrario. El país se clasifica junto a Irlanda y a Polonia, en el tope de países que son religiosos y nacionalistas. El protestantismo rebelde es un aspecto central de la cultura estadounidense. Los norteamericanos masivamente, son creyentes en Dios y su país.
Estos dos conceptos de religiosidad y patriotismo, son inseparables en la nación norteamericana. En un mundo como el actual, donde la religión configura las alianzas y los antagonismos de la gente, la religión pasa a ser el pegamento o cemento de cada civilización; por lo tanto, el conflicto global más importante es el choque de civilizaciones, que tienen distintas religiones. Así, no es sorpresa, que los Estados Unidos una vez más se tornen hacia su religión para encontrar su verdadera identidad y propósito nacional.
Grupos importantes de la corrupta elite estadounidense, están favorablemente dispuestos a transformarse en una sociedad cosmopolita; otros grupos de esta corrupta elite desean asumir un demencial rol imperial; pero la inmensa mayoría de las masas, proletaria y de clase media, están comprometidas con la alternativa nacional y la preservación y defensa, de la identidad norteamericana que ya ha existido por varios siglos. Ahora, las grandes alternativas son: primero Norteamérica se transforma en el mundo, o segundo, el mundo se transforma en Norteamérica. La tercera y correcta alternativa es que Norteamérica, sigue siendo Norteamérica. Estas son las tres alternativas de cosmopolitismo, imperialismo y nacionalismo. La elección que los Estados Unidos hagan, entre estas tres alternativas, conformarán el futuro de los Estados Unidos y también el futuro del planeta.
Todo lo anterior lo escribió Samuel P. Huntington hace ya casi quince años atrás, en su famoso y último libro titulado Quienes Somos? Los Desafíos de la Identidad Nacional Estadounidense. ([i]) Es necesario preguntarse con un poco más de detalle y precisión, que cambios importantes se han dado en el planeta en los últimos 25 años. En necesario reconocer que la política exterior cosmopolita, tuvo éxito en la guerra del Golfo con Iraq. El presidente Bush (padre), derrotó a Saddam Husseine impidió que Iraq se apoderara del petróleo de Kuwait. Luego el presidente Clinton, tuvo éxito en el desmembramiento de Yugoeslavia en los años 90 del siglo XX. No obstante, el presidente Bush (hijo) fue derrotado en Iraq y Afganistán. La política cosmopolita continuó con el presidente Obama y ella también fue un rotundo fracaso en Iraq, Afganistán, Libia y Siria. En los últimos 25 años el mundo ha cambiado en forma trascendental. La unipolaridad de comienzos de los años 90, ha dejado de existir y el planeta una vez más, es definitivamente multipolar. China se ha convertido en una super potencia. Desde el año 2015, su ingreso nacional (en términos de poder de compra), es superior al ingreso estadounidense y sus arcas fiscales están llenas de trillones de dólares en bonos estadounidenses. La creciente potencia económica de China, le ha permitido a este país crear instituciones internacionales parecidas a las que Estados Unidos creó al fin de la segunda guerra mundial. Los bancos de desarrollo chinos, son ya, más poderosos que el Fondo Monetario y el Banco Mundial. Con los fondos acumulados, en los últimos 40 años de desarrollo, China pretende invertir ahora en la creación de nuevas rutas de la seda; y las masivas inversiones en estas rutas, empujarán el desarrollo planetario por las próximas décadas. Cada nueva ruta está compuesta por puentes, super carreteras, trenes de alta velocidad, puertos, aeropuertos, líneas eléctricas de alta tensión, oleoductos, gaseoductos, etc. Se construirán dos nuevas rutas de China a Europa. Una nueva ruta unirá a Sudáfrica con el mediterráneo, y finalmente una nueva ruta, unirá a la Patagonia con el rio Grande.
Por su parte, Rusia ha vuelto a ser una potencia mundial. Ha estabilizado su área de influencia en el Cáucaso al derrotar a Georgia en una guerra que duró 5 días. Posteriormente le arrancó Crimea a Ucrania y ha neutralizado los movimientos anti rusos en Asia Central y el sur del país. Recientemente ha derrotado a los enemigos del presidente Asad en Siria y pronto terminará por derrotar a las fuerzas pro occidentales en Libia. No cabe duda que Rusia muy pronto pacificará y consolidará su área de influencia en el Este de Europa, y asumirá su rol directivo en la civilización ortodoxa que incluye a países tales como Bielorrusia, Ucrania, Bulgaria, Rumania, Armenia, países de la ex Yugoeslavia, Grecia y otros pequeños países del resto del sur este de Europa. Ante todos estos acontecimientos ocurridos en los últimos años, el nuevo presidente de los Estados Unidos, no tiene otra opción sino adoptar y aplicar la política nacionalista y aislacionista. Esto por la simple razón de que hoy existen otras civilizaciones que tienen cohetes nucleares; estos cohetes pueden destruir ciudades importantes de la civilización occidental. Si el presidente Trump, decide atacar a Rusia, por su conducta en Ucrania, o su conducta en Europa oriental, o en el Mediterráneo; Rusia responderá con devastadores ataques nucleares en centros urbanos importantes de Estados Unidos y Europa. Si el presidente Trump decide atacar a China, por su conducta expansiva en los mares que rodean su territorio, con seguridad esta super potencia, reaccionará de la misma forma como lo haría Rusia. Lo mismo probablemente haría países con cohetes nucleares tales como, Pakistán, India, Irán y Corea del Norte. Todo esto ocurriría en caso que intereses vitales de dichos países sean afectados por las acciones de Estados Unidos y sus aliados.
La inmensa mayoría de los occidentales de clase trabajadora y media, han empezado una revolución electoral. Todo esto es una reacción a erradas políticas económicas, implementadas por occidente en los últimos años. También, tema importante en esta reacción de las masas populares occidentales, es el hecho que erradas políticas bélicas, de Estados Unidos y sus aliados, han creado catástrofes en África y el medio oriente y ellas han ocasionado decenas de miles de inmigrantes que desesperadamente tratan de entrar a Europa. La revolución silenciosa contra la globalización, empezó en el Reino Unido a mediados del año pasado. Esta revolución continuó con la elección de Donald Trump en los Estados Unidos. Es altamente probable que la revolución electoral de las masas continúe en las próximas elecciones de Holanda, Francia, Alemania e Italia.
La política nacionalista-aislacionista, significa en términos generales, que occidente retrocede del mundo. Deja de ser el policía mundial, y se dedica a arreglar sus inmensos problemas internos. La extrema desigualdad económica, ya no es tolerada por las masas populares occidentales. Tampoco es tolerada la declinación en el estándar de vida, y la masiva invasión de inmigrantes, proveniente de países que han caído en el nivel de Estados fallidos. Emigrantes de Estados fallidos del medio oriente y África, invaden Europa. Poblaciones de Estados fallidos en América Latina, invaden los Estados Unidos. Las masas populares, tanto de Europa como de Estados Unidos, no tienen interés en detener a Rusia en sus intentos por consolidar y desarrollar la civilización ortodoxa. Las masas occidentales tampoco tienen interés, en detener los intentos de China, por establecer soberanía en sus mares adyacentes. A las masas populares de occidente, ya no les interesa defender la democracia pro occidental en el resto del planeta, si tales acciones ponen en peligro, la sobrevivencia de sus centros urbanos y la de los occidentales que los habitan. Las masas populares de occidente sólo están interesadas en recobrar el estándar de vida que ellas tuvieron en los años 70’s del siglo XX. También están muy interesadas en castigar, políticamente, a las corruptas elites que los han arruinado y humillado en las últimas cuatro décadas. Este gigantesco cambio en la política exterior de occidente, es en verdad un cambio paradigmático en la política planetaria. La decadencia de occidente, ha recibido así un impulso trascendental.
Para la civilización latinoamericana, que va del rio Grande a la Patagonia, esta es una verdadera oportunidad dorada. Por fin el continente será libre de elegir su destino, sin interferencias ni de Estados Unidos ni de Europa. La revolución iniciada por los padres de la patria grande, pero paralizada por ya muchas décadas por la nefasta acción de las corruptas elites locales, podrá finalmente reiniciarse. Probablemente el primer chispazo revolucionario, se producirá en México y América Central. El muro que el coloso del norte construirá, cerrará la válvula de escape que, en las últimas décadas, ha impedido crear las condiciones necesarias y objetivas de la revolución. Los millones de ciudadanos latinos deportados por Estados Unidos, llegarán de vuelta a América Latina. Pero ahí no habrá trabajo para ellos. Pero aún más importante que todo esto, serán las medidas proteccionistas, que el presidente Trump ya está implementando. Se cerrarán las puertas a las exportaciones latinoamericanas y ello a su vez, provocará, un enorme desempleo en América Latina, lo que a su vez creará una devastadora depresión económica, que irá del rio Grande a la Patagonia.
Será responsabilidad de las fuerzas revolucionarias latinoamericanas, construir con éxito las condiciones subjetivas de la revolución, y con ello completar la tarea revolucionaria iniciada por Fidel Castro y Che Guevara en 1959.
[i]Samuel P. Huntington; Who Are We? Simon & Schuster, New York, 2004, pgs. 362 – 366
F. Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt
14 de febrero de 2017